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No hay jóvenes (cualificados) para tanto trabajo

El programa Neo trata de cerrar brechas entre la falta de habilidades latinoamericanos de los estudiantes y la demanda de las empresas

El desempleo juvenil en Latinoamérica triplica a la tasa media.
El desempleo juvenil en Latinoamérica triplica a la tasa media. Gonzalo Rodríguez (PNUD)
Pablo Linde

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El mercado laboral en Latinoamérica es paradójico: mientras el desempleo juvenil está disparado (es tres veces superior a la tasa media), el 40% de las empresas tienen vacantes que no consiguen cubrir por no encontrar perfiles con las competencias necesarias.

Esto se explica con un tercer dato: más de la mitad de los chavales salen de la escuela sin las habilidades básicas que se suponía deberían haber adquirido. Les faltan tanto las competencias más teóricas (lectura, matemáticas...) como habilidades socioemocionales imprescindibles para casi cualquier trabajo. Hugo Ñopo, economista jefe de la Organización Internacional del Trabajo para América Latina, explica que existe un círculo vicioso: “Cuando preguntas a las empresas te dicen que prefieren emplear menos jóvenes porque son menos confiables; les preocupa la impuntualidad, la falta de compromiso, que no trabajan en equipo, que no tienen buenos estándares de comportamiento... No saben socializar en el centro de trabajo y tampoco tienen la oportunidad de entrar en uno, así que no aprenden”.

Hace cinco años nació el programa Neo, que pretendía dar una solución a estas paradojas. Elena Heredero, especialista líder de BID Lab, el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo, uno de los impulsores de la iniciativa, explica que tras estudiar el problema vieron que era “demasiado grande y multidimensional” como para buscar soluciones en un solo sector. “Es sistémico”, resume. Por eso, la idea no era enfocarse en quienes son jóvenes hoy, puesto que mañana dejarán de serlo, sino a formadores, agencias de empleo, docentes, empresas…

Neo se centra en dar respuesta a tres grandes carencias. La primera, la orientación vocacional. “Está muy descuidado en todo el sistema educativo, no se tienen en cuenta las habilidades socioemocionales, también llamadas blandas, que son fundamentales para el trabajo actual: comunicación, trabajo en equipo, resolución de problemas”, resume Heredero. El segundo pilar del programa son los servicios de empleo juvenil. “Los centros de formación no tienen servicios especializados que hagan un contacto permanente con las empresas”, añade la especialista. Por último, busca modernizar la pedagogía. En palabras de Heredero, “un aprendizaje activo que no se limite a la charla del profesor”.

El programa se ha implementado en 10 países de Latinoamérica. Se han integrado más de 1.500 empleadores y ha beneficiado a 380.000 jóvenes

El programa se ha implementado en 10 países de Latinoamérica. Se han integrado más de 1.500 empleadores y ha beneficiado a 380.000 jóvenes, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo.

Con el objetivo de cerrar las brechas entre la oferta y demanda del mercado laboral, cada país ha ideado una solución en función de sus características. Zuleika de Plazaola, que coordina el programa en Panamá, explica que el primer diagnóstico en el país fue un sistema educativo con muchas carencias. “Nos planteamos tres metas: incidir en programas de formación profesional, con estudios de oferta y demanda para saber qué necesitaba el mercado y qué se ofrecía. Diseñamos planes más a medida de lo que las empresas requerían. Pusimos en marcha cursos para mejorar la calidad de la docencia. Y, en tercer lugar, apostamos por la enseñanza vocacional, entrenando a orientadores para conducir a los jóvenes a lo que mejor se ajustase a sus preferencias y aptitudes”, detalla Plazaola.

En Panamá el programa echó a andar en 2016 como proyecto piloto y todavía no hay un estudio de resultados cuantitativos. La intención de sus promotores es ampliarlo para poder medir cómo incide en la empleabilidad de los jóvenes. De momento, ha dejado como herencia la herramienta Marca tu rumbo, que mide aptitudes e intereses de los estudiantes para guiarlos hacia los oficios a los que puedan sacar más partido.

Escalar este tipo de iniciativas es el principal reto. “Neo es un programa maravilloso, está bien diseñado, pero necesitamos convertirlo en una política pública”, argumenta Ñopo. “Cualquier Gobierno te va a decir que entiende el problema y que lo quiere resolver, pero aplicarlo de forma decidida en todo el territorio no es barato, ni en términos financieros ni de recursos humanos”, continúa. En opinión del experto de la OIT, a la par que se implementan este tipo de programas tiene que haber una revisión a fondo de los sistemas educativos para que provean a los jóvenes tanto de habilidades cognitivas como socioemocionales.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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