No toleramos ni un desahucio más
Se deduce de la frase que quienes así gritaban habían consentido antes tales desalojos
Una persona llega con retraso y se disculpa diciendo: “Perdona, no logré escaparme antes”. En ese instante, presuponemos que hizo un esfuerzo por ser puntual, y que tenía un compromiso del que tardó en desembarazarse.
La presuposición activa un conocimiento que no hace falta expresar porque se da por sabido o se deduce de aquello que estamos diciendo. Y con tanta facilidad se deduce, que las presuposiciones ni siquiera dejan un margen para la interpretación; y hasta consiguen afirmar algo cuando ello forma parte incluso de una pregunta o de una negación.
Así, la aseveración “Secundina ha terminado su casa”, la negación “Secundina no ha terminado su casa” y la pregunta “¿Ha terminado su casa Secundina?” nos hacen presuponer que “Secundina empezó una casa”. Las tres frases por igual.
Otro tanto sucede con tres oraciones como “Armando ha llegado a Buenos Aires”, “¿Ha llegado Armando a Buenos Aires?” y “Armando no ha llegado a Buenos Aires”. En todos esos casos, presuponemos (sin opción a no hacerlo) que Armando salió desde algún sitio para ir a Buenos Aires.
Del mismo modo, si alguien afirma “tu hermano ha dejado de robar”, está señalando que antes robaba y que ya no lo hace, aunque el primero de esos hechos no haya sido formulado expresamente.
Por tanto, nadie podrá escudarse en que, diciendo eso, no se ha expresado la acusación. Porque a las presuposiciones se llega mediante el propio código de la lengua (Gutiérrez Ordóñez. 2002: 42), y por tanto se consideran parte del mensaje objetivamente emitido.
El 16 de mayo, la alcaldesa Manuela Carmena sufrió un injusto escrache en el que le gritaban esta frase: “¡No toleramos / ni un desahucio más!”.
Pero, del mismo modo que oraciones como “tu hermano ha dejado de robar” o “tu hermano no cometerá ni un robo más” implican tanto que robó antes como que por fin no lo hará, ese “no toleramos ni un desahucio más” permite deducir que quienes así gritaban habían consentido antes tales desalojos y que ahora por alguna razón han dejado de tolerarlos. El adverbio “más” se encarga de dar precisamente la idea de esa tolerancia previa: Es la diferencia entre “no lo tolero” y “no lo tolero más”; entre “no lo haré” y “no lo haré más”, o entre “debes comer pescado” y “debes comer más pescado”. Tanto en “no lo hago más” como en “no lo tolero más” se presupone que ya lo hice y que ya lo toleré alguna vez; y en “debo comer más pescado”, queda claro que algo de pescado ya como.
Para resolver eso, disponemos de esta opción: “¡No toleramos / ni un solo desahucio!”. (El plurivalor del presente puede abarcar también el pasado).
Aquella cantinela contra Carmena se había repetido antes en otras protestas, sin que nadie parezca haber reparado en lo que se decía. Esto puede deberse al general descuido de hoy hacia la lengua, pero también, quizás, a que está hablando en nosotros el subconsciente del autor original de la frase.
Y ese subconsciente puede pensar: no toleraremos más desahucios porque antes realmente los habíamos tolerado al no ser capaces de impedirlos.
Y algo de eso sucedió. La extraordinaria lucha de las plataformas contra los desalojos de viviendas por impago no doloso ha logrado que la sociedad reaccione. Pero cuántas familias perdieron antes su casa injustamente sin que se derivara de ello repercusión alguna. Todos lo fuimos tolerando. Y ya no.
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