Medellín, la fábrica del reguetón
Bienvenidos al sonido de Medellín. La ciudad colombiana, epicentro del perreo y hogar de superestrellas como J Balvin, Maluma y Nicky Jam, es la gran casa de la poderosa industria del reguetón. Un género controvertido y acusado de machista y misógino, pero que ha puesto a bailar al planeta.
CAE EL SOL en Medellín y en la comuna de El Poblado se nota ya el cosquilleo: es hora de perrear. A mitad de la noche, el calambre sube ya rápido e imparable y en la sala Perro Negro nadie se está quieto. “Dale duro”, le dice Camila a Samuel al son machacón de Pierde los modales, de J Balvin con Daddy Yankee. “Así, nalga con bicho, papi”, le espeta ella mientras, vestida con zapatillas deportivas, jeans ajustados y camiseta de tirantes con generoso escote, se voltea provocativa, ajusta la imponente cumbre de sus muslos y, flexionando las rodillas, los mueve febrilmente en círculos, centrifugando el roce. “¡Rayando, rayando!”, exclama él con sus pantalones anchos y su gorra de medio lado, como sujeta con pegamento en comparación con el agitado balanceo de su cadena plateada. “Rayando”, en la jerga paisa —la coloquial de Medellín—, significa “pegándose” y se hace necesario para bailar apropiadamente el reguetón.
Camila Maya y Samuel Alarca tienen 23 años y son una de las muchas parejas que se entregan cada noche al perreo en los alrededores del parque del Poblado. Es el mismo lugar sobre el que se levantó siglos atrás el primer asentamiento indígena que terminaría por fundar la ciudad de Medellín, convertida hoy en la nueva meca mundial del reguetón, como antes Nueva Orleans lo fue para el jazz, Nashville para el country, Buenos Aires para el tango o Río de Janeiro para la bossa nova.
En esta urbe de cuatro millones de habitantes, capital del departamento de Antioquia, flanqueada por los Andes y donde operó el cartel más sanguinario de toda Colombia con Pablo Escobar al frente, se asienta buena parte de la más poderosa industria de un género musical que ha conquistado las listas de éxito de todo el planeta. Medellín compite con Puerto Rico y Miami, tradicionalmente la gran base de la música latina, como el primer territorio de este imperio del ritmo, que nació a finales de los años ochenta en Panamá como una derivación del reggae y el dancehall jamaicanos para, bajo la influencia del rap y el hip-hop, desarrollarse en los noventa con identidad propia en Puerto Rico.
“El reguetón ahora es del mundo entero, pero tiene uno de sus hogares en Medellín”, asegura Nicky Jam, icono del género y que se denomina a sí mismo como “uno de sus arquitectos” junto a Daddy Yankee. A finales del siglo pasado, ambos formaron en Puerto Rico Los Cangris, un dúo decisivo por sus canciones, pero también porque inoculó, junto a DJ Playero o Tego Calderón, el veneno de este ritmo en las calles de Medellín. De allí han salido J Balvin y Maluma, dos de las superestrellas más importantes en la actualidad, pero también referentes femeninos como Karol G. La ciudad colombiana se ha convertido además en lugar de acogida de destacados exponentes boricuas como Ñejo, Ñengo Flow, Mackie Ranks y, sobre todo, el estadounidense Nicky Jam, quien, tras romper con Daddy Yankee, renació en solitario en 2010 al asentarse en la capital paisa. Allá era venerado incluso en los peores días de su vida cuando, sumido en una espiral de drogas y alcohol, tocaba en un hotelucho para turistas, estaba en bancarrota y pasaba temporadas en la cárcel. Medellín le rescató, siendo el signo más evidente de que la fiebre por el reguetón iba a hacer bailar en la ciudad hasta a las estatuas de Botero.
