Fascismo de segunda mano
Una gran parte de la población de origen hebreo se plantea emigrar. Que la historia se repita de forma tan rastrera resulta desolador.
EL ANTISEMITISMO, el odio a los judíos, rebrota en Europa. Tiene su expresión más tétrica en las profanaciones de cementerios. Pero no deja tranquilos ni a vivos ni a muertos. En varios países, en especial en Alemania y Francia, 2018 ha sido un año cruel, con un gran incremento de agresiones. En algunas ciudades, llevar en público la kipá, la gorra ritual, se ha convertido en un riesgo. Nueve de cada 10 personas judías declaran haber sufrido situaciones hostiles. Y una gran parte de la población de origen hebreo se plantea emigrar. Europa vuelve a ser un lugar peligroso.
Todo esto viene de muy lejos. Que la historia se repita de forma tan rastrera resulta desolador. Pero no hay que rumiar ni vomitar la historia, sino contarla. Si el dilema ante la barbarie es el exceso de memoria o el olvido, elegir siempre el exceso. Uno de los recientes ataques fue el cubrir con esvásticas dos imágenes públicas de Simone Veil. Una saña simbólica. Simone Veil sobrevivió a Auschwitz, adonde la deportaron con 16 años, y fue hasta su muerte, en 2017, una mente luminosa, feminista y librepensadora, tejedora de la mejor Europa. Por la boca de Simone Veil hablaba el partido de la humanidad: “El mal es ilimitado, pero no infinito”.
Todo esto viene de muy lejos, sí.
Hay la tendencia a pensar que esta criminalidad es obra de una insignificante minoría. Cuatro fanáticos con el casco averiado. Esa visión puede tranquilizar las conciencias, pero es una forma de eludir la realidad. El nuevo rostro del fascismo se financia y expande en ámbitos nada marginales. Lo llamamos educadamente extrema derecha, pero es un fascismo de segunda mano. Y el repunte antisemita es un indicador, una inconfundible señal de alarma, del avance de la maquinaria autoritaria en Europa, con obsesiones que creíamos que estaban en desguace: xenofobia, machismo, nacionalismo de nostalgia imperial. Hubo un tiempo en que también se habló con indolencia de un grupo de fanáticos dirigidos por “el pintor de brocha gorda”. Al pairo de la crisis económica, el partido nazi (NSDAP) pasó de 800.000 votos en 1928 a 6,4 millones en otoño de 1930, a 13 millones en el verano de 1932 y a 17 millones en 1933. Ilegalizada y perseguida la izquierda, deglutida la derecha conservadora, se acabaron las elecciones. Llegó el momento de engatusar de la manera más ruin a un pueblo: buscar un enemigo indefenso y aniquilarlo.
Sí que viene de lejos.
En la ilimitada historia de crímenes contra los judíos hay dos sucesos de similar argumento. Uno ocurrió en Inglaterra, en 1255. En el lugar de Lincoln, apareció en un pozo el cuerpo de un niño cristiano llamado Hugh. Un tal Mateo de París, precursor del sensacionalismo sin escrúpulos, describió el presunto martirologio de Hugh a manos de prominentes judíos. La fake news corrió como la pólvora. Fueron ejecutados 19 judíos. Y continuaron las masacres, hasta que lo que quedaba de población judía fue expulsada en 1290.
La expulsión de los judíos por los Reyes Católicos en 1492 fue el primero de los 12 grandes exilios españoles y el más traumático junto con el de la II República. Fue precedido también de una fake news con la intención de exacerbar el odio y justificar aquella truculenta operación. El 16 de noviembre de 1491 fueron quemados vivos en Ávila seis conversos y dos judíos acusados de sacrificar a un niño cristiano, a quien le habrían comido el corazón. De ahí nace el culto al Santo Niño de La Guardia.
En 1955, 10 años después del Holocausto, en la catedral de Lincoln se colocó una placa al lado de la tumba de Hugh:
“Relatos falseados de ‘asesinatos rituales’ de muchachos cristianos por parte de comunidades judías proliferaron en toda Europa durante la Edad Media e incluso mucho más tarde. Estas ficciones costaron la vida a muchos judíos inocentes. Lincoln tuvo su propia leyenda y la supuesta víctima fue enterrada en la catedral en 1255. Tales relatos no redundan en beneficio del cristianismo”.
Lamentablemente, no hay ninguna placa similar en el santuario del Niño de La Guardia, cuyo culto sigue en vigor, ni tampoco en la catedral de Toledo, donde hay una destacada iconografía del caso.
En basamento ideológico del franquismo, lo judaico será el enemigo nuclear. Acompañaba a todos sus demonios: judeo-masón, judeo-bolchevique, judeo-liberal.
Con todo, lo más lamentable como síntoma de un fascismo sin simulación es que, en estos tiempos, figure como cabeza de lista al Congreso un negacionista del Holocausto. ¿Cómo se puede pretender representar a España con semejante aberración?
Sí que necesitamos un exceso de memoria
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