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La lucha para acabar con las mordeduras de serpiente

La OMS lanza una estrategia para reducir en 2030 a la mitad estos ataques y las muertes que causan: más de 100.000 al año

Jean Ospital, coordinador de Médicos sin Fronteras en la región de Paua (República Centroafricana) explica cómo matar a una mamba verde sin ser mordidos.
Jean Ospital, coordinador de Médicos sin Fronteras en la región de Paua (República Centroafricana) explica cómo matar a una mamba verde sin ser mordidos.Alexis Huguet (MSF)
Pablo Linde
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Es de noche en Agok, una aldea del interior de Sudán del Sur. Mientras Anisa, una niña de nueve años, duerme en una cama a ras de suelo, una cobra escupidora ha llegado a la choza al olor de los ratones, su plato favorito. En su búsqueda pasa junto a la pequeña, que se mueve inconscientemente en su sueño. El reptil se siente atacado y le propina un mordisco en la cara. La niña es ficticia, pero la escena sucede a diario en el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 2,7 millones de personas sufren cada año un ataque de serpiente venenosa, de las cuales mueren más de 100.000 y unas 400.000 quedan con graves secuelas.

El organismo internacional ha empezado a tomarse muy en serio este problema en los últimos años. En 2017 lo incluyó en la lista de enfermedades desatendidas, 20 dolencias que afectan a cientos de millones de personas, a menudo las más vulnerables, aquellas que no forman un mercado apetecible para la industria y que no son muy escuchadas por los políticos. A partir de ahí, la OMS se puso a trabajar en una hoja de ruta que condujese a reducir a la mitad los casos y las muertes por culpa de estos reptiles en 2030. Y esta misma semana ha presentado un documento preliminar para conseguirlo. Tiene cuatro objetivos estratégicos y para lograrlos harán falta casi 122 millones de euros.

Empoderar e involucrar a las comunidades

La mayoría de las mordeduras de serpientes se produce en zonas muy rurales y aisladas de África, Asia y Latinoamérica. “En estos lugares hay comunidades que están concienciadas con el problema, pero otras no tanto. Algunas no lo consideran una cuestión de salud, sino algo natural de lo que no se preocupan mucho”, explica David Williams, consultor de envenenamiento de serpientes para la OMS. “Se podrían evitar la mitad de los casos si los habitantes se pusieran calzado hasta los tobillos cuando trabajan en el campo o, en el caso de los niños, cuando van a la escuela”, continúa.

Las mordeduras de serpientes en datos

  • Más de 5.800 millones de personas en el mundo viven en riesgo de encontrarse con una serpiente venenosa.
  • Cada año hay unos 2,7 millones de casos de mordeduras, es decir, 7.400 personas son atacadas por una serpiente cada día.
  • Entre 81.000 y 138.000 muertes se registran anualmente por culpa de estos ataques, entre 220 y 380 cada día.
  • Más de 400.000 personas quedan con secuelas graves tras una mordedura cada año
  • Todo esto quiere decir que las mordeduras de serpiente matan al menos 40 veces más que las minas antipersona y deja un 6.000% más de secuelas graves que estos dispositivos.

Fuente: Organización Mundial de la Salud y Médicos sin Fronteras.

El reto no es sencillo. Hay que vencer a una poderosa mezcla de pobreza y cultura: estas poblaciones ni tienen recursos ni sus prioridades pasan por cambiar ciertos hábitos, como el de ir descalzos, que además produce otras enfermedades transmitidas por bacterias y parásitos que viven en el suelo. “Son muchos desafíos: formar al personal sanitario, a los líderes comunitarios, evitar las camas a ras de suelo, fomentar las redes mosquiteras, que evitarían también un buen número de mordeduras”, añade Gabriel Alcoba, pediatra y especialista en medicina tropical de Médicos sin Fronteras (MSF).