“Pasó rápidamente del underground al mainstream”, recuerda Juan Zapata, conocido artísticamente como Zetta Petta. Natural del propio Medellín, Zetta Petta es uno de los más interesantes artistas de la rica música urbana de la ciudad. Sentado en una cafetería del Parque Explora, el inmenso museo interactivo donde las autoridades metropolitanas organizan conciertos al aire libre, el músico cuenta que el reguetón se empezó a bailar en los patios de los colegios. Entró a través de Internet. Las emisoras colombianas se negaban a pinchar canciones con estos ritmos atrevidos y tozudos, pero tuvieron que rendirse. Hoy Medellín es la ciudad con más programas radiofónicos de reguetón del mundo.
Medellín es el sitio donde hay que estar cien por cien. Tiene la mejor vibra", dice el venezolano Dejota2021
“Ya se puede decir que hay reguetón made in Medellín”, afirma David Daza, CEO encargado del negocio en La Industria Inc., la compañía que supervisa la carrera de Nicky Jam, pero también del paisa Manuel Turizo, el último gran talento del reguetón colombiano. Creada en 2011, La Industria Inc. ejerce de discográfica, editorial, oficina de representación, productora audiovisual y agencia de marketing y posicionamiento de marca. Es todo un holding del perreo. Sobre las paredes de sus oficinas, instaladas en el moderno edifico Prisma, cuelgan fotografías de todos los discos de platino de Nicky Jam, la estrella sobre la que gira una empresa que, junto con Infinity Music, de J Balvin —también afincada en Medellín—, es una de las más punteras en el reguetón mundial. “Colombia siempre ha sido un referente de música en Latinoamérica y además los colombianos sabemos reinventarnos bien. Medellín adoptó a la primera generación de reguetón para hacerlo suyo”, apunta Daza. Compara el “reguetón made in Medellín” con “la bandeja paisa”, el plato más típico de la ciudad, toda una bomba de calorías repleta de ingredientes, convirtiéndolo en el más “sabrosón”. De esta forma, el reguetón paisa se caracteriza por tener menos testosterona y ritmo dembow que el boricua original, pero más sentido pop. “Aprendió del vallenato [estilo musical típico del Caribe colombiano] y, por tanto, se hizo menos sucio y más romántico”, explica Daza. “El puertorriqueño es más callejero y competitivo, pero el colombiano se adaptó bien y es más comercial”, asegura Nicky Jam.
El reguetón colombiano no solo ha triunfado en las listas de éxito, sino que ha hecho que estrellas del pop emigren a él. Madonna y Ricky Martin grabaron con Maluma; Beyoncé y Rosalía lo hicieron con J Balvin, y Maná e Enrique Iglesias, con Nicky Jam. Incluso Shakira, que aseguró que jamás haría una canción de reguetón, se alió con Nicky Jam y Maluma. También se trazó el verano pasado otro camino muy importante, a la inversa, cuando J Balvin se convirtió en cabeza de cartel de destacados festivales como el estadounidense Coachella o el español Primavera Sound. Fue un hito. Aunque desde La Industria Inc. remarcan otra hazaña anterior: cuando Nicky Jam se encargó de Live It Up, la canción oficial del Mundial de Fútbol de Rusia 2018. “Fue un posicionamiento estratégico de un alcance inimaginable. De repente, el reguetón funcionaba en países que nos rechazaban como Israel o Pakistán”, recalca Daza.
Nicky Jam, J Balvin o Maluma son solo la punta del iceberg en Medellín. Se calcula que en la ciudad hay 100 productores —entre los que destacan tres influyentes como Saga Whiteblack, René Cano y Cristian Mena Moreno— y más de 50 estudios de reguetón. A pesar de las desigualdades latentes, la metrópoli recibe más que ningún otro lugar del continente a nuevos artistas y productores. Es el caso del venezolano David Jesús Tovar, más conocido como Dejota2021, un cantante de 27 años que llegó hace cuatro a la ciudad para impulsar su carrera huyendo del “hundimiento” de su país. “Medellín es el sitio donde hay que estar cien por cien. Tiene la mejor vibra”, comenta en la terraza de un hotel del barrio de El Poblado. A su lado está Frank Thonys Paris, su estilista de 29 años, un panameño que estudió Moda Urbana en la Sorbona de París y que afirma que “Medellín es la capital mundial del reguetón”, un lugar donde “cantantes, productores, bailarines, diseñadores, youtubers e instagramers están intentando contar algo”.
