C. Tangana, viaje al fin de la noche en Los Ángeles
Esta es la crónica de un periplo por Los Ángeles junto a Antón Álvarez Alfaro, alias C. Tangana. El ídolo de la música urbana hecha en España llegó a la cima tras varios fracasos y una retirada. Renació como una estrella que impone su ley en el mercado latino. Ahora lucha por consolidar desde este rincón de California su huella en Estados Unidos. Entre descapotables, fiestas y resacas, seguimos sus pasos y los de sus camaradas al asalto a la ciudad de los sueños.
“Es un veneno que llevo dentro, en la sangre metido”
Un veneno
Una noche reciente en Hollywood, el cantante C. Tangana tenía reservada una gran mesa en El Floridita para una docena de comensales al borde de la pista de baile que preside este divertido restaurante con música en vivo de Los Ángeles. La temperatura en la calle, como suele ser habitual en la ciudad más poblada del Estado de California, era cálida y concupiscente. Mientras la banda afinaba los instrumentos, Tangana y varios de sus acompañantes, españoles residentes en Los Ángeles y otros venidos desde Madrid, salían a fumar algo, matando el tiempo antes de la cena. Cuando los platos de churrasco a la brasa y de ropa vieja con verduras asadas empezaron a llegar a la mesa, la tropa de veinteañeros embriagados de ilusiones artísticas tomó asiento junto a la pista coronada por una refulgente bola de espejos. En el escenario, sobre el que colgaban pesadas cortinas rojas, el bajista lanzaba unos acordes previos a la descarga con el cuerpo de cinco percusionistas, alineados junto al teclista y los tres instrumentistas de viento. Cerveza en mano, vestido con vaqueros negros y jersey a juego con estampados de flores, ostensibles joyas que son amuletos —anillos y cadenas de oro colgando del cuello, esclava en la muñeca derecha y Rolex de acero, oro y diamantes en la izquierda—, Tangana levantó la mirada hacia el extremo contrario de la pista. Allí divisó a un caballero corpulento de pelo blanco y cuidada perilla negra, enfundado en traje azul con camisa celeste, corbata a juego y zapatos lustrosos, que apoyaba el codo derecho en una concurrida mesa mientras contemplaba en silencio a la banda y parecía sacado de una película de Scorsese.
—Ya verás la que lía ese tío cuando suene la música y salga a bailar— dijo Tangana.
A su alrededor, compartiendo platos, cervezas y daiquiris, había comensales como Álvaro Santos Bacana, realizador que vive en West Hollywood desde hace cuatro años con su pareja, la periodista y estilista María Estrada. También estaba allí Mariano Schoendorff, otro realizador afincado en Los Ángeles; Roger González, también conocido como Rogelio, cineasta, patinador y cofundador del colectivo de skaters Sevenmad en Madrid, muy ligado a Santos Bacana y al que suele venir a visitar a menudo, y Álex Turrión, estilista personal de Tangana, que luce brazos tatuados y el cabello pintado de rojo. De una u otra forma, todos están ligados a Little Spain. Un sueño concebido por Santos Bacana para aglutinar a un grupo de españoles expatriados en Los Ángeles que tratan de abrirse paso aquí con su talento. Entre los integrantes de esta comunidad de mileniales intrépidos hay productores, estilistas, directores de fotografía, diseñadores, cineastas… Junto a otros que no estaban aquella noche reciente en El Floridita de Hollywood, varios miembros del colectivo rodaron en este mismo local exuberantes planos del videoclip Un veneno. Más allá de la polémica que provocó la presentación de la canción en el programa Operación Triunfo, de donde Tangana se marchó tras actuar sin conceder declaraciones, el lanzamiento del vídeo hace meses supuso la carta de amor del cantante y sus compinches de Little Spain a las huellas latinas de Los Ángeles.
En efecto, cuando la banda arrancó la descarga de tumbaos, el tipo que parecía sacado de una película de Scorsese la lio en la pista de baile. Pero su intervención no fue más espectacular que la de una pareja formada por un sesentón con hechuras de exmarine y bigotillo moreno abrazado a una joven despampanante ataviada con vestido negro y tacones a juego. Los dos dejaron claro quién manejaba el cotarro en El Floridita. Parecía como si el videoclip de Un veneno se hubiera hecho carne, entre el sudor de la noche y la banda cantando a ritmo de fuego: “¿Quién te dijo a ti que yo me enamoré…?”.
