Via Piamprà

Detenidos en el tiempo de una fotografía. Así desea conservar el autor la imagen de dos queridos amigos aparecidos en Google Street View.
QUERIDO GOOGLE Street View. Espero que estés muy bien dondequiera que te encuentres: es difícil saber dónde “está” un programa informático al margen de en su dirección electrónica.
Quizás no recibas correspondencia a menudo, excepto del tipo legal. Unos 10 años atrás, Suiza pidió que abandonaras el país, por ejemplo, y en 2015 un británico que afirmaba haber dejado el cigarrillo tras una operación quirúrgica fue descubierto por su mujer fumando en el portal de su casa cuando esta la buscó en Street View para mostrársela a una amiga. Nuestro interés en la privacidad parece haber aumentado desde el instante en que la perdimos, en buena medida con nuestro consentimiento, y tus fotografías de calles y edificios están repletas de violaciones a ella: personas comprando drogas, robando, manifestándose frente a una clínica abortista, golpeando a sus hijos, abandonando clubes de estriptís, en playas nudistas, cometiendo infidelidades; cada una de ellas te ha demandado, y un francés que orinaba en el patio de su casa en el momento en que se registraron las imágenes de su calle tampoco estaba especialmente feliz con el asunto, por cierto.
Google Street View se anuncia como una aplicación para “explorar lugares”; y sin embargo, esta carta no va de exploraciones. Unos días atrás murió un amigo muy querido. S. vivía con su mujer en Rorà, el pequeño pueblo en las proximidades de Turín del que proviene mi familia paterna: montañas, bosques, setas, un aire transparente que cuelga sobre los tejados de piedra caliza. S. era alto y tenía una voz profunda; sobre todo, parecía profundamente enamorado de M., a la que había seguido a Argentina y después de regreso. Verlos juntos era contemplar algo parecido a un ideal amoroso: dos personas mayores cuidando la una de la otra, y los dos cuidando su jardín, que es lo que Cándido dice que hay que hacer en los malos tiempos, según Voltaire.
Yo no estaba pensando en Voltaire, por supuesto, sino en ellos y en el lugar donde vivían y en lo generosos que habían sido siempre con mi familia y conmigo cuando se me ocurrió (no sé por qué) buscar su dirección, que recordaba bien. Y allí estaban los dos, detenidos en el tiempo de una fotografía, en el patio de su casa de la Via Piamprà contemplando un coche que pasa al otro lado de las rejas y de la parra, en la calle que asciende hacia donde habitan los jabalíes y los lobos y los pájaros cantan más alto.
Así que, aquí va la pregunta, ¿podrías conservar esa foto, Google Street View? ¿No enviar jamás a ningún coche a renovar la imagen, de modo que el recuerdo de S. y M. en ese momento de serenidad antes de la separación permanezca siempre, para orientarnos y guiarnos como hacen todos los mapas? Nuestro fantasma circula por las redes y en los espacios virtuales, pero el recuerdo de quienes hemos querido es real y nos ofrece consuelo.
Patricio Pron es autor de Mañana tendremos otros nombres (Alfaguara).
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