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Ideas / Ensayos de Persuasión
Columna
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Nueva generación de desigualdades

La educación superior o la banda ancha, que eran consideradas un lujo, hoy son cruciales

Una facultad en Santiago de Chile ardiendo durante las protestas contra el Gobierno de Sebastian Piñeira, el pasado 6 de diciembre.
Una facultad en Santiago de Chile ardiendo durante las protestas contra el Gobierno de Sebastian Piñeira, el pasado 6 de diciembre.PABLO ROJAS MADARIAGA (GETTY IMAGES)
Joaquín Estefanía

Está surgiendo a toda velocidad una nueva generación de desigualdades en una economía del conocimiento como la nuestra, en la que cada vez son más los ciudadanos con estudios, conectados y sin opciones para ascender en la escalera social. A las desigualdades económicas (renta y riqueza) se les unen otras brechas en el campo de la educación superior, el acceso a la banda ancha, el cambio climático, el género o los conflictos violentos. Oportunidades que hasta hace poco se consideraban un lujo, hoy son cruciales para competir y sobrevivir. El análisis de estas nuevas desigualdades se encuentra en el Informe sobre desarrollo humano 2019, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que por su valor convendría que no pasase inadvertido como un trabajo más sobre la desigualdad. No en vano corretean por él economistas como Thomas Piketty (copresidente de su comité asesor), el Nobel Amartya Sen o el agudo colombiano José Antonio Ocampo.

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Coincide este informe con la publicación del libro Excesos. Amenazas a la prosperidad mundial, de Emilio Ontiveros (Planeta), que abunda en el diagnóstico del PNUD: durante la tercera globalización (la actual) se redujo la desigualdad entre naciones, pero aumentó en el seno de ellas. Si al panorama se añade la Gran Recesión o el progreso tecnológico, el estado de ánimo ciudadano es, en muchos casos, de vulnerabilidad, no sólo porque no se hayan restaurado completamente los daños causados por la crisis, sino porque no terminan de desaparecer las amenazas de episodios como algunos de los que confirmaron esa catástrofe (por ejemplo, las desigualdades).

El PNUD se centra en las “desigualdades persistentes”, aquellas que aparecen antes del nacimiento de una persona, que se acumulan a lo largo de su vida y que se manifiestan en la intersección entre la salud, la educación y la situación socioeconómica de los progenitores (los ingresos y la riqueza de éstos afectan a la salud, la educación y la renta de sus hijos). Ello conduce a personas que “carecen de esperanza, sentido de propósito y dignidad, desde su situación de marginación [a los que] sólo les queda contemplar a otras personas que prosperan y se enriquecen cada vez más”.

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El informe se adentra en algo que en ocasiones han desarrollado algunas ONG como Oxfam Intermón (Gobernar para las élites): la desigualdad política. El desarrollo del discurso es plástico: las desigualdades de renta y riqueza se traducen a menudo en desigualdad política, en parte debido a que las desigualdades clásicas reducen las posibilidades de participación política y ofrecen a determinados grupos de interés un mayor espacio para influir en las decisiones a su favor. Los privilegiados pueden hacerse con el control del sistema y moldearlo a la medida de sus preferencias. Las asimetrías de poder pueden incluso provocar fracturas en las funciones institucionales, debilitando de ese modo la eficacia de las políticas públicas. Cuando las instituciones quedan bajo el control de las personas ricas, los ciudadanos se muestran menos dispuestos a participar en los contratos sociales. Si esto se traduce en un menor cumplimiento de las obligaciones tributarias, la capacidad del Estado para prestar servicios públicos se ve mermada. Ello puede dar lugar, como en un bucle, a mayores desigualdades en la esfera de la sanidad o la educación.

Cuando el sistema se percibe como injusto, quizá debido a exclusiones sistemáticas o al clientelismo (intercambio de apoyo político a cambio de beneficios personales), la población tiene dos salidas: o se desvincula de los procesos políticos, ampliando así la influencia de las élites, o sale a la calle a protestar. El organismo de la ONU dice que la oleada de manifestaciones son un claro signo de que hay aspectos de nuestra sociedad globalizada que no funcionan. Y remacha: “Pese a que la población puede protestar (…), el verdadero protagonista de esta historia es el poder. El poder de unos pocos, la falta de poder de muchos y el poder colectivo de la ciudadanía para exigir un cambio”. No en vano el presidente Obama dijo que “la desigualdad es la cuestión definitoria de nuestro tiempo”.

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