Horas antes de aquella velada, en los jardines del célebre hotel hollywoodiense Chateau Marmont, donde también se rodaron planos de Un veneno, Tangana reflexionaba ante un Macallan con hielo sobre su enamoramiento con Los Ángeles y con estos compatriotas de Little Spain a los que cada vez visita con más frecuencia.
—A Los Ángeles tengo que venir a vivir esto que me está pasando. Grabar vídeos aquí. Hacer canciones aquí. Enamorarme aquí. Que tengan que venir aquí pa verme… No sé si me imagino vivir en algún sitio ya, pero yo apagaría el móvil y me quedaría aquí.
—Sin embargo, de un tiempo a esta parte se hace llamar El Madrileño.
—Madrid me aporta todo. Me gusta el papel que desempeña lo castizo en la cultura española. La chulería madrileña, la determinación, el sentimiento de acogida… Ahora me quiero ir de Madrid, con independencia de este enamoramiento con Los Ángeles, porque siempre he vivido allí. Y necesito cosas nuevas. Alimentar mi cerebro, mi ojo, mi oído. Cuando entendí esto, cuando quise irme, fue cuando me puse El Madrileño.
“Y si parezco un hijoputa, qué le voy a hacer”
Para repartir
Tangana había llegado un par de noches antes a Los Ángeles, donde hizo una parada de tres días previa a la gala de los Billboard Latin de Las Vegas. Aterrizó en el aeropuerto internacional a media tarde de un sábado procedente de Madrid y recogió su equipaje visiblemente ojeroso, vestido con un chándal gris y chillonas zapatillas deportivas de color naranja flúor. Le acompañaban su estilista, Álex Turrión, y Leo, jefa de producto en la discográfica Sony que se coordina con Kigo, el mánager del cantante y ausente en este viaje. La noche anterior al vuelo, había lanzado en su canal de YouTube el tema Ontas, cuyo título corresponde a la viralizada contracción de la pregunta “¿Dónde estás?” que se mensajea con ese formato a quien se quiere proponer un revolcón. De camino al muy cool hotel The Standard en West Hollywood, Tangana comprobó en su teléfono con cara de satisfacción el marcador de visualizaciones en YouTube de la canción, que supera los seis millones de visitas.
Tras un duchazo en la habitación 234, Tangana bajó a la terraza del hotel en compañía de Álex Turrión. Vestido con traje oscuro, camiseta blanca sin mangas y zapatos negros, pidió cerveza Peroni y chuletón medium rare para cenar. Poco a poco se fueron sumando varios integrantes de Little Spain y otros amigos. Santos Bacana y María Estrada; la productora y directora de fotografía Cristina Trenas; la actriz Songa Park, madrileña de origen coreano que estaba en Los Ángeles visitando a su hermana… El último en llegar pasada la medianoche fue Roger González. Recién aterrizado desde México, venía de pasar unos días con su colectivo de skaters Sevenmad. Roger sacó una botella de mezcal de la maleta y tras unos lingotazos la tropa se repartió en varios uber de camino al pub Blue Collar. Allí cayeron un par de rondas hasta que Tangana decidió ausentarse. Al rato, reapareció con una gran caja de cervezas mexicanas en una mano y sendas botellas de vodka y whisky en la otra gritando: “¡Nos vamos pal estudio de Milkman!”.
El estudio de grabación de Milkman, un exitoso productor musical de origen mexicano afincado en Los Ángeles que trabaja con estrellas del reguetón como J Balvin y ha dado forma al sencillo de C. Tangana Fácil, está en la calle trasera de un club de striptease. En la primera planta de los dominios de Milkman, ausente aquella noche, su hermano y otro colega Dj de Puerto Rico pinchaban ante una concurrencia que recibió efusivamente a Tangana y su tropa. Por allí andaba también el guatemalteco Jesse Báez, que puso su voz en Fácil. Durante la improvisada fiesta, las pulsaciones fueron acelerándose a través de pasillos en penumbra y al son de las copas, los selfis y los bailoteos. Llegado el momento, alguien gritó que había que ir a una sala de la planta baja del estudio para ver antes de su lanzamiento el videoclip de la canción Para repartir. Tangana lo había grabado semanas antes en La Habana junto a una nutrida representación de Little Spain. Y supone una nueva reivindicación del antihéroe latino que pone la vida en juego. El sonido de este sencillo está preñado del Caribe cubano, a años luz de la etiqueta del trap que ha estado presente en C. Tangana y de la que él abomina. Para repartir es también una nueva huida hacia delante de uno de los más destacados exponentes de la música urbana hecha en español, que sin embargo aspira a ser un escritor de boleros, baladas y tangos. Como tal, aquella noche supo escaparse antes del amanecer bien acompañado.