Nicky Jam, J Balvin o Maluma son solo la punta del iceberg en Medellín. Se calcula que en la ciudad hay 100 productores
Ya es noche cerrada en Medellín, una ciudad en la que —como ocurre en la capital, Bogotá, con sus clubes de renombre y, en general en toda Colombia— nadie entiende la música sin el baile. Años atrás pasó con la salsa, el vallenato o la cumbia, y ahora pasa con el reguetón. En El Poblado, garitos y discotecas bullen con su ritmo pegajoso. “Es muy bacano”, dice Alejandro Cardona, dueño de la sala Perro Negro, al referirse a un estilo que se entiende como un “sentimiento que atraviesa a las personas”. Antes de abrir en 2017 Perro Negro, un local que de jueves a domingo soporta interminables colas para poder entrar, Cardona supervisaba fiestas de perreo en fondas, casas, garajes y hoteles, hasta que se dio cuenta de que estaba “totalmente interiorizado” por los jóvenes. En el barrio más exclusivo de Medellín abrió este templo musical donde colombianos y turistas comparten bailes sensuales, como ocurre en otras salas como 1992, Guarida o Búnker. Pero la calentura se extiende por toda la ciudad. “Es más desinhibido en lugares menos turísticos como en Barrio Colombia, Río Sur o la avenida 33”, cuenta Samuel Alarca, que lleva bailándolo desde los 11 años. Incluso en los bajos de Aranjuez, Manrique y Buenos Aires hay tradición desde hace años de las paris, fiestas reguetoneras que los paisas dan en carpas o casas.
Son en estas comunas más pobres, las mismas en las que las bandas de narcos reclutan a sus pelaos, donde el reguetón más triunfa entre los adolescentes. Para Juancho Valencia, músico de Puerto Candelaria y fundador de Merlín Producciones, un reputado sello discográfico colombiano de fusión, no es casual: “El reguetón usa la narcoestética. El carro lujoso, el oro, las mujeres operadas… Símbolos que influyen en la psicología de los chavales porque ven que la única manera de salir del barrio es alcanzando lo que ofrecen esos vídeos”. Desde las Administraciones, la directora ejecutiva de El Bureau de Medellín, Ana María Moreno Gómez, cuenta que la alcaldía se ha reunido con J Balvin, Maluma y más artistas porque les consideran “validadores de la ciudad” y temen los mensajes misóginos o afines al narcotráfico. Juancho Valencia alerta de que el reguetón es “un monocultivo” en una tierra tan rica musicalmente: “En este país tiras una moneda y sale un fruto. Por eso, hemos luchado siempre contra los monocultivos y presumimos de diversidad. El reguetón está acabando con la visibilidad de otros estilos. La industria no quiere otra cosa”, explica. En la misma línea se manifiesta la rapera Mabiland, una de las voces más interesantes del nuevo panorama de música urbana de Medellín: “El mundo del reguetón es muy hermético y al final impone su ley cuando este país es realmente un hervidero de sonidos”.
Medellín perrea sin parar. Se pueden ver parejas, pero también grupos enteros. En Perro Negro, Camila menea insistentemente las caderas junto a Samuel. Se suman más chicas. “Vamos a portarnos mal, pa sentirnos bien”, dice ella con una sonrisa antes de moverse como una culebra provocadora. Mientras la temperatura caribeña de la noche anda elevándose, todos desprenden un ritmo endiablado, muy carnal y sexualmente letal.
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