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Columna
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Coronacionalismo

En nuestra fase de epidemia en España, cerrar las fronteras de Cataluña sería completamente inútil

Javier Sampedro
Rueda de prensa telemática del presidente de la Generalitat, Quim Torra, sobre el coronavirus, el pasado 15 de marzo.
Rueda de prensa telemática del presidente de la Generalitat, Quim Torra, sobre el coronavirus, el pasado 15 de marzo.@GOVERN

El empeño denodado de los nacionalismos por compatibilizar la crisis pandémica con sus fantasías identitarias empieza a resultar patético incluso para quienes no militamos en el campo contrario de lo jacobino. España no nos deja cerrar las fronteras de Cataluña, España nos roba las mascarillas, secuestra los respiradores en las aduanas, aplica un artículo 155 camuflado con agravantes de nocturnidad, alevosía y coronaviralidad. A muchos ciudadanos nos da vergüenza y hasta risa tener que soportar ese provincianismo tenaz e impermeable a la realidad del mundo. Pero debe haber, por lo que parece, mucha gente que se traga todo ese catálogo de espejismos, puesto que los políticos más oportunistas se siguen beneficiando de su propagación. Qué complicados somos los humanos. Qué formas tan gratuitas e inútiles tenemos de amargarnos la vida unos a otros. Qué pesadez.

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El coronacionalismo de cerrar fronteras y marcar identidades recibe hoy un porrazo que le va a resultar muy difícil de esquivar. Cerrar las fronteras de Cataluña, o de cualquier otro humilde trocito de Europa, sería rigurosamente inútil en la situación actual, como demuestran en Science científicos de Oxford, Harvard, el hospital infantil de Boston, San Francisco de Quito, Southampton, Seattle, la Sorbona, Turín, Pekín y Londres. Lo siento, amigos nacionalistas, pero la ciencia es un empeño internacional, y no se aviene a vuestros mitos fundacionales. El mundo es el que es, no el que vosotros querríais que fuera.

Los números, como siempre en esta crisis, provienen de la experiencia china. Los científicos han utilizado los datos de movilidad en tiempo real en Wuhan, la ciudad de 11 millones de habitantes donde se originó la pandemia, y también los detallados registros de viaje que se compilaron durante los días oscuros. En los primeros tiempos de la expansión del virus, la movilidad de la gente que salía de Wuhan fue el principal factor de transmisión a otras regiones de China. Pero poco después eso dejó de importar, y el gran problema empezaron a ser los contagios locales, los que ocurrían en las zonas ya afectadas.

En nuestra fase de epidemia en España, cerrar las fronteras de Cataluña sería completamente inútil. Lo único que funciona es confinar a toda la gente posible en sus casas, porque la inmensa mayoría del contagio lleva semanas siendo local. Si algún nacionalismo pudiera luchar contra eso, tendría que ser un nacionalismo de barrio, de calle, de comunidad de vecinos. La fantasía identitaria no es más que una sublimación del egoísmo, y no podemos permitírnosla en un momento en que necesitamos desesperadamente una coordinación internacional, solidaria y desinteresada. Una superación del mito nacional, una conversión al pensamiento racional.

Las críticas a la acción del Gobierno son necesarias y saludables, pero solo si provienen de la razón y la lucidez, porque para sembrar la destrucción y el caos ya tenemos bastante con el coronavirus. Los responsables políticos deberían ser muy cuidadosos con lo que dicen durante estas semanas interminables. La miopía provinciana les va a salir muy cara cuando acabe esto.

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