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Combat rock
Columna
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Nostradamus en pantuflas

Cada nota contiene una señal distinta del apocalipsis que se avecina

Antonio Ortuño
Un hombre lee un periódico en Guanajuato.
Un hombre lee un periódico en Guanajuato. Mario Jasso (Cuartoscuro)

Leer los periódicos matinales es un placer. O solía serlo. Porque, a estas alturas, asomarse a los diarios y portales de medios da escalofríos. Es como sumergirse en el reporte de una aseguradora que tuviera que reembolsar los daños de las Siete Plagas de Egipto. Cada nota contiene una señal distinta del Apocalipsis que se avecina y cada lector es un Nostradamus, en bata y pantuflas, que ve desplegados ante sí los ominosos signos de nuestra caída como especie y se pasa el día en la oficina, escuela o taller desentrañando, junto a quienes lo rodean, el modo exacto en que nos llevará la fregada (o, por citar el encabezado de un diario en tiempos del paso del cometa Halley en 1910, y que ilustró José Guadalupe Posada, la manera en que “Nos convertiremos en puritito chicharrón”).

Veamos: se notifica que la epidemia del coronavirus avanza, que las víctimas se cuentan por miles y se nutre el contexto de las notas con referencias a la Gran Peste Negra (con profusión de imágenes de la siniestra máscara “de pico de grulla” de los médicos de la época), a la influenza española y a los males que diezmaron a los aztecas; o se comunica la extinción de una nueva especie animal, sin que nadie haya movido un dedo para impedirlo, y se recuerda a algunas que han desaparecido en el pasado siglo y cacho con fotos luidas de sus últimos y melancólicos ejemplares; o se informa que en dos meses pasará cerca de la Tierra un asteroide que hace parecer una piedrita pómez al que extinguió a los dinosaurios y se establece que si la atracción gravitacional nos juega una mala pasada, pues se acabó el partido (se incluye un gráfico de lo que sucedería si un meteorito golpea nuestro planeta y se añade la recomendación de irse a vivir a la Isla de Pascua, junto con diez cabras jóvenes, y poner allí un huerto orgánico); o se aventura que las tensiones políticas y militares en Oriente Medio amenazan con provocar la Tercera Guerra Mundial (y se rememoran las profecías de la Virgen de Fátima, las de la Baba Yaga y las de Monhi Vidente, quien además agregó que el Cruz Azul podría tener otro mal año); o bueno, claro, se reconoce que las cifras de homicidios (y feminicidios) nacionales aumentan como la espuma y, dado que algunos de ellos se producen de modos espeluznantes, pues los medios, faltaba más, los reseñan con excitación malsana y las redes sociales los replican con toda docilidad…

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A la vez, estos medios con enfoques sacados de una película de desastres arropan sus gotitas de Apocalipsis con toneladas de informaciones dignas de un mundo de encefalogramas planos. Por ejemplo, las “noticias” sobre las vidas de celebridades (sus bautizos, vacaciones, dietas y cenas); o las “traiciones de vestuario” de otras celebridades (es decir, lo que sucede cuando alguna actriz o cantante es retratada por un paparazzo en un ángulo en el que se le ve la ropa interior)… Y, claro, la colección de absurdos que causa el pensamiento mágico: los “fantasmas” que “habitan” un viejo almacén, las caras “inquietantes” detectadas en las sombras de un vídeo brumoso o la persecución de las huellas que habrían dejado aliens ancestrales en la piedra de Stonehenge o en los baños para empleados de la línea 2 del metro…

Total: el subtexto que resulta de la lectura de los medios hoy es que, sí, el mundo se está acabando y nos extinguiremos igual que el rinoceronte de Sumatra y el pez espada chino, pero bueno, tampoco es que importe demasiado... Porque Kim Kardashian estrenó zapatos nuevos y porque el futbolista Mbappé le dio like a una foto de la actriz Ester Expósito ¡y las redes ardieron!

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