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Columna
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Apéndices del bipartidismo

La vuelta de una política de bloques ideológicos polarizados desdibujó el proyecto liberal de Ciudadanos

Ricardo Dudda
Rivera responde a los medios, el pasado jueves, en Bruselas.
Rivera responde a los medios, el pasado jueves, en Bruselas.LEO RODRÍGUEZ (EFE)

Los problemas son siempre de comunicación. También en política. Durante años, Ciudadanos ha intentado venderse como un partido liberal: discurso europeísta, anticorrupción, innovación y una especie de tecnocracia amable. Es un relato difícil de vender. El partido insistía en que existía un hueco para esa oferta ideológica, y se frustraba cuando les llamaban neoliberales cuando lo que vendían era socioliberalismo.

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La etiqueta liberal siempre ha sido ambigua. Es más una filosofía política o una disposición psicológica que una ideología o doctrina. El liberalismo es, a grandes rasgos, la aceptación del pluralismo y la complejidad. Para el liberal, como dice Edmund Fawcett, autor de Sueños y pesadillas liberales en el siglo XXI (Página Indómita), la democracia es la gestión del conflicto. Por eso, en cierto modo, la idea de un partido exclusivamente liberal es complicada. El votante siempre pedirá algo más, o preguntará de qué lado del liberalismo estás.

Tras unos años de un multipartidismo más o menos mestizo, donde parecían posibles alianzas extrañas (se hablaba de coaliciones PP-PSOE, Cs-PSOE), la vuelta de una política de bloques ideológicos polarizados desdibujó el proyecto liberal de Cs. El partido viró a la derecha. Su objetivo sería el sorpasso al PP, renovar el centroderecha. Esa decisión redujo la incertidumbre (el votante ahora ya tiene más claro lo que vota cuando vota a Cs), pero produjo melancolía en quienes soñaban con un partido que rompería bloques ideológicos.

La decisión de Ciudadanos de vetar al PSOE, no solo a nivel nacional sino regional y municipal (salvo en contadas excepciones), es coherente con el nuevo partido, que ha olvidado sus orígenes. El simpatizante socialdemócrata del partido recuerda que Cs surgió para centrar y moderar al PSOE (Ciutadans se formó en parte por exmiembros del PSC), y afirma que en el ADN del partido en Cataluña estaba evitar que gobiernen los nacionalistas. Pero el sector liberal conservador se defiende diciendo que las cosas han cambiado y que la mayoría de sus críticos nunca votarían a Ciudadanos. El PSOE, dicen, es irreformable, y las críticas de los fundadores (Francesc de Carreras e incluso Arcadi Espada) no pintan nada en las decisiones del partido.

Si los socialdemócratas de Cs están un poco perdidos (el partido lleva años mandando señales obvias de que ya no quiere ser un partido socioliberal), los liberal conservadores están en una arriesgada huida hacia adelante: prefieren dar la alcaldía a un independentista o pactar con la ultraderecha antes que evitar que Sánchez gobierne con los nacionalistas. Es algo incomprensible en un partido que ha basado toda su campaña, incluso en las municipales y autonómicas, en el antiindependentismo (en Murcia, por ejemplo, la líder de Cs exigió al PSOE que apoyara la aplicación del artículo 155).

Es poco probable que Ciudadanos dé el sorpasso al Partido Popular en el corto plazo. El partido ha acabado convertido en una especie de apéndice reformista del PP, del mismo modo que Podemos es un apéndice radical del PSOE. Rivera e Iglesias se vieron a sí mismos en el trono, pero han acabado de muletas del bipartidismo.

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