Asegurar tratamientos seguros y efectivos

La falta de buenos antivenenos en los lugares donde más se necesitan son “el mayor problema”, en opinión de Julien Potet, también experto en serpientes de MSF. Existía uno muy usado que servía para la gran mayoría de las mordeduras en África, pero la empresa que lo fabricaba, Sanofi, dejó de producirlo por no ser rentable. MSF, la organización que más activamente trabaja en el problema de las serpientes, usa otros dos ahora, uno fabricado en Sudáfrica y otro en Costa Rica. Pero además de presentar en ocasiones graves efectos secundarios (fuertes reacciones alérgicas en hasta un 10% de quienes lo reciben) son caros: un tratamiento puede llegar a costar cerca de 1.000 euros, lo que en algunos lugares puede suponer el salario de todo un año.

Esto conlleva que una picadura de serpiente, incluso en el caso de que no conduzca a la muerte, sea una auténtica tragedia para muchas familias. La persona afectada tiene que dejar de trabajar durante un tiempo o indefinidamente, en función de las secuelas, que a menudo incluyen pérdida de visión o amputación de miembros. “Tienen que pedir préstamos, dejan de ingresar dinero, a menudo sacan a los niños de la escuela”, enumera el experto de la OMS. Todo ello les hace caer en un círculo vicioso de aún más miseria y precariedad.

La estrategia que ahora lanza Naciones Unidas pretende incentivar a empresas de bajo coste a producir estas medicinas, crear algunas en polvo que no requieran cadena del frío y sean más fáciles de mantener, hacer compras masivas de tratamientos para reducir su coste y llevarlas donde sean necesarias.

Reforzar los sistemas de salud

Si los sistemas sanitarios de los países donde las mordeduras de serpientes son un problema suelen ser débiles, los lugares donde más ocurren, alejados de las grandes ciudades, viven en la total precariedad. Y el envenenamiento no es un problema único con una sola solución. Puede afectar a tejidos, causar parálisis, atacar a casi cualquier órgano. Más allá del antiveneno, a menudo hace falta diálisis o respiración artificial. Y para un buen diagnóstico son necesarios médicos formados en la materia que sepan distinguir los síntomas de distintos tipos de especies de serpientes que provocan diferentes dolencias.

La OMS incluyó las mordeduras de serpiente en la lista de enfermedades desatendidas en 2017

Esto enlaza con la primera medida: la concienciación de las comunidades. Si allí tienen un conocimiento suficiente de los peligros de los reptiles, podrán reaccionar más rápido y poner en marcha los protocolos más deprisa. Cuando una serpiente te muerde el tiempo es crucial. A partir de ahí, es urgente que en los centros de salud de las poblaciones un poco mayores cuenten con la infraestructura y los medicamentos necesarios para atender a los pacientes. Y, por supuesto, un sistema de ambulancias o motos que puedan transportar con prontitud a los afectados de uno a otro sitio. En Australia, donde viven algunas de las más mortales serpientes del mundo, existen helicópteros preparados para estas emergencias, algo impensable en Sudán del Sur, por ejemplo. En los últimos meses se han puesto en marcha proyectos más asequibles, como drones que pueden transportar los antídotos y que ya se están usando en países como Ghana.

Incrementar los consorcios, la coordinación y los recursos

La OMS hace un llamamiento a organizaciones filantrópicas, gobiernos y donantes para sumar los casi 122 millones de euros que ha calculado son necesarios para llevar a buen puerto la estrategia y reducir las muertes y ataques a la mitad en poco más de 10 años. Pero, además, una mejor coordinación con otros programas que no tienen nada que ver con las serpientes también podría redundar en resultados positivos. “Si los que están entregando redes para protegerse de los mosquitos de la malaria insisten en que las pongan adecuadamente y que les puede librar de una mordedura de serpiente, seremos más efectivos”, ejemplifica David Williams.

En opinión de Julien Potet, de MSF, su organización ha demostrado que se puede dar una buena atención. Pone el ejemplo de Pawa, en República Centroafricana, donde ofrecen tratamiento a entre 500 y 600 pacientes al año y donde la mortalidad es de menos del 1%. “Necesitas habilidades, recursos humanos e infraestructura, buenos antivenenos, pero no es necesario ser genios para hallar la solución del problema”, resume.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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