A vueltas con el idioma
En vísperas del Congreso Internacional de la Lengua Española en Argentina, Santiago Muñoz Machado y Luis García Montero —directores, respectivamente, de la Real Academia Española y del Instituto Cervantes— dialogan sobre la unidad y diversidad del español, su uso, las controversias que origina y los peligros que lo amenazan
HASTA LOS DIRECTORES de las dos principales instituciones al cuidado y promoción del idioma español o castellano —Santiago Muñoz Machado, de la Real Academia Española, y Luis García Montero, del Instituto Cervantes— wasapean como cualquier hijo digital. Pero ¿lo hacen con todas las letras y normas? En la conversación que sigue, celebrada en la sede madrileña del Instituto Cervantes, quedará claro que sí. Son dos andaluces, un jurista cordobés y un poeta granadino, que hablan como organizadores del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará en Córdoba (Argentina) del 27 al 30 de marzo bajo el título América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimiento, con la participación de más de 200 escritores, filólogos y expertos. Reunidos en el despacho de García Montero, los dos directores protagonizan en estas líneas una especie de microcongreso donde intervendrán personas de cinco nacionalidades: ellos dos españoles, un académico argentino, una escritora y profesora boliviana en Estados Unidos, una escritora mexicana y un periodista colombiano.
La conversación la abre desde Buenos Aires el mensaje de voz por WhatsApp de uno de los anfitriones del Congreso: José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras. Muñoz Machado y García Montero se inclinan sobre la mesa de reuniones para acercarse al móvil y escuchar mejor el comentario de Moure: “Borges decía que, siendo bilingüe desde pequeño, no tenía entonces conciencia de hablar dos lenguas; solo sabía que a su abuela inglesa había que hablarle de determinada manera, y al resto, de otra. Me crie en un barrio de Buenos Aires, en un hogar de inmigrantes gallegos. De manera ligeramente similar a la de Borges, yo sabía que en mi casa el español se pronunciaba de determinada manera, pero de otra una vez que traspasaba la puerta de la calle. Para mis padres y mis tíos, el voseo —pronombre unánime para prácticamente todos los argentinos— no existía…”.
Y sigue Moure contando cómo viven en la boca de los argentinos los sonidos del español tan característico de ellos, y termina: “No de otra manera hablaron Borges, Cortázar y Sábato. Moraleja: en la escuela argentina de entonces se instaba a leer los textos en voz alta conservando cada elemento pronunciable de la ortografía, lo que implicaba expresarse en una lengua artificial, despojada de historia, de patria y, lo que es peor, de realidad. Éramos argentinos en todo salvo cuando leíamos”.
Santiago Muñoz Machado. Moure es un patriota desde el punto de vista de la lengua. Defiende el léxico argentino y, sobre todo, el sonido del habla argentina. Es una riqueza que tenemos y conviene fomentar porque el español no pierde unidad por esas circunstancias.
Luis García Montero. Destacaría dos cosas del español: la unidad y la consolidación, y el respeto que hemos aprendido a tenerle con los matices según sus geografías. Al escuchar a Moure recordaba dos cosas de estudiante: cuando leí Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés, y arremete contra Nebrija diciendo que como es andaluz no habla bien el castellano; y resulta que Nebrija es el autor de la primera gramática de la lengua castellana. La solución me la dio un maravilloso libro de Borges, El español de los argentinos. El origen del libro fue una reseña suya sobre Américo Castro, que quería establecer una norma sobre lo que estaba bien o mal. Borges se ríe de la posibilidad de imponer cómo se tiene que hablar porque la lengua es de los hablantes y la riqueza es estar unido a ella sentimentalmente y sentirla como propia. Borges también se reía de quienes quieren diferenciarse buscando las palabras más raras para que parezca que el español de Argentina no es el español de España.
S. Muñoz Machado. En el Cono Sur hubo una tendencia a que una cierta particularidad pudiera dar lugar a idiomas derivados del español o castellano de Castilla. Fue durante las independencias, y las nuevas naciones querían una lengua propia. Pero personas nacidas allí, como Andrés Bello y otros gramáticos, hicieron comprender que lo mejor era que todos hablaran la misma lengua con sus particularidades y diversidades. Y así lo hicieron los nuevos Gobiernos.
El País Semanal. Este uso del idioma como arma política para dar cohesión a un continente donde solo 3 de los 13 millones de pobladores hablaban español marginó en su día a las lenguas nativas. La escritora mexicana Gabriela Jáuregui pregunta por e-mail: “Cómo la RAE y el Instituto Cervantes se relacionan con la diversidad lingüística en la que el castellano está inmerso en los países de Latinoamérica y si tienen programas para atender el proceso de pérdida de esta diversidad”.
S. Muñoz Machado. No es misión de la Academia ni está en los estatutos otra cosa que procurar la gramática, la ortografía y la codificación de la lengua española o castellana; pero en América esto se desarrolla en un marco de plurilingüismo que nos importa. No tenemos potencia para programas de defensa de lenguas nativas, pero sí hacen algo las academias hermanas. En el Congreso habrá sesiones sobre este tema.
El País Semanal. ¿Por qué la lengua despierta tantas pasiones y algunas tan exaltadas?
S. Muñoz Machado. Tiene que ver con nuestras pasiones ancestrales. La vinculamos a nuestra condición de paisanos de un lugar determinado. García Montero sigue hablando un andaluz que yo, que soy andaluz de Córdoba, he perdido; me he adaptado. Pero cuando voy a mi pueblo retorno a mis orígenes lingüísticos al recuperar la pronunciación del lugar. La lengua nos identifica como seres humanos y familiarmente, por eso estamos dispuestos a pelear. Además, los argumentos sobre la lengua suelen ser muy interesantes y asequibles.
L. García Montero. Nacemos en una lengua y nos hacemos como personas en una lengua. Ese es el lugar donde aprendemos a decir “soy yo, soy hombre, soy mujer, te quiero, madre…”. La lengua está en el sedimento de nuestra intimidad y emociones. Por eso es tan importante mantener el equilibrio entre la unidad y el respeto. Y si por una norma queremos borrar las emociones, la estamos debilitando.
El País Semanal. Hace poco una mujer preguntó por Twitter a la RAE por qué no se puede decir “de color marrona”. El tuit se convirtió en viral por la respuesta ingeniosa y no exenta de polémica. Es una de las 500 consultas diarias que reciben en promedio. ¿Cómo avanzan sus instituciones en el ciberespacio?
S. Muñoz Machado. Es el mayor reto para nosotros. Tenemos una unidad que se llama Español al Día que es de donde proceden, en último término, estos tuits. En la Academia la tecnología la utilizamos para comunicar, resolver dudas o para el uso de nuestras obras, sobre todo del Diccionario. Trabajamos en la 24ª edición, que va a ser nativa digital, aunque no estamos seguros de que no tengamos que