La inesperada amenaza de los elefantes hambrientos
Granjas de Zimbabue que han prosperado gracias a la irrigación y a la energía solar reciben ataques de paquidermos que ponen en riesgo su viabilidad y la seguridad de las comunidades
Cuando se instaló en 2016 una de las primeras minirredes solares de Zimbabue en Mashaba, un pueblo propenso a la sequía, sus habitantes pensaron que sus problemas se resolverían.
La energía limpia y barata hacía funcionar las bombas de riego que mantenían verdes los campos de trigo, de maíz y de hortalizas de la comunidad, a pesar de que las sequías provocadas por el cambio climático secaban el paisaje circundante.
Pero estos verdes campos han creado un nuevo problema en Mashaba: las manadas de elefantes hambrientos. Como la sequía hace que la hierba y otros forrajes sean más difíciles de encontrar, los paquidermos han empezado a invadir las tentadoras zonas de regadío del pueblo, destruyendo los cultivos y los canales de riego y sacando de quicio a los agricultores.
“Tenemos que montar guardia en nuestros campos toda la noche desde las seis y media de la tarde hasta las tres y media de la madrugada. Golpeamos cazuelas, latas, sartenes, tambores o cualquier cosa que haga ruido para espantar a los elefantes”, explica Daniel Nyathi, un agricultor de Mashaba, a la Fundación Thomson Reuters. “Todas las noches hacemos hogueras al borde de nuestros campos, encendemos linternas y aceleramos el motor de un tractor toda la noche, con la esperanza de que eso les asuste”, prosigue Nyathi, que dirige el proyecto de riego Rustlers Gorge de 42 hectáreas, que abastece a 2.800 familias locales.
Según los vecinos de Mashaba, hasta 60 elefantes parecen considerar que los campos de regadío del pueblo son una de sus principales fuentes de alimento. Cuentan que estos animales han sido un problema ocasional, especialmente desde 2017, porque las condiciones se han vuelto más secas, pero añaden que las invasiones se han intensificado considerablemente desde que se inició el proyecto de irrigación.
Win Sibanda, uno de los líderes del pueblo de Mashaba, comenta que le da miedo que las invasiones de elefantes casi diarias en los campos de la comunidad provoquen que la cosecha del mes que viene no sea muy buena si no se aborda el problema.
Ahora mismo, “la única solución práctica para los agricultores es montar guardia y espantarlos”, asegura. “Si el número de elefantes es inferior a cinco, los aldeanos pueden lidiar fácilmente con ellos. Pero cuando toda la manada entra en el campo es un problema. Nadie se atreve a provocarlos porque eso es más peligroso”, afirma.
Menos lluvia, más pelea
Como el empeoramiento de las sequías hace que las condiciones para los agricultores y la fauna en el sur de África sean más difíciles, se prevé que estos enfrentamientos se vuelvan más problemáticos a medida que surjan proyectos de riego para ayudar a las comunidades a adaptarse a unas condiciones más secas.
Sithokozile Nyathi, de 36 años, y propietaria junto con su marido Daniel de una granja que se encuentra dentro del proyecto de regadío Rustlers Gorge, afirma que el pueblo se ha transformado en un cinturón verde con la introducción de la minirred.
Los vecinos de Mashaba aseguran que 60 elefantes parecen considerar que los campos de regadío del pueblo son una de sus principales fuentes de alimento
El proyecto solar de 3,2 millones de dólares fue financiado por la Unión Europea, junto con el Fondo para el Desarrollo Internacional y el Medio Ambiente Mundial de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), como parte de sus esfuerzos para fomentar el acceso universal a la energía moderna en zonas rurales.
Los 400 paneles solares de la red proporcionan energía a varios proyectos de irrigación, a la escuela primaria de Mashaba, a un consultorio local y a un pequeño centro comercial con cuatro tiendas y un punto de distribución de energía, explica Shepherd Masuka, jefe de proyecto de Practical Action, una organización caritativa para el desarrollo que supervisó la construcción del proyecto.
