La inocencia y la ventaja
A Pekín le ha dolido lo de “rival sistémico”. Es demasiado directo para una cultura que prefiere la suavidad y los meandros dialécticos
La Unión Europea le ha dicho a Pekín que se acabó. Que su edad de la inocencia ha terminado y a partir de ahora han de jugar con las mismas reglas. En un documento conjunto dirigido al Consejo de la UE, el Consejo y el Parlamento Europeos, la Comisión y el Servicio Europeo de Acción Exterior han calificado a China de rival sistémico. Por su tamaño, por su poderío económico e industrial y por cómo favorece a sus empresas.
A Pekín le ha dolido lo de “rival sistémico”. Es demasiado directo para una cultura que prefiere la suavidad y los meandros dialécticos. Insiste en que hay que buscar una fórmula en la que todos salgan ganando, el win-win de los anglosajones. Pero la realidad es que en las negociaciones los chinos buscan el zhan pianyi o sacar ventaja. No es una cuestión de que tengan peor catadura moral, sino de posicionamiento: parten de la base de que el otro siempre busca aprovecharse, por lo que hay que ser astuto y obtener un poco más.
Quizás una de las mejores explicaciones de esa mentalidad la dio hace un tiempo el escritor Yan Lianke, una de las cabezas más lúcidas de China. Fue a visitar su aldea natal en Henan con una periodista de The New Yorker, pero no pudo enseñarle la casa de barro donde había nacido. El terreno era propiedad de un campesino que nunca quiso vendérselo. Cuanto más dinero le ofrecía Yan, más intransigente se mostraba el paisano, creyendo que aquello valía más. Poco después, la parcela apareció llena de túneles: el hombre había excavado creyendo que había reliquias enterradas. Yan explicaba, sereno, que la Revolución Cultural había despojado a toda una generación del concepto de valor sentimental. Su propia madre anciana disfruta mucho llevando la cuenta mental de las veces que queda por encima de los demás, por ejemplo regateando para pagar menos.
El universo literario de Yan es el campo amarillo, seco, crudo. Sus personajes intentan ser felices en medio de un goteo de injusticias y corrupción. La forma de preservar un mínimo de autoestima es poder sacar tajada. Sería injusto describir China solamente así. Pero existe un orgullo al quedar por encima que nace de una vida llena de impotencia y que azuza el nacionalismo chino.
Para Pekín, un pueblo pacífico, es de justicia histórica el volver al lugar que ocuparon como primera potencia mundial. ¿Quieren dividir Europa? Se preguntan algunos. No, aunque se beneficien de que en la UE no exista una política inversora y expansiva común. Italia acaba de abrir la puerta a ciertas inversiones chinas en la dirección opuesta de lo que pide Bruselas.
El fin último del Partido Comunista no es crear distorsión fuera, sino proveer en casa. Dar salida a sus productos, abrir camino a sus empresas, abastecer a su población. Y, claro, mantenerse en el poder. Frente a esa mirada tan larga, Europa tiene que saber a qué juega.
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