—Escapar es mi idiosincrasia. Siempre siento que estoy en un sitio donde no tengo que estar. Me viene desde el colegio, donde era popular e impopular a la vez. En la música también he sido popular e impopular. Mis letras siempre giran en torno a esto. Desde un sonido, al que cuando agarro trato de huir de él, hasta mi forma de escribir sobre el amor, la ambición, la pasión… Cuando surgió el nombre de C. Tangana, lo que yo quería era escapar del verano en Madrid. Tenía un barullo en la cabeza. Y aquella mixtape de C. Tangana hablaba mucho de estar lejos de aquí. Huir de Crema [su anterior nombre artístico], del sonido del rap. La clave de cómo he llegado hasta aquí es la huida. Y con el trap me pasa lo mismo: en cuanto me meten ahí, ya me quiero salir. Eso es lo que me trae hasta aquí, a Los Ángeles. O lo que me ha llevado a Cuba. Mi lugar es el viaje. El nómada. El tío que se está moviendo.
“Sé follarme a la fama, nunca duerme en mi cama”
No te pegas
La resaca de la mañana siguiente fue dura. Tangana salió del hotel The Standard de West Hollywood más allá del mediodía vestido con traje gris, camisa en tonos burdeos y mocasines de borlas a juego. Aunque era domingo, encontró un peluquero en Sunset Boulevard que le dejó las sienes al cero y le recortó la barba. La primera cerveza con los compinches de Little Spain cayó en el mítico Canter’s Deli. Un extravagante personaje con aspecto y peinado inenarrables se acercó a la mesa empuñando un acordeón que se puso a tocar a toda pastilla. En cuanto se percató de la nacionalidad de los comensales, se arrancó por Y viva España, que la tropa cantó alegremente a pesar de las grandes dosis de ibuprofeno y las caras ocultas tras gafas de sol. La surrealista escena quedó retratada en varios teléfonos y subió al instante a Instagram Stories. Las alitas de pollo y los gofres con sirope de arce ayudaron a templar la resaca antes de regresar al hotel, donde la tropa se metió en la habitación 234. El cantante posó allí con el torso desnudo para estas páginas. Cien por cien chulo madrileño. Perfil griego y corte de pelo de indio mohawk. Cuerpo menudo de imponentes hombros, espaldas y brazos que delatan al púgil aficionado que fue durante una época. Nariz rota en el cuadrilátero. Ojeras de noctámbulo cien por cien. Un nuevo cambio de ropa para las fotos y salto al BMW descapotable de Santos Bacana para rular hacia el ocaso con Santos, Roger y Mariano.
Tangana conoció a Santos a través de Roger González. Este, a su vez, había grabado un videoclip de Tangana con su formación de rap Agorazein. Después de la gala de los premios Grammy Latinos de 2017 en Las Vegas, Santos y Roger quedaron con él para rodar allí No te pegas. La noche anterior, sin el plan de producción ultimado, el cantante se dedicó a perder mil dólares en un casino mientras Roger y Santos iban reclutando chicas en varios clubes de striptease. A la mañana siguiente, el dúo de realizadores se metió en la habitación de Tangana con un par de langostas, botellas de champán y varias stripers luciendo lencería fina. “¡Esta es la vida que siempre has querido vivir!”, gritaron Santos y Roger. El videoclip lo dejó bien claro. Y el flechazo entre los tres dura hasta hoy. Su fruto es Little Spain. “Esto nace porque a Santos le gustaría tener una idiosincrasia particular siendo emigrante en Los Ángeles”, cuenta Tangana. “Le hubiera molado que hubiese aquí un barrio como Little Italy, como Little Ethiopia. Esa idea es como un gesto, una representación del amor a España, la ambición americana y el choque y la nostalgia, que también tiene que ver con Cuba”.
“Me ha cogío la depresión en un Ferrari”
Llorando en la limo
Después de contemplar el ocaso en Elysian Park y de pasear en el descapotable de Santos, la tropa se refugió en un diner. A la mesa se unió Arnau Valls Colomer, director de fotografía de películas como Tarde para la ira. Valls Colomer también ha participado en el videoclip Para repartir, rodado recientemente en La Habana. Entre hamburguesas y cervezas, Tangana se puso en pie y se arrancó por El Pescaílla. “¡Tanto tieeeeeeeempo disfrutamos de este amor!”. Y acto seguido dijo: "Sabor a mí es mi canción favorita de todos los tiempos. El Pescaílla era necesario para que pudiera existir nuestro Julio Iglesias. Fue como nuestro Frank Sinatra. Ellos dos son dos de mis grandes referentes a nivel cultural, no solo por la música”.
