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Solo hace falta una bicicleta

Nacho Doce (Reuters)

EN ESE INSTANTE, en medio de esta sosegada playa brasileña, con ese adulto unos pasos atrás distraído con algo que lleva en sus manos, contemplamos, con una sencillez diáfana, un hecho tan mínimo como de descomunal importancia: una niña corre hacia una bicicleta. La bici, de pie, tan mansa sobre la arena, parece una promesa de que la vida es llana, simple y bella; de que solo harán falta sus ruedas, las piernas de la pequeña y la cercanía de un hombre en bermudas para que el mundo sea siempre perfecto. La fotografía congela esa posibilidad; detiene, eternas, las pisadas frescas de ella y el reflejo de él sobre el agua, y nos permite creer que todo esto es verdad. 

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