Expresión sombría
LA ACTITUD GENERAL es de desconcierto. Lógico, si pensamos en la situación: he ahí que una plaza mundialmente conocida (la de San Marcos, en Venecia, nada menos) se ha inundado como el pasillo de tu casa cuando el vecino se dejó el grifo de la bañera abierto. Entonces bastó con quitar el tapón de la bañera y el agua corrió hacia su destino final, que eran las alcantarillas. El seguro se hizo cargo de los desperfectos del parqué, que se había hinchado y levantado, y aquí paz y después gloria. La plaza de San Marcos, en cambio, no tiene tapón. Tampoco sabemos quién es el vecino descuidado causante de la catástrofe. De ahí el gesto de aflicción del señor del primer plano de la foto, que es el alcalde de la ciudad y que muy bien podría estar fantaseando con la posibilidad de hallar el desagüe inexistente para dejarlo expedito.
Prestamos poca atención a ese gesto tan cotidiano: el de vaciar la bañera. Sin embargo, cuando escuchamos el plof del tapón y aparece ante nuestra vista el remolino que indica el lugar y la dirección de la fuga, sentimos una suerte de liberación interna, como si con el agua jabonosa se fuera también la parte oscura de nosotros, de la que quedarán algunos restos adheridos en las paredes del sanitario por las que enseguida pasaremos el chorro de la ducha. Sería horrible que el agua sucia permaneciera eternamente ahí, descomponiéndose ante nuestra mirada y ante la de las visitas que vinieran a cenar y solicitaran utilizar el lavabo. Tal vez lo que barrunta Luigi Brugnaro, el regidor, con expresión sombría, sea eso: que el cambio climático haya venido para quedarse.
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