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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Seis minutos para creyentes

El diálogo acordado entre ERC y el PSOE obliga a Junts per Catalunya a mover ficha

Francesc Valls
Quim Torra junto a Pere Aragonès en el pleno extraordinario del Parlament este sábado.
Quim Torra junto a Pere Aragonès en el pleno extraordinario del Parlament este sábado.Miquel Benitez (Getty Images)

El pasado viernes, la bandera española fue arriada del Palau de la Generalitat durante seis minutos después de que se conociera que la Junta Electoral Central había decidido inhabilitar al president de la Generalitat Quim Torra. Seis minutos fueron suficientes para mantener la llama de la fe entre los más fervientes seguidores de Carles Puigdemont. Como sucedió con la proclamación de esa independencia de 2017 que nunca se proclamó. Entonces ni siquiera se retiró la bandera por un minuto. Pero para quienes comparten la fe del carbonero, cualquier pequeño gesto es una señal del cielo, una ventana de oportunidad para cultivar la ficción.

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Disminuye, sin embargo, el número de quienes no necesitan ni tocar ni ver para creer. El laicismo escéptico se abre paso en el soberanismo. Las jaculatorias de antaño no surten el efecto deseado. No es que los independentistas desistan de sus convicciones, es que cada vez piden muestras tangibles de que su entusiasmo no se cimienta sobre castillos en el aire.

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Las resoluciones de la Junta Electoral Central (JEC), anticipándose a las decisiones que tome el Tribunal Supremo sobre la inhabilitación de Torra y el veto a que Oriol Junqueras sea eurodiputado, sirven para ilustrar la bifurcación de caminos que ha tomado el independentismo catalán. La JEC no ha conseguido torcer la determinación de ERC —tal como algunos pretendían— de abstenerse en la investidura del candidato socialista Pedro Sánchez. Junts per Catalunya, por su parte, se ha rearmado de razones para votar no. El viernes por la tarde, Laura Borràs, portavoz de JxCat, urgía por mensajes de WhatsApp a su grupo de amigos políticos a que le facilitaran razones para el voto negativo en su discurso de la sesión de investidura del sábado. Cuando de pronto llegó la resolución de la JEC, Borràs respiró tranquila: ahí llegaban argumentos en bloque.

Cada vez se bifurcan más las actitudes entre creyentes y practicantes del independentismo catalán. Entre quienes propugnan la fe como único camino y los que ponen en práctica la política. El diálogo acordado entre Esquerra Republicana y el PSOE obliga a Junts per Catalunya a mover ficha. No se puede pedir indefinidamente el sit and talk y huir o rechazar la primera mesa de negociación que se plantea. El pleno del Parlament de este sábado muestra el itinerario limitado de ese nacionalismo de creyentes. Y, más allá de lapidaciones en las redes sociales, la inyección de realismo más que pasarle factura puede reportar dividendos políticos para Esquerra Republicana.

Entre la suavidad del Take me home, country roads, interpretado por Carles Puigdemont a la guitarra, y la firmeza negociadora de Oriol Junqueras desde la prisión de Lledoners se mueven la ficción y el realismo del independentismo catalán.

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