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Columna
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Queremos quemarlo todo

Los feminicidios de Fátima e Ingrid son el resultado de una sociedad profundamente violenta, que normaliza la violencia diaria y que crece en un sistema educativo que ignora la perspectiva de género

Brenda Lozano
Memorial de Fátima, la niña de 7 años asesinada en México.
Memorial de Fátima, la niña de 7 años asesinada en México.Reuters

La emergencia feminicida que cruzamos en el país está ligada a un Estado que ignora la emergencia, que no se resuelve con dar con los asesinos de un caso, sino con atender el problema de fondo: 10 mujeres al día son asesinadas por el único hecho de haber nacido mujeres y una de ellas es una niña. El feminicidio infantil en México ha aumentado un 96% en los últimos cinco años. La crueldad llega a límites cada día más sórdidos. Fátima Cecilia Aldriguett Anton tenía siete años y su cuerpo sin vida fue encontrado, con señas de abuso, en bolsas de basura. Qué brutalmente simbólico es el que haya sido encontrada en bolsas de basura, bolsas de plástico hechas para contener los desechos de la vida diaria. El mensaje es claro: los cuerpos sin vida de las niñas y de las mujeres son desechos. Somos desechables diariamente para el patriarcado. Los feminicidios infantiles lo llevan todo más lejos, porque sus crímenes suponen la indefensión de las niñas y son además de “una vulnerabilidad exponencial”, en palabras de Lydiette Carrión.

Con los feminicidios de Fátima e Ingrid Escamilla, los límites de la violencia se extreman. Porque no son casos aislados, ambos son resultado de una sociedad profundamente violenta, una que normaliza la violencia en el día a día, que lucra y consume en redes sociales y medios de comunicación las imágenes de las víctimas, que crece en un sistema educativo que ignora la perspectiva de género, una sociedad que normaliza las bromas misóginas, que cosifica a las mujeres y que tiene por presidente a un hombre que no ha hecho sino normalizar esa violencia y más aún: ignorar públicamente la emergencia feminicida. Ignorar es una alta forma de la violencia. Andrés Manuel López Obrador además condena las marchas y las pintas, pide que se hagan manifestaciones pacíficas y, por si fuera poco, se proclama feminista (que alguien le diga que no es ni puede ser feminista). Condena las manifestaciones y no los feminicidios, no presenta políticas ni presupuesto y eso no lo hace aliado, lo hace cómplice. Lo hace parte del engranaje que incrementa los feminicidios cada vez más brutales. Claro que queremos quemarlo todo.

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Una periodista le preguntó a AMLO en la conferencia matutina por el plan de su Gobierno para atender los feminicidios, a lo que respondió: “Estamos atendiendo las causas y nosotros pensamos que en la medida en que tengamos una sociedad más justa, más igualitaria, fraterna con valores en donde el individualismo no sea lo que prevalezca sino el amor al prójimo, el que haya mucho cariño, que no haya odios, así vamos a ir enfrentando todos los desafíos, todos los retos.” Así que además de la impunidad del Estado, este es un presidente esquivo y que, de paso, nos moraliza. Predica. Partidiza. AMLO no tiene un posicionamiento y tampoco propone políticas públicas ni un presupuesto, tan urgente ahora. Todo lo contrario. Su Gobierno va en contrasentido. Su muy fallido decálogo, como un saludo escurridizo, ha sido rebatido frontal e inteligentemente con propuestas concretas por las estudiantes de la Ibero. Y Laura García, feminista y directora de Fondo Semillas resume bien cómo el Gobierno de AMLO va en contrasentido: “1. Se recortó el presupuesto para refugios a mujeres víctimas de la violencia. 2. Estancias infantiles están desapareciendo por falta de apoyo. 3. Se refuerza la militarización en el país. 4. El fiscal general propone eliminar el feminicidio como tipo penal. 5. Se reduce para 2020 en 27% el presupuesto para atender la salud sexual y reproductiva. 6. Se recorta el presupuesto para la CONAVIM. 7. Disminuye el presupuesto para el INMUJERES. 8. AMLO propone consulta para aborto y dice no pronunciarse para evitar “polarizar”. 9. No existe un sistema confiable para contabilizar feminicidios. 10. No existen políticas para frenar los asesinatos a defensoras.” Esta es la postura del gobierno con acciones concretas. Claro que queremos quemarlo todo.

