Lenín Moreno, el ‘casero’ que se hartó de Assange
El presidente de Ecuador ha marcado un nuevo rumbo y ha roto con el legado de su antecesor y mentor
Todo comenzó con unas canciones de Joan Manuel Serrat, Massiel y Nino Bravo. Lenín Moreno llevaba más de una década en las trincheras políticas de Ecuador, pero el 19 de febrero de 2017 acarició su primera gran victoria en las urnas. Entonó Libre, La, la, la y Palabras de amor para entretener a sus seguidores antes de conocer los resultados provisionales. Y aunque finalmente tuvo que esperar un mes y medio para ganar la presidencia en el desempate de la segunda vuelta, la imagen de esa noche en Quito fue el primer punto de inflexión en la historia reciente del país andino.
El hombre que cantaba acompañado de un piano había llegado hasta allí impulsado por su antecesor, Rafael Correa, de quien había sido vicepresidente. Los simpatizantes que le votaron lo hicieron, en su gran mayoría, tras la estela de la llamada “revolución ciudadana”, el proyecto del exmandatario. Pero el candidato Moreno sonaba distinto, alejado de la retórica impetuosa a la que los movimientos socialistas latinoamericanos han acostumbrado a sus electores. Probablemente solo fuera una cuestión de tono, de estilo. Aun así, las formas anticipaban una quiebra.
Los últimos dos años de Lenín Moreno, nacido en 1953 en Nuevo Rocafuerte, una población en la frontera con Perú, son también el relato de un cambio político imprevisto. Y esa ruptura no repercute solo en Ecuador, sino que afecta a los equilibrios internacionales que permitieron una alianza entre los países del eje bolivariano, los más enfrentados a EE UU, con la Venezuela de Hugo Chávez a la cabeza.
El giro de Ecuador ha sido paulatino y su demostración más reciente, hace dos semanas, fue la expulsión de Julian Assange de la Embajada ecuatoriana en Londres después de siete años. Quizá Correa, principal protector del fundador de WikiLeaks, fuera consciente de las diferencias que le alejaban de su antigua mano derecha. Pero confió en mantener el control desde la distancia tras mudarse a Bruselas o, al menos, pensó que el vicepresidente elegido junto a Moreno, Jorge Glas, ejerciera de guardián de las esencias. No contó con que este acabara en la cárcel por el caso Odebrecht.
Lenín Moreno apartó a los correístas de su Gabinete; tomó las riendas de Alianza País, el partido mayoritario, y gobierna sin hipotecas con el pasado. Hizo las paces con Washington; rompió con el régimen de Nicolás Maduro; reconoció como jefe de Estado interino al líder de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, y acaba de acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo de 4.200 millones de dólares, algo inconcebible en los mandatos anteriores. Estas decisiones recibieron los aplausos de algunos sectores de la sociedad y al mismo tiempo han desgastado su popularidad. A eso se suman las acusaciones, agitadas por el propio Correa, que le relacionan con una cuenta en Panamá y con la compra de bienes en el extranjero. Se trata de un caso conocido como INA Papers que el Ejecutivo considera una maniobra para desestabilizar y que califica de “infamia”.
Perdió la movilidad de sus piernas por un disparo en un atraco y ha escrito libros de autoayuda
Hace más de 20 años, el 3 de enero de 1998, Moreno fue víctima de un atraco y recibió un disparo que le dejó sin movilidad en ambas piernas. La violencia sufrida le llevó a reflexionar sobre el sentido del humor. Escribió una decena de libros de autoayuda; entre otros, Teoría y práctica del humor, Ser feliz es fácil y divertido o Los mejores chistes del mundo. Pero el político se expresa sin excesos verbales y con amabilidad. Durante una conversación con EL PAÍS a finales de 2017 en el palacio de Carondelet solo abandonó la sonrisa al recordar su relación con Rafael Correa.
La vida política de Moreno siempre ha estado vinculada a la izquierda. Sus padres le llamaron Lenín y le pusieron Boltaire de segundo nombre, en referencia a Voltaire. Hijo de un senador, estudió Administración Pública y fue profesor. En la universidad se acercó al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), lo que más tarde le permitió llegar a la primera línea con Correa. Ocupó la vicepresidencia entre 2007 y 2013, hasta que Ban Ki-moon le designó como enviado especial de Naciones Unidas para la discapacidad y la accesibilidad. Se mudó a Ginebra, donde vivió tres años, y regresó a Ecuador para aspirar a la presidencia.
En la charla de hace un año y medio mencionó las óperas de Richard Wagner El anillo del nibelungo para explicar su visión sobre los peligros que encierra la política. “Gollum, un joven bueno, encuentra ese anillo, que fue fabricado por un nibelungo y que supuestamente daba poderes extraordinarios. Pero tenía un requisito el poseer el anillo: el perder la capacidad de amar. Y esto yo creo que les ocurre a todos los que quieren perpetrarse en el poder”, afirmó en alusión a su antecesor. Moreno convocó un referéndum y eliminó la reelección indefinida. Ahora lidia con la oposición de centro-derecha y también con la inquina de los seguidores de Correa, quien le acusa de traición. El expresidente está involucrado en una veintena de investigaciones y no ha vuelto al país, aunque quisiera ocupar de nuevo un puesto de responsabilidad en política. Mientras tanto, su sucesor está decidido a continuar con su proyecto de cambio. Como dijo esa noche electoral en Quito: “Siempre libres. Y seguiremos cantando”.
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