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Treinta años sin guerra en Bosnia-Herzegovina, las lecciones que el acuerdo de Dayton deja al mundo

El pacto entre bosniacos, serbios y croatas impulsado por la Administración Clinton demostró cómo detener un conflicto, pero no cómo construir un país fragmentado

Guerra en Bosnia-Herzegovina
Francisco Peregil

El enviado de la Administración de Bill Clinton para los Balcanes, el célebre Richard Holbrooke, era un diplomático de mano dura. Hace justo 30 años el mundo asistía impotente a la guerra más sangrienta de la antigua Yugoslavia: 100.000 muertos en un conflicto que enfrentaba desde 1992 a 1995 a bosniacos, croatas y serbobosnios. Holbrooke metió en la base militar Wright-Patterson, de Dayton (Ohio), a tres líderes, delegados de las tres comunidades enfrentadas. El lugar no fue escogido al azar: estaba lejos de los medios periodísticos, de las presiones políticas, a más de 700 kilómetros de Washington y a unos 8.000 kilómetros de Sarajevo, la capital bosnia.

Holbrooke solía decir que necesitaba un lugar del que “nadie pudiera escapar”. Y allí entraron el 1 de noviembre de 1995 Alija Izetbegovic, presidente de Bosnia-Herzegovina, Slobodan Milosevic, presidente de Serbia, que representaba los intereses de los serbios de Bosnia, y Franjo Tudjman, mandatario de Croacia. “Las negociaciones eran al mismo tiempo intelectuales y físicas, abstractas y personales, algo así como una combinación de ajedrez y escalada en montaña”, relató Holbrooke en su libro Para acabar una guerra. Los tres dirigentes salieron de la base militar el 21 de noviembre con el acuerdo en las manos, un pacto que se suscribió de forma solemne el 14 de diciembre en París. Y que no dejaba contento a nadie.

Tudjman murió en 1999 de cáncer, Izetbegovic en 2003 de una enfermedad cardiovascular, Milosevic falleció de un infarto agudo en su celda de La Haya en 2006 y el mediador Holbrooke, en 2010, tras una disección de la aorta. El pacto sigue vigente, con una mala salud de hierro.

En Dayton se fraguó una Constitución que fue casi una obra de ingeniería, en donde se dio forma a un Estado con dos entidades: la Federación de Bosnia-Herzegovina (FBiH), principalmente bosniaca y croata, con el 51% del territorio, y subdividida, a su vez, en diez cantones autónomos; la República Srpska, de mayoría serbia y con el 49% del territorio. A estas entidades se añadió posteriormente el Distrito de Brcko, bajo administración conjunta y supervisión internacional.

El país tiene una presidencia tripartita y permanece bajo la supervisión de la Oficina del Alto Representante. Este cargo, que ocupa desde 2021 el político alemán Christian Schmidt, posee desde 1997 los llamados “poderes de Bonn”, que le facultan para imponer leyes cuando las partes locales no pueden o no están dispuestas a actuar, le permiten destituir a cargos electos o incluso prohibir a determinadas personas acceder de por vida a puestos públicos.

A los acuerdos de Dayton se le ha criticado por muchas cuestiones: por alumbrar un sistema político, lento, complejo y a menudo ineficiente, por depender en exceso de la supervisión internacional y por consolidar las divisiones de los grupos étnicos. Pero también hay quienes lo defienden. Ese es el caso del periodista Haris Imamovic, de 36 años, quien explica por teléfono desde Sarajevo, que este país de 3,5 millones de habitantes ha conocido grandes progresos desde 1995: “A finales de los noventa no se podía ir seguro por el país. Y diez años después ya te podías mover libremente. Entre bosniacos y croatas hay interacciones. Incluso entre los serbios”.

Respecto al exceso de burocracia, agencias y funcionarios, Imamovic señala: “Es cierto que hay muchos. Pero los grandes problemas de la vida cotidiana, de sanidad, educación o seguridad, al final están en manos de las autoridades locales de los cantones”. El periodista, que trabajó cuatro años en la presidencia del país, señala: “Se tiene a culpar a Dayton de todo. Pero lo cierto es que los grandes problemas del país son la despoblación de las zonas rurales y el desempleo. Y eso no es por culpa de Dayton, porque también ocurre en el resto de países balcánicos”.

Los acuerdos de Dayton suelen mencionarse cada vez que estalla un conflicto de difícil solución, como el de la invasión de Ucrania o la guerra de Gaza. Mira Milosevich, investigadora principal para los Balcanes del Real Instituto Elcano, advierte de que las guerras solo se parecen en el nivel táctico y no siempre sirven para extraer lecciones. Pero explica que los acuerdos demostraron la “enorme capacidad de EE UU para obligar a los representantes a negociar”. Y señala otra enseñanza de aquellos pactos: el reconocimiento de las tierras conquistadas. “El 30% de la población serbia que conquistó el 49% del territorio bosnio, fue reconocido”.

Milosevic concluye que el gran éxito de Dayton fue lograr esta “paz congelada”. “Bosnia no ha avanzado en la democratización de sus instituciones. Es difícil hacerlo cuando la República Srpska sigue mirando hacia Serbia y la Federación bosnio-croata, hacia la Unión Europea”. La investigadora cree que solo renacerá el país y los Balcanes “cuando haya un cambio generacional”.

Florian Bieber, profesor de Estudios de Europa sudoriental en la Universidad de Graz, en Austria, cree que el gran desafío del país ahora es reformar la Constitución para hacerla compatible con la adhesión a la UE, que persigue Bosnia-Herzegovina. Bieber explica que el último “intento serio”, de reformar la ley magna se produjo en 2006 y fracasó solo por dos votos en el Parlamento.

Bieber estima que uno de los grandes riesgos, “aunque no el único”, para reformar la Constitución es la presencia del dirigente prorruso Milorad Dodik, quien ha sido el presidente de la República Srpska en los últimos 15 años. Dodik había amenazado en numerosas ocasiones con unir la República Srpska a Serbia. El pasado 1 de agosto fue condenado a seis años de inhabilitación para ejercer cargos políticos por desobedecer las decisiones del Tribunal Constitucional de Bosnia-Herzegovina y del alto representante, Christian Schmidt.

“Dodik está claramente decidido a gobernar entre bambalinas”, advierte Bieber. “Parece que cuenta con dirigir la República Srpska mediante testaferros, lo que hace improbable cualquier cambio”, advierte Bieber. El segundo gran desafío es la demanda del partido croata dominante de una mayor protección de los derechos de los croatas, algo que la mayoría bosníaca rechaza por considerarlo un refuerzo de las divisiones étnicas.

La analista serbobosnia Tanja Topic lamenta que tras Dayton haya surgido “una casta rica de políticos” que durante tres décadas ha consolidado “la matriz étnica y nacionalista”. Esos dirigentes mantienen al país atrapado en una “guerra verbal” con una “retórica incendiaria”. Topic critica que los partidos bloqueen reformas al anteponer “intereses particulares” y que usen al alto representante como excusa para la inacción. La analista valora que Dayton trajo el fin de la guerra. Pero advierte que también “consolidó la división étnica” y un sistema político “corrupto y clientelar y nepotista”.

Tanja Topic cree que el Estado de derecho es “un sueño inalcanzable” en Bosnia-Herzegovina. “Es necesario reiniciar toda la sociedad e intentar cambiar el paradigma de valores. Y ese es un proceso que podría llevar otras tres décadas”, concluye.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.
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