Sithokozile Nyathi afirma que la red ha permitido que los agricultores obtengan unos ingresos constantes con sus cultivos, en vez de depender simplemente de unas precipitaciones cada vez menos fiables.
“Todas las mañanas andamos más de dos kilómetros desde nuestras casas hasta el proyecto de regadío para trabajar todo el día en los campos”, cuenta. Pero se lamenta de que ahora los agricultores tienen que trabajar también por las noches solo para mantener alejados a los elefantes.
Buscando soluciones
Los habitantes trabajan con la Autoridad para la Gestión de la Fauna y de los Parques de Zimbabue (ZimParks), que vigila los animales del país, para encontrar una solución.
Kwanele Manungo, que ayuda a gestionar el trabajo de la autoridad en el sur de Zimbabue, explica que enviaron a un equipo de guardabosques a Mashaba en julio para abordar el problema. Aconsejaron cavar unas zanjas de un metro de profundidad alrededor de los campos de regadío y usar una técnica tradicional según la cual se colocan montones de excrementos de vaca que arden lentamente a lo largo de su perímetro. Manungo indica que el equipo, que estuvo en la zona durante un mes, “acabó marchándose del lugar porque los elefantes no volvían”. Y se aconsejó a los miembros de la comunidad que volviesen a llamar si tenían más problemas. “En el peor de los casos, abatimos a un líder de los elefantes amenazadores o los asustamos usando petardos”, afirma.
Pero los directivos de Practical Action afirman que hay que encontrar “soluciones duraderas” para las invasiones de elefantes en las tierras de cultivo de regadío. Tinashe Farawo, portavoz de ZimParks, explica que la organización se queda a veces sin fondos del Gobierno para sus programas de gestión de la fauna y se ve obligada a autofinanciarse. Y confirma que eso puede significar que los agricultores que piden ayuda tengan que costear con su dinero el transporte y la comida de los guardabosques.
Zimbabue puede acoger a unos 55.000 elefantes, pero ahora hay unos 85.000, según una agencia del Gobierno
Zimbabue obtuvo casi 2,5 millones de euros con la venta de 90 elefantes a China y a Dubái entre 2012 y 2018, en un esfuerzo por reducir su número y conseguir más ingresos, señala Farawo. “Creemos en el uso sostenible de nuestros recursos, y estos elefantes deben pagar por su mantenimiento”, declara en una entrevista telefónica.
Según los datos de ZimParks, el país puede acoger a unos 55.000 elefantes, pero ahora hay unos 85.000. Según los funcionarios, el número cada vez mayor de estos mamíferos probablemente sea una de las causas del incremento de las invasiones de granjas.
Farawo señala que los conflictos entre la gente y los animales han hecho que 200 personas pierdan la vida en Zimbabue durante los cinco últimos años.
En una cumbre sobre los elefantes celebrada en mayo en Botsuana, los países del sur de África, cuyo territorio forma parte de la zona de conservación transfronteriza del Kavango-Zambezi (que incluye partes de Botsuana, Zimbabue, Namibia y Zambia), declararon que albergan la mayor población de elefantes africanos. De hecho, Botsuana levantó por aquella época la prohibición de cazar a estos animales precisamente por los problemas que crean.
Las autoridades presentes en la cumbre anunciaron que coordinarían sus esfuerzos para estudiar las poblaciones de elefantes y hacer un seguimiento. También señalaron que, a medida que el número de elefantes en la región se incrementa, los conflictos entre los animales y la gente aumentan como consecuencia de las presiones producidas por el cambio climático y la lucha cada vez más intensa por unos recursos limitados.
Información de Lungelo Ndhlovu; editado por Laurie Goering. Traducción de Newsclips. Publicado originalmente en inglés por la Fundación Thomson Reuters, la sección sin ánimo de lucro de Thomson Reuters dedicada a informar sobre temas humanitarios, derechos de las mujeres y LGTB+, tráfico de personas, derechos de propiedad y cambio climático.
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