De una forma o de otra, Antón Álvarez Alfaro, madrileño de 1990 más conocido como C. Tangana, siempre quiso alcanzar “la gloria artística”. El hijo de Antón y Patri, un empresario y una maestra que formaron una familia de clase media en la capital de España, fue bohemio desde niño. En casa y en el colegio San Viator le llamaban Pucho. Y así le siguen llamando quienes mejor lo conocen. Los acordes que trataba de sacar a la guitarra de su padre derivaron de forma natural en letras de rap cuando empezó a juntarse con El Mache y El Juanjo. “Siempre he tenido facilidad con las palabras. Si pedían una redacción en clase, intentaba hacer un cuento. O un poema. Quería ser artista, bohemio, rarito”. En la adolescencia empezó a juntarse también con El Fabi y con El Gerva, y con otros camaradas que dieron forma al colectivo musical Agorazein. Pero la apuesta no cuajó. “Agorazein no terminó de explotar porque reivindicábamos la cultura hip-hop, y eso no aporta nada nuevo al mundo”.
La vida en un octavo piso entre la Ermita del Santo y la Puerta del Ángel madrileña con sus padres y con su hermana, 11 años más pequeña, duró hasta los 18. “No fui un niño bien. Los buenos días en mi familia llegaron cuando yo era adolescente y mi padre cambió de coche a un Alfa Romeo”. Se matriculó en Filosofía y se largó de casa. Encadenó todo tipo de trabajos basura mientras trataba de enderezar una errática carrera musical bajo el nombre de Crema. “Con 19 o 20 años me distancié del rap. Saqué Love’s, un disco muy raro. Hicimos un esfuerzo brutal por meterlo en la escena española. Y me saturó toda aquella movida. Demasiado orgulloso para reconocer que no eres nadie. Y te preguntas: ‘¿Qué cojones hago echando mil horas para que un puto periodista al menos escuche mi disco?’. Intentar estar en la onda, que te acepten…”. Así fue como aparcó la música y se dedicó al boxeo.
Un gimnasio del barrio madrileño de Suanzes se convirtió en la vía de escape a una vida sin rumbo y el extraño empleo en una editorial. “Todavía no sé explicar qué cojones hacíamos en aquel trabajo. Había dejado a mi novia de toda la vida. Y a mi compañero de piso. Me fui a vivir solo. Sin móvil. Sin Internet. Sin teléfono fijo. Y me dediqué a boxear. Descubrí mis miedos y mis fortalezas. Todas tus inseguridades se quitan cuando subes a un ring. Fue mi época de máxima soledad”.
“No tengo tiempo para gramear”
Tiempo
Años después, aquel misántropo del cuadrilátero, estudiante de Filosofía y empleado basura tomaba un café con leche a mediodía de un lunes reciente en la soleada terraza del hotel The Standard de West Hollywood tras conceder una entrevista para la edición estadounidense de la revista Forbes. Cuando llegó el éxito al retomar su carrera musical, cantó que ya no tenía tiempo para gramear.
—Como toda la gente que ha consumido droga, también la he vendido. Pero no he sido dealer. Todo el mundo ha despachado 4 porros y se ha comprado 10 gramos para vender 5 y que los otros 5 le salieran gratis. Speed de Soria que te bajas en un coche, un rocote de coca… Otra cosa es contarlo y creerte que tú eres el dealer, ¿sabes? Ningún dealer de España dice que lo es en las canciones. Si estuviesen moviendo kilos, no lo dirían. Todos los que dicen que son gánsteres en España me han tirado. Yo también les he tirado, nos hemos visto y al final…
—Se pegó con el rapero Nega, de Los Chikos del Maíz. Y se ha enfrentado hasta la extenuación con [su némesis] el cantante Yung Beef y con otros exponentes del trap nacional. ¿Lo de querer irse de Madrid no tendrá que ver con que quizá ya no le queda nadie con quien enfrentarse en España?
—A mí me han tirado todos. Hasta los viejos. Mi gusto por la provocación y hacer uso de mi ego… A veces disfruto peleando y a veces no. No he hecho un uso correcto de la violencia. Además, la he utilizado en mi beneficio artístico. Era parte del show, claro.
