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Zimbabue resiste

La agricultura representa un 14% de la economía de este país azotado por el cambio climático. La mecanización es clave para que los campesinos puedan sacar rendimiento a sus tierras

Chikimbingo Thecla, de 67 años, pasea por su maizal ubicado en Juliasdale, en la provincia de Nyanga.
Chikimbingo Thecla, de 67 años, pasea por su maizal ubicado en Juliasdale, en la provincia de Nyanga.A. Agudo
Alejandra Agudo

Lluvias escasas y erráticas. Este es el principal desafío que enfrentan los agricultores de Zimbabue, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Su actividad aporta en torno al 14% del Producto Interior Bruto (PIB) del país y de ella depende la seguridad alimentaria de la población (16,5 millones). El cambio climático que provoca alteraciones en los ciclos fluviales, principalmente sequías en esta zona del mundo, supone una amenaza añadida para la débil economía, alterada por la convulsa situación política, y el ya maltrecho estado nutricional de los zimbabuenses, en emergencia sanitaria por una reciente epidemia de cólera. Y ante la disyuntiva de adaptarse o pasar hambre, el Fondo para la Resiliencia de Zimbabue trata de conseguir lo primero para evitar lo segundo. 

"Es rentable ser agricultor en Zimbabue, pero lo que me está afectando es la falta de agua", afirma Chikimbingo Thecla, de 67 años, mientras pasea por su maizal ubicado en Juliasdale, en la provincia de Nyanga. "Tendría mejores cosechas si tuviera un sistema de irrigación más eficiente. Los cultivos sufren estrés. Mira [muestra una mazorca seca] esto no está bien". La mujer subraya que el clima es muy inestable. "Sobre todo desde 1998. De repente hay mucha lluvia o llueve muy poco. En ambos casos, la cosecha se nos echa a perder. Antes, podías predecir cómo iba a ser la temporada, pero ahora es imposible", continúa.

Para poder cambiar su sistema de riego, Thecla necesita dinero. Y para obtener más ingresos, debe aumentar su productividad. Y, para conseguirlo, el Fondo para la Resiliencia de Zimbabue le ha ofrecido una solución: la mecanización. Alec Marwa, un joven emprendedor de 26 años, trabaja la tierra de la mujer con un pequeño tractor que ha adquirido con ayuda del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Comité Internacional de Rescate y el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo. Estas organizaciones han cubierto el 50% del coste; la otra mitad, la reembolsará Marwa a plazos, un dinero que será reinvertido en un fondo para subsidiar a ortos jóvenes interesados en comprar más máquinas.

Alec Marwa, de 26 años, presta servicios a pequeños agricultores con su tractor financiado parcialmente por el PNUD.
Alec Marwa, de 26 años, presta servicios a pequeños agricultores con su tractor financiado parcialmente por el PNUD.A. Agudo

"Estoy empezando. Ya veremos cómo funciona este mecanismo. Nos dijeron que nos llevaría tres años pagar la máquina y, de momento, no ha dado problemas técnicos", relata Marwa mientras arranca el motor para demostrar sus palabras. "Con este tractor puedo trabajar entre cuatro y cinco hectáreas al día. Y como me pagan 50 dólares por hectárea, con esto puedo vivir", añade el joven que antes de tomar esta oportunidad estaba en situación de desempleo. 

Para Thecla, este sistema también supone una ventaja. Sin el tractor, antes les costaba 250 dólares abrir, plantar y cerrar una hectárea de tierra. Ahora, solo 50. Más barato y más rápido. Lo mismo ocurre con las máquinas de limpieza de maíz que el Fondo para la Resiliencia facilita a jóvenes emprendedoras —la mayoría son mujeres—. Sin estos artilugios hacen falta 12 personas para limpiar una tonelada al día; con ellos, tres personas terminan con ocho toneladas en una jornada. "Esto hace nuestra vida más fácil. Hacer todo a mano lleva mucho tiempo. Ahora, con las máquinas ahorro porque produzco más", afirma la agricultora. Y no solo podrá obtener más ingresos para instalar un sistema de riego, como sueña hacer, sino que da empleo a cuatro personas y dispone de más ratos libres para dedicárselo a la música y la lectura. "Y jugar con los niños, con mis nietos", agrega.