La desaparición de Fátima fue denunciada el pasado 11 de febrero pero la Fiscalía inició la investigación un día después. Ofrecieron dos millones de pesos (unos 106.000 dólares) a quien diera información sobre el caso, dieron con los asesinos, pero, insistimos, ¿qué presupuesto tiene el Estado ante la emergencia nacional?, ¿qué acciones va a tomar? AMLO no es el único en declarar, otros funcionarios públicos son parte del mismo engranaje que ignora la emergencia feminicida y que en contrasentido, revictimizan a la familia, como es el caso de Ernestina Godoy, procuradora General de Justicia de Ciudad de México, quien dijo que la mamá de Fátima tiene problemas mentales. El DIF circuló un comunicado revictimizando también a la familia, especialmente a la mamá de Fátima. Lo que evidencia, además, el aspecto patriarcal del Estado y, además constata lo obvio: que ser biológicamente mujer no significa no ser patriarcal. Es un sistema. Los senadores de Morena dijeron en conferencia de prensa: “En el tema de Fátima es el descuido, la responsabilidad también de los padres”.

Todo esto se parece tanto a la reacción del Estado ante la multiplicación de feminicidios en Ciudad Juárez en el sexenio de Zedillo. Por ejemplo, como cuenta Jules Falquet sobre las declaraciones de el Gobernador de Chihuahua: “Francisco Barrio (1992-1994) afirma que ‘las víctimas salían a bailar con muchos hombres’. Insinúa incluso a propósito de una niña de diez años asesinada, que su dentadura con signos de caries, denotaba la ‘desintegración y la desatención familiar’ y sostiene que las cifras de asesinatos de mujeres y chicas jóvenes son ‘normales’.” Los feminicidios como las reacciones de los funcionarios tampoco son casos aislados: “No es solo un problema individual de cada mujer asesinada y de su familia, sino que afecta a toda la sociedad. Y para prevenirlo se requiere del concurso de todas las instituciones y la aplicación seria de la ley.”, como dijo recientemente Marcela Lagarde, brillante pensadora, quien adaptó el término feminicidio al contexto mexicano. Pero las instituciones, los funcionarios y el Estado no responden. Claro que queremos quemarlo todo.

Abusaron de una niña de siete años y la tiraron en bolsas de basura en la calle. Este es un mensaje violento que promueve la violencia machista. El feminicidio de Ingrid Escamilla y la brutalidad con la que su asesino la mató son mensajes en contra de las todas las mujeres porque detrás de ellos "hay pedagogía: sirve para que las demás nos enteremos, nos aterroricemos y cojamos miedo. Que no seamos dueñas ni siquiera del espacio privado (Lagarde)". Claro que queremos quemarlo todo.

Los griegos y los troyanos se masacraron unos a otros por una mujer, pero a ninguno de ellos –tal vez salvo a Paris– les importaba Elena de Troya. Tal vez ella era desechable en plena guerra, pues si todos coincidían en algo es que deseaban que no hubiera nacido. Increíble que México sea el único país en el que hay un monumento a la madre, una Elena de Troya de piedra, y al mismo tiempo sea un país donde la mujer –salvo a otras mujeres feministas– no importa nada. Porque el cuerpo de una niña se desecha en bolsas de basura. Porque es resultado de una estructura social de violencias en contra de las mujeres. Porque quedan impunes los feminicidios. Porque el de Fátima, el de Ingrid, no son hechos aislados. Hasta que entendamos como sociedad que esta es una emergencia nacional, que la violencia ocurre a varios niveles y que alguien le diga a AMLO que los feminicidios son una emergencia nacional y que esta es la prioridad de su Gobierno. Claro que queremos quemarlo todo. Hasta que cambie.

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