Aceptar las reglas del juego del espectáculo fue la clave para regresar al negocio por la puerta grande. Abandonar el hazlo tú mismo de la escena local para fabricar una imagen global. Saber convertirse en un producto. En un imán para las firmas de moda. Crear un personaje y exprimirlo públicamente, viralizándolo con todas las redes sociales al alcance de hordas de jóvenes desencantados. Este chulo madrileño llegó para prometer hedonismo sin límites. Para hacer música que suena a la triple F: follar, fardar, farlopa. Enterró al rapero Crema y renació como C. Tangana con una mixtape grabada sobre las bases del disco de Drake If You’re Reading This It’s Too Late. “Era 2015. Imagínate a un tío haciendo dominadas en una barra como si tuviera que subir a un ring a pelear en un mes. Estaba entrenando para algo. Y encontré lo que era. No iba a montar una empresa. Ni a hacerme rico en Wall Street. La música estaba dentro de mí. Pasé un tiempo escuchando aquel disco de Drake y me di cuenta de que en España no había una figura urbana como la suya. Y de que en el mundo latino triunfaba lo urbano. Soy un artista, pero para moverme en estas coordenadas tengo que convertir mi arte en un producto. Para tener éxito hace falta muchísimo ego. A mí me cabe más del que me gustaría”.
Así llegó el fichaje estelar con Sony en la primavera de 2017. Un acuerdo que Tangana anunció entonces como el más caro en España de “tol” gremio. Muchos en la escena urbana le tildaron de “vendido” a la industria. Y él sigue enfrentándose a todo el que se lo dice. Así suele ocurrir a través de las redes sociales y las canciones que intercambia con su némesis nacional Yung Beef. “En su momento nadie había firmado un adelanto semejante en la escena urbana nacional. Ni unas condiciones para poder hacer canciones como yo las estaba haciendo y lanzarlas como yo las podía lanzar. Y a partir de ahí, siento decirlo, empezó una nueva era de la música en España”.
El firmante no dice a cuánto ascendió la cifra del acuerdo. Y el presidente de Sony Music para España y Portugal, José María Barbat, tampoco. Pero Barbat explica: “Estas cifras caducan hoy muy rápidamente. Y en aquel momento fue una cifra de varios ceros. Tampoco quiero jugar con esa mística porque él no la ha desvelado. Pero, por ejemplo, si un artista como ToteKing, que era un referente del hip-hop, podía estar en un número hipotético en 10, a lo mejor lo que le pagamos a C. Tangana fue 100”.
Al poco de firmar con Sony, sacó el pelotazo comercial Mala mujer, con el que arrancó su expansión en el mercado latino. Y el álbum Ídolo. Y la mixtape Avida Dollars. Y tantos otros sencillos, como el bombazo Booty, que ha ido lanzando desde entonces cada dos o tres meses con sus videoclips correspondientes y el consiguiente revuelo en las redes sociales. Aquel cacareado contrato con Sony se rubricó antes del estallido del huracán Rosalía. Tangana fue su pareja durante un tiempo y participó en la producción de varias de las canciones del álbum El mal querer que la han convertido en estrella mundial. La primera colaboración que hicieron juntos fue el tema Antes de morirme. Los rastreadores de talentos de Sony enseñaron el videoclip al presidente de la compañía en España y José María Barbat conoció así por primera vez a los que se acabaron convirtiendo en sus dos fichajes estelares de los últimos tiempos. “Ellos dos son los artistas más importantes que han salido de España en los últimos 25 años”, dice Barbat. “Cuando eran novios y todavía no la habíamos contratado a ella, un día le dije a Pucho: ‘Sois Jay-Z y Beyoncé a la española’. La música en España no es lo mismo desde la irrupción de estos dos bicharracos”.
Para Tangana, ella es el fenómeno. “Tenía que pasarnos Rosalía. Nunca he estado tan emocionado con una movida como cuando vi lo de Rosalía. Yo decía hace tres años que Rosalía es lo más excitante que le ha pasado a la cultura. Ahora… No estoy cansado, porque sigue siendo excitante. Pero es obvio. Y es el momento en el que toda España puede sacar rédito de eso, ¿sabes? Desde el principio yo solo dije: ‘Voy a acercarme aquí, a ver si puedo aprender”.
—¿Sigue manteniendo contacto con ella?
—Hemos hablado muchas veces.
