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Los bosnios que alertaron sobre los ‘safaris humanos’ en Sarajevo: “Lo más impactante fue descubrir que cada víctima tenía un precio”

Un antiguo analista de inteligencia militar y la exalcaldesa de la capital del país balcánico confían en la investigación de la justicia italiana

Safari Sarajevo
Francisco Peregil

El jubilado bosnio de 62 años Edin Subasic es hoy una de las personas más solicitadas por la prensa internacional. Su testimonio puede resultar clave para determinar si existieron realmente los llamados safaris humanos, supuestamente perpetrados en los años noventa durante el sitio de Sarajevo, en el fragor de las guerras balcánicas. Es decir, si civiles italianos viajaron al frente durante los fines de semana para ―previo pago― matar a personas que sufrieron el asedio militar más largo de la historia moderna sobre una capital (1992-1996). Sus palabras resultan de vital importancia en la investigación emprendida esta semana por la Fiscalía de Milán.

Tanto Subasic como Benjamina Karic, primera edil del barrio Novo Sarajevo y alcaldesa de la capital bosnia entre 2021 y 2024, detallan por correo y WhatsApp lo que conocen sobre el asunto. Ambos confían en que se hará justicia, aunque ninguno ha sido citado aún por las autoridades judiciales de Bosnia-Herzegovina, por las italianas, ni por el Tribunal Penal de La Haya para crímenes de guerra cometidos en los Balcanes.

Subasic era un profesor de literatura que trabajaba como periodista en su país. Al comienzo de la guerra, en 1992, se unió al Ejército de la República de Bosnia-Herzegovina (ARBiH) y muy pronto ingresó en el Servicio de Inteligencia Militar. Trabajaba ahí cuando oyó hablar de los “safaris humanos”. “Lo más impactante para mí fue que los francotiradores del safari elegían si querían matar a un civil adulto, una mujer, un niño, una embarazada, un soldado… ¡Y todo tenía su precio! Macabro y enfermizo”.

A finales de 1993, el general Mustafa Hajrulahovic, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (fallecido en 1999), asignó a Subasic el análisis de los datos obtenidos en los interrogatorios a prisioneros serbios. Ahí encontró el testimonio de un voluntario procedente de Serbia: “Era un joven de unos 20 años, originario de la ciudad de Paracin, en Serbia. Se perdió en la zona urbana del frente, saqueó casas abandonadas y entró en el área controlada por el ARBiH, donde fue capturado”.

Ante las preguntas sobre la forma en que llegó al frente, número de voluntarios procedentes de Serbia o el tipo de armamento, el prisionero declaró que había llegado en autobús con un grupo de serbios y otro grupo de extranjeros, “cinco italianos que tenían equipo de caza y armas caras”. “Habló con uno de ellos, que era de Milán. Le dijo que no eran mercenarios que recibieran dinero, sino cazadores que pagaban a los serbios en Sarajevo para disparar a personas en la ciudad”, subraya Subasic. “¡También fue una sorpresa para él, por eso lo mencionó de inmediato! Fue la primera vez que yo oía algo así”.

El prisionero fue interrogado dos veces, según Subasic. “Supimos que los italianos se bajaron del autobús en Pale (una pequeña ciudad a 15 kilómetros de Sarajevo), donde los esperaban fuerzas especiales militares con jeeps”. Subasic elaboró un análisis y lo presentó a sus superiores; después, el jefe del Servicio contactó con oficiales del SISMI (la antigua agencia de inteligencia italiana) destacados en la fuerza de paz de la ONU (Unprofor) y les informó de lo ocurrido. “Les exigimos que lo verificaran y tomaran medidas en Italia”.

Añade Subasic que, a comienzos de 1994 —entre marzo y abril—, durante una reunión informativa, el jefe del Servicio le comunicó que el SISMI había confirmado la información del prisionero. La agencia italiana les trasladó que se había localizado el lugar desde el cual partían los grupos y que dicha actividad había sido neutralizada y no se repetiría. “La respuesta del SISMI fue una confirmación de que la información del prisionero era correcta. El Servicio dio entonces por cerrado el caso, lo consideramos resuelto y nos concentramos en otros problemas, ya que ese fue el año más difícil de la guerra”.

El antiguo agente del servicio de inteligencia relata que, según se desprende de las palabras del prisionero serbio, los “cazadores-francotiradores” utilizaban transporte combinado… “Viajaban en vuelos desde Italia a Hungría y luego, por tierra, hasta Belgrado. Desde Belgrado a Sarajevo iban en autobús o helicóptero hasta Pale, y desde allí a Sarajevo. Sus guías en las líneas de conflicto eran fuerzas especiales del ejército serbio”.

