Carlsen, ‘número uno’ del ajedrez, sufre un revés muy doloroso
El noruego cae ante el alemán Keymer en las semifinales de la modalidad revolucionaria por la que apuesta con denuedo
![Carlsen, durante la partida que perdió ante Keymer este martes en el primer asalto de la semifinal en Weissenhaus (Alemania)](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/L4LSRW3J6ZFBXDCK6BFJAEFDLI.jpg?auth=dfd8a96547d0660c7f0f61e4b4436a5e6b4751a6ba4f372da4ff54cd5c23997a&width=414)
![Leontxo García](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fcd125f6d-44b3-4c5f-ae95-aa3bc97318b6.png?auth=6d22f2f55024283aaffda86113e8e7d601d19030d56a16b56634508afff5fccc&width=100&height=100&smart=true)
A Magnus Carlsen, de 34 años, número uno indiscutible por ahora, le encantaría que el ajedrez clásico pierda fuerza en favor del freestyle (la posición inicial de las piezas se sortea minutos antes de cada ronda). Mucho más aún si él fuera también el mejor en la modalidad que tanto promueve. Pero, de momento, no jugará la final del primer torneo del Grand Slam, que diez jugadores de élite disputan, en condiciones de gran lujo, en Weissenhaus (Alemania). El noruego fue eliminado (0,5-1,5) en semifinales por el alemán Vicent Keymer, de 20 años, quien se enfrentará al estadounidense Fabiano Caruana (quien sufrió muchísimo para eliminar en la muerte súbita al uzbeko Yavojir Sindárov, de 19 años), por un primer premio de casi 200.000 euros.
Era un día tenso para Carlsen, alojado en una casa grande, dentro de un complejo hotelero de gran lujo donde se disputa el torneo, en cuyo jardín de entrada los organizadores han colocado un cartel que dice: “G.O.A.T. House; Carlsen family” (casa del mejor de todos los tiempos; familia Carlsen). El número uno salió de ella con su esposa, Ella Victoria Malone, con quien se casó a primeros de año, unos quince minutos antes del inicio de la semifinal (13.00).
Tras el beso de despedida en la puerta del lujoso edificio habilitado como sede del torneo, Carlsen fue directo a su mesa y se concentró totalmente en la posición inicial de la jornada (antes de cada ronda se efectúa un sorteo, y en esta modalidad hay 959 maneras posibles de iniciarlas). El noruego no suele sumarse a lo que hacen gran parte de sus rivales en esos minutos previos: a pocos metros, Keymer, Caruana, el también estadounidense Hikaru Nakamura y el uzbeko Nodirbek Abdusattórov (estos dos últimos pelean por el quinto puesto, así como el indio Dommaraju Gukesh y el francés Alireza Firouzja) analizaban juntos esa misma posición inicial con un intenso intercambio de ideas. Y se notaba que lo hacían muy honradamente, sin guardarse ninguna, debatiendo animadamente, con pasión, descartando posibilidades y probando otras.
Esa animación con cierto desenfado contrastaba totalmente con el semblante muy serio de Carlsen, vestido con pantalones vaqueros elegantes -los mismos que dieron un lugar a un gran escándalo en el Mundial de Rápidas en Nueva las pasadas navidades porque están prohibidos en el código de vestimenta de la Federación Internacional (FIDE)- a juego con una camisa azul clara por debajo de una chaqueta blanca, conjuntada con unas playeras blancas y calcetines del mismo color.
Esta modalidad freestyle (también conocida como 960 o Fischer Random) obliga realmente a pensar mucho desde antes del primer movimiento porque (sobre todo, en algunas posiciones iniciales) el riesgo de quedar estratégicamente perdido en pocos lances es alto. De modo que Carlsen se quitó la chaqueta tras su primera jugada, pensó la segunda durante nueve minutos y 18 segundos -algo que quizá no haya hecho jamás en toda su carrera en ajedrez clásico-, y la tercera le costó otros seis minutos.
Su incomodidad era visible porque un par de veces durante ese rato, cuando le tocaba jugar, levantó la vista para fijarse en cómo iban las otras partidas. Y quizá se arrepintió de no haberse sumado a sus colegas en el debate previo porque resultó que en otros dos encuentros (Sindárov-Caruana y Gukesh-Nakamura) los dos primeros movimientos habían sido idénticos. De modo que el escandinavo se desvío de ellos en el tercero.