Sin máquinas de limpieza de maíz, hacen falta 12 personas para limpiar una tonelada al día; con ellas, tres personas limpian ocho toneladas en una jornada.
Sin máquinas de limpieza de maíz, hacen falta 12 personas para limpiar una tonelada al día; con ellas, tres personas limpian ocho toneladas en una jornada.A. Agudo

"La agricultura está muy poco mecanizada. Lo que hemos pensado es mejorar la productividad y resiliencia con máquinas pequeñas, no muy caras", resume Frédéric Baudron, agrónomo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, la organización que está liderando el programa de mecanización a pequeña escala del Fondo para la Resiliencia, una iniciativa multidonante en la que participan la Unión Europea (25,3 millones de euros), la Agencia de Desarrollo Internacional Sueca (siete millones), el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (27 millones) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (1,7 millones).

"No es viable para los agricultores individuales poseer pequeños tractores y operarlos en su granja. Pero un modelo donde los emprendedores rurales proporcionan mecanización a los agricultores es rentable tanto para los proveedores de servicios como para sus clientes", justifican los donantes de este programa con el que planean equipar a 30 jóvenes como Marwa con tractores de dos ruedas, plantadores y remolques, a través del sistema de pago parcial.

"Se trata de conseguir que los agricultores hagan crecer sus negocios y ser más productivos. Pero no solo para obtener más ingresos, sino también para mejorar la seguridad alimentaria", advierte Michele Schivo, responsable del proyecto en la UE.

Nyasha Nyagwaya, de 27 años, ha escolarizado a su hija Wadzanai Bhanya, de poco más de dos años, gracias a un préstamo del grupo de ahorro de su comunidad en Jualiasdale.
Nyasha Nyagwaya, de 27 años, ha escolarizado a su hija Wadzanai Bhanya, de poco más de dos años, gracias a un préstamo del grupo de ahorro de su comunidad en Jualiasdale.A. Agudo

Este tipo de programas son un respiro para los agricultores de un país que desde 2015 ha afrontado sus peores sequías de las últimas tres décadas debido al azote del fenómeno climático El Niño. "Y el sector campesino, que produce el 70% de los alimentos básicos (maíz, mijo y maní), es particularmente vulnerable", remarca la FAO. Esto explica parcialmente por qué en Zimbabue, en el puesto 156 de 189 del último Índice de Desarrollo Humano de la ONU, menos del 10% de los niños de seis a 24 meses de edad consumen una dieta mínima aceptable. Según la organización, además, si viven en áreas rurales lo tienen aún peor, pues es más probable que sufran retraso en el crecimiento que aquellos en áreas urbanas "debido a una menor disponibilidad de alimentos causada por el bajo rendimiento agrícola".

Los trabajos de adaptación de los cultivos y procesos agrícolas al cambio climático no protegen a los campesinos de cualquier adversidad. Por eso, no solo deben aprender a esquivar los golpes, sino a reponerse de ellos cuando son inevitables. Para ello, el Fondo para la Resiliencia de Zimbabue ha fomentado la creación de grupos de ahorro. La comunidad aporta dinero periódicamente a una hucha común y pide préstamos cuando lo necesita. Así, si les vienen mal dadas, las familias no tienen que renunciar a una buena alimentación o el pago del colegio de los niños. Nyasha Nyagwaya, de 27 años, ha escolarizado a su hija Wadzanai Bhanya, de poco más de dos años, gracias a este sistema. Más liberada de tener que cuidar de su niña a todas horas, la madre cursa secundaria. Su sueño: llegar a la universidad. “Para estudiar contabilidad, pero es caro, cuesta unos 1.600 dólares al año”, lanza una mirada al resto de mujeres del colectivo en Juliasdale a las que, quizá, pida ayuda para lograr su objetivo en el futuro.

"Podemos reducir la ayuda humanitaria, que es muy costosa, en caso de crisis alimentarias, si fortalecemos los mecanismos y la capacidad de recuperación y respuesta a estos golpes de las comunidades. Creemos que este es el modo más eficaz de ayudar", recapitula Schivo.

La UE se hizo cargo de la logística para hacer posible la realización de este reportaje en terreno.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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