Aunque existía una prohibición formal de emprender vuelos civiles, explica, los francotiradores solían aprovechar los vuelos humanitarios hacia Serbia. “Además, el transporte en helicóptero hasta Bosnia [Pale] era realizado por helicópteros militares serbios, violando la prohibición de vuelo. Esa prohibición fue violada durante toda la guerra. Todas las partes lo hicieron. Yo mismo volé en helicópteros del ARBiH durante la guerra. Corríamos el riesgo de sufrir ataques aéreos de la OTAN”.

El antiguo militar sostiene que el safari solo podía organizarse con una “estructura altamente profesional”, y que “el núcleo de ese grupo estaba formado por miembros del servicio de seguridad de Serbia”. El modo de operar —desde el transporte hasta la infiltración en las líneas de combate— exigía tal nivel de coordinación y confidencialidad que, según él, solo un servicio “poderoso” y con autoridad en Serbia y entre los serbios de Bosnia podía estar detrás de la operación.

Subasic relató su experiencia en el documental Sarajevo Safari, difundido en 2022 por Al Jazeera Balkans, un canal que fue cerrado el pasado mes de julio. También fue contactado por el periodista y escritor italiano Ezio Gavazzeni, que ha investigado el asunto durante años y ha presentado una denuncia de 17 páginas ante la Fiscalía de Milán. “Sé que la investigación de Gavazzeni ha conducido a algunos nombres de francotiradores. Ahora lo mejor es mantener en secreto cualquier información nueva para no entorpecer” las pesquisas.

Benjamina Karic, que vivió el asedio de niña en el barrio de Grbavica, el más castigado por los francotiradores, sintió “una profunda obligación moral, humana y oficial de actuar” tras ver el documental. Había estudiado Derecho y ejercía en ese momento como alcaldesa de la capital de este país de 3,4 millones de habitantes. “Presenté una denuncia penal ante la Fiscalía de Bosnia-Herzegovina contra los autores desconocidos que mataron a mis conciudadanos, en el Departamento Especial para Crímenes de Guerra”.

Después, Karic amplió su denuncia con el testimonio del estadounidense John Jordan, de Unprofor, quien durante la guerra en Sarajevo sirvió en el cuerpo de bomberos y “fue testigo de la llegada de los cazadores”. “Su testimonio ya fue aceptado como prueba en los juicios de los generales serbios Svetozar Galić y Dragomir Milosevic ante el Tribunal de La Haya. Adjunté esta prueba a la denuncia presentada ante la Fiscalía, dado que puede utilizarse en dos procesos separados”.

La primera edil de Novo Sarajevo indica que el caso sigue tramitándose en la Fiscalía. Y que varias de sus solicitudes de urgencia no han producido ningún resultado para acelerar el procedimiento. Por su parte, Subasic afirma que, aunque es un testigo potencial, nunca ha sido citado a declarar por la Fiscalía de su país tras la denuncia de Karic. “Espero la citación. He puesto todo lo que sé a disposición de la Fiscalía de Milán, a través de Ezio Gavazzeni. Espero también una invitación para declarar en la investigación en Milán. Quiero creer que la justicia, aunque lenta, alcanzará finalmente a los asesinos y organizadores”.

Presión pública

El antiguo miembro de los servicios de inteligencia bosnios concluye: “Espero que la presión pública en Bosnia obligue a la Fiscalía a trabajar activamente en este caso. Existen documentos sobre esto en los archivos del SISMI y en los archivos militares de Bosnia. Allí se encuentra el mencionado informe del interrogatorio del prisionero y mi análisis. Después de 30 años, no recuerdo el nombre de ese soldado, pero todo está en los archivos, y la fiscalía puede obtenerlo”.

Karic también se muestra optimista: “Creo firmemente que finalmente se hará justicia. Si no tuviera esa convicción, no habría emprendido esta lucha”.

Dzemil Hodzic, editor de vídeo de Al Jazeera afincado en Sarajevo, vio caer a su hermano de 16 años muerto por el disparo de un francotirador cuando él tenía nueve. Hoy, con 42 años, trabaja en una serie de entrevistas bajo el título de Sniper Alley Photo, (Foto del callejón de los francotiradores), disponible en YouTube, en la que entrevista a fotógrafos que cubrieron la guerra. En el vídeo consagrado al reportero gráfico italiano Mario Boccia, este cuenta (minuto 8:56): “Este lugar me trae recuerdos particulares. Recuerdos de extranjeros que venían aquí a ver los combates. En una base [del barrio] de Grbavica encontré a un tipo que venía de Grecia, un chico joven que venía a luchar en nombre de la solidaridad Ortodoxa. Otro tipo venía de Nueva York. Era descendiente de serbios. También tengo fotos de rusos que combatían en Trebinje junto a los serbios”.

Ninguno de ellos, no obstante, pagaba por matar. Boccia no tuvo constancia de ese tipo de turismo. Pero Hodzic no duda de que existieron. “Para nosotros, los supervivientes, los fines de semana eran lo peor. Parecía que llegaban y se volvían locos y se pasaban de la raya. Si pagaban por hacerlo, todo tiene más sentido”.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.
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