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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

Marianne: el consumo responsable hecho persona

Retrato de una defensora a ultranza de otro estilo de vida

Fred Davis vía Flickr / Creative Commons
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Marianne es ingeniero agrícola de profesión y de vocación. Y es una de mis heroínas preferidas del consumo responsable. Le encanta su trabajo: desde hace casi 20 años se dedica a pasearse por las explotaciones de su zona, cerca de Lyon (Francia), para acompañar a los criadores de vacas lecheras en su reconversión de lo convencional a lo bio. El mercado está en plena expansión: en su región cuando ella llegó había unas 40 explotaciones bio de vacas y hoy son unas 500. El tirón del consumidor se ha hecho notar. Entre 2017 y 2018 aumentaron en Francia las ventas de leche bio en un 20%, un récord no superado por ningún otro sector alimentario. El trabajo, cuenta ella, la convirtió pronto en consumidora archiconvencida de lo bio. Aprovecha las visitas de trabajo para comprar queso a sus clientes: consigue así conjugar lo bio y lo local sin problemas.

Cerca de su casa se instala un mercado dos veces por semana, pero ella no le hace ni caso: son comercializadores de frutas y verduras quienes se instalan allí, y no productores locales. Así que ni corta ni perezosa los miércoles por la mañana se toma la molestia de desplazarse un poco más lejos de casa para comprar en un mercado de productos exclusivamente bio. De hecho los productores instalados sobre la plaza aprovechan su visita para pedirle consejos técnicos. Marianne se lamenta de que Francia es el tercer mayor consumidor mundial de productos fitosanitarios para la agricultura, lo que está destrozando los suelos, y que por eso hay que volver a lo natural y no tóxico.

Las asociaciones de estudiantes organizan talleres de do it yourself  de cosmética y de menaje dirigidos a los jóvenes

Mi amiga ha aprendido lecciones de consumo responsable en los contextos menos esperados. Cuando nació su hija pequeña, hace 13 años, decidió que iba a utilizar pañales lavables. Al inscribir a su bebé en la guardería pensó que no le aceptarían este tipo de pañales puesto que conlleva más trabajo, pero no fue así. Es más, le enmendaron la plana pero por otra cuestión. Con los pañales Marianne llevaba a la guardería una bolsa de plástico para que pudieran depositar dentro los sucios y así llevarlos a casa a lavar. La responsable le dijo que, si quería ser completamente consecuente, debía llevarles una bolsa de tela en vez de una de plástico. Marianne encajó perfectamente el reproche. Fue a comprar tela y cosió en su máquina de coser una bolsita para satisfacción del personal de la guardería.

Una visita a una casa a orillas del Sena cambió también de forma inesperada su vida y la vida de su familia. El Sena sufre de vez en cuando crecidas que llegan a inundar temporalmente buena parte de la orilla. Fue a visitar una propiedad que había sufrido recientemente un desbordamiento del río. Marianne descubrió con horror cómo el jardín, que daba al río, estaba literalmente tapizado por centenares de bastoncitos de algodón, los que se utilizan para la higiene de las orejas. Desde ese día nefasto los bastoncitos fueron declarados en su casa objetos non gratos.

En casa de Marianne no hay bastoncitos de algodón ni por casualidad
En casa de Marianne no hay bastoncitos de algodón ni por casualidadVía Flickr / Creative Commons

Los hijos de Marianne siguen los pasos de su madre. La mayor decidió al llegar a la universidad que ella misma se haría sus productos de cosmética. De hecho las asociaciones de estudiantes organizan periódicamente talleres de do it yourself de productos de cosmética y de menaje dirigidos a los jóvenes puesto que, además de proteger el planeta, consiguen así ahorrarse algo de dinero.

La asociación de promoción de la agricultura bio para la que trabaja Marianne también está impulsando cambios en el consumo de sus trabajadores. La asociación organizó para su personal un seminario profesional sobre el calentamiento global. Después de oír las peroratas alarmistas sobre la situación del globo terráqueo, se invitó a todo quisque a sentarse a la mesa para entre todos buscar soluciones encaminadas a reducir o mejorar el consumo de la empresa.

Entre las ideas propuestas por el equipo: hacer libretas con papel reciclado, eliminar los lápices que son estructuras de plástico con minas dentro y volver al tradicional lápiz de papel; pasarse al sacapuntas metálico; limitar el envío de emails (por ejemplo evitar el “responder a todos”); compartir el vehículo en trayectos conjuntos.

Marianne quisiera mejorar en el capítulo transporte pero es complicado en su caso. Es verdad que por su trabajo tiene que desplazarse todo el santo día en coche, como es el caso de muchos franceses. Está contenta, sin embargo, porque su marido se ha comprometido a ir a su trabajo, en un hospital, en transporte público tan pronto como acaben una nueva línea de tranvía en su barrio que le conectará directamente con su centro de trabajo.

De momento Marianne ha hecho un paso en la buena dirección: recientemente ha renunciado ya al coche para ir hasta París, donde debía seguir una formación, y se ha subido al tren (del futuro). Su historia es la de alguien que no cambió su consumo de la noche al día sino que de alguien que está constantemente intentando mejorar su impacto. Por eso es para mí una heroína del consumo responsable.

La nueva línea de tranvía de Lyon permetirá acudir al trabajo en transporte público al marido de Marianne y a muchos otros ciudadanos,
La nueva línea de tranvía de Lyon permetirá acudir al trabajo en transporte público al marido de Marianne y a muchos otros ciudadanos,Yves Boutherand vía Flickr / Creative Commons

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