“Hacer dinero es un arte”
Avida Dollars
A media tarde de aquel soleado lunes en Los Ángeles, la decadente terraza del Chateau Marmont rebosaba de fenómenos. Guionistas conspirando con productores de cine y de televisión. Actores al borde del fracaso bebiendo con modelos que sueñan con ser actrices. También merodeaba por una de las mesas el actor y cantante Donald Glover, alias Childish Gambino, autor del hitazo This is America. Y C. Tangana, whisky con hielo en una mano, reflexionando sobre lo que hace girar al mundo.
—Usted parece un viralizador del capitalismo.
—Tengo muchísima más pasta de la que en mi puta vida me hubiera imaginao. Me pagan mucho más dinero del que en la vida hubiera creído que iba a tener. Yo pensaba que ya era rico cuando firmé aquel contrato que ahora no me parece nada. Pero yo no viralizo el sistema. Estoy obsesionado con hacer patente el poder. Entenderlo y participar de él. Si no, quienes lo entienden y participan de él te dominan. Es como cuando alguien se tira un pedo y todo el mundo está oliéndolo, pero nadie dice nada. Eso es para mí lo que la gente hace con la pasta. Los anglos no hacen eso, pero nosotros seguimos con la idea de ir por lo bajini. Hay una falsa izquierda. Y tiene que ver con ese discurso sobre el capital, el dinero y la culpa… Yo, de raíz, soy anarquista.
Un anarquista que sin embargo tenía previsto votar en las pasadas elecciones generales. “Por obligación. Por lo de Vox, básicamente. Hasta ahora no he votado nunca. Pero si llega un momento como el de ahora, hago uso del sistema. ¡Eso es la democracia representativa, que C. Tangana tenga que votar a Pablo Iglesias! No es la figura revolucionaria de la izquierda que necesitábamos del 15-M. El espíritu del 15-M no me olía a Pablo Iglesias. Ni el asunto se tenía que resolver con un tío hablándome del marxismo. Eso no tiene nada de innovador”.
“Tirando billetes de cien, en un culo que no sé de quién”
Bien duro
“Estoy contento con el resultado de las elecciones generales, menuda tranquilidad”. Días después de aquellos comicios, tras su viaje a Los Ángeles y después de pasar por Las Vegas y Miami, Tangana ultimaba en un estudio de Madrid un par de temas con Alizzz, su productor fetiche. En uno de ellos, pendiente de lanzamiento y con aroma a próximo leñazo del verano, también canta la chileno-estadounidense Paloma Mami. Cristian Quirante, más conocido como Alizzz, es el responsable de haber aportado el toque R&B que mejor casa con la voz cadenciosa y arrogante de Tangana. Sus letras, siempre anotadas en el teléfono móvil, siguen hablando de vivir a muerte. Lances que, como ocurre con tantos otros autores del género urbano, han sido asociados con frecuencia al machismo. “Paso de explicar mis canciones. No soy un moralista. He demostrado qué parte de mí es poesía. Y exhibo mi mierda. El que quiera entender, que lo entienda. O que me juzguen. Aquí estoy”.
Siempre parece hablar como un CEO que defiende su empresa. Y a los que viven de ella. Dentro de su círculo más cercano, Patri, su madre, lleva las cuentas. Más allá de que le gustaría ir ya por el segundo hijo y de que aún no tiene ninguno, lo que más miedo le da de llegar a los 30 dentro de un año es perder la frescura. “Quedarte pocho. No entender lo que está pasando. Si eres un señor de 55 años y quieres hacerte el Maluma, no te va a salir porque ya no tienes el cuerpo de un chaval. Voy a ser artista hasta que me muera. Incluso después de muerto. Músico, no lo sé. Soy multidisciplinar. Hago de todo. Espero pasar de los 50. Llegar sano. Y vivo. No tengo miedo a las cosas malas que me hago. No estoy perdido”.
Semanas antes, todavía en Los Ángeles, Tangana contempló el ocaso de un soleado día desde los miradores de Elysian Park. Subido al descapotable de Santos Bacana con Roger González y sus compinches de Little Spain, pensó que este podría ser un buen lugar donde encontrar un norte. La conquista del oeste americano acaba de empezar. “Los Ángeles es el vibe. No sé qué tiene. No sé a qué huele. En Miami no veo huecos, sino saturación. Aquí hay una escena creativa para lo que está hecho en español. Las primeras veces que vine no me gustaba. Santos me enseñó a amarlo. Mira esto. El silencio. El chill. Una casita en las Hills, con esas vistas… Me he enamorado de esa misma forma de ver la vida de Santos. Es la vida del inmigrante hispano en Estados Unidos”.
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