Y a continuación hizo algo sorprendente y significativo. A pesar de la tensión del momento y de lo mucho que se jugaba en la partida, aprovechó la reflexión de su rival para ir al confesionario, uno de los detalles que distinguen este torneo de otros: cada jugador es libre de entrar cuando quiera en una especie de cabina de teléfono donde hay una cámara y un micrófono donde graban una reflexión sobre la partida, cómo se sienten, cuáles son las claves de la posición, etc. Y todo eso se publica pocos minutos después en internet, para el disfrute de los aficionados que siguen las retransmisiones en directo. Esa actitud de Carlsen reconfirma, por si alguien tuviera alguna duda, que su compromiso con el freestyle es muy serio y sincero, y que está dispuesto a aportar cuanto sea razonable.
![Keymer, vencedor de Carlsen en Weissenhaus](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3NHJQTH6IBACTJMVQWYREXFHKA.jpg?auth=ee462089b4597221b50f0d17d79339079e705081d1bee8f8d763f48168fd8996&width=414)
Lo cierto es que la decisión de Carlsen en su tercer lance no le dio buen resultado porque para el octavo ya estaba algo peor. Keymer, un joven astro de 20 años no tan aclamado como sus coetáneos indios pero poseedor de una comprensión muy profunda de la estrategia, mantuvo esa pequeña ventaja hasta bien entrada la tercera hora de lucha, cuando la tensión suele subir mucho. De hecho, así ocurrió en ese momento en la partida Sindárov-Caruana, donde el medidor digital del ritmo cardiaco -otra de las innovaciones del torneo- del joven uzbeko (19 años) llegó a las 140 pulsaciones. Sindárov, quien el martes, en el primer asalto de la semifinal, tuvo contra las cuerdas al estadounidense pero no fue capaz de dar el golpe final, estaba de pronto en una posición claramente inferior, y su corazón se quejaba por ello (seis horas después perdió en la muerte súbita).
La posición de Carlsen y Keymer no era tan trepidante todavía, y además el indicador de Carlsen no funcionaba, ya fuera por un problema técnico o porque él lo había desconectado; el de Keymer apenas pasaba de las 105 pulsaciones. Pero, muy probablemente, esa posición tan tranquila e igualada, o con mínima ventaja del alemán, era un gran problema para el número uno, obligado a vencer tras su inapelable derrota del martes. Su cara indicaba que lo estaba pasando mal: la perspectiva de ganar ese tipo de posición a un rival tan sólido como Keymer no era nada halagüeña.
Carlsen tuvo que entregar un peón por la iniciativa. La posición era muy dinámica y complicada, como él deseaba, pero Keymer aguantaba el tipo, con diez minutos disponibles en su reloj, por seis del escandinavo. Sin embargo, estar a la altura de Carlsen en el momento clave de una partida crucial es una tarea hercúlea. Y Keymer sucumbió, con un error grave, cuando la presión del reloj aumentó. En ese tiempo de situaciones, Carlsen suele ser implacable. Mientras tanto, la partida de la otra semifinal tuvo un desenlace asombroso: Caruana, muy apurado de tiempo, aceptó el empate cuando ganaba con una jugada letal.
Todo indicaba que ambos duelos se iban a resolver en el desempate rápido cuando, de pronto, Carlsen cometió un error de exceso de confianza y permitió que Keymer, con un loable virtuosismo defensivo, diera un vuelco a la lucha y la igualara de nuevo. Era un fuerte golpe psicológico para el número uno, pero la posición todavía permitía luchar, y más aún bajo la presión del reloj, con sólo 30 segundos de incremento tras cada lance.
Sin embargo, Keymer exhibió una gran sangre fría cuando tuvo que defenderse con precisión una y otra vez en cuestión de segundos. Hasta que fue evidente que Carlsen no podía ganar. El noruego ofreció tablas y encajó la derrota con gran dignidad, felicitando a su rival y discutiendo con él algunas variantes sobre el tablero. Luego, mientras Keymer confesaba que eliminar al número uno no estaba entre sus expectativas, el derrotado se marchó raudo y veloz a su mansión. Al menos tenía un pequeño consuelo: el Real Madrid, equipo de sus amores, había vencido en Manchester al City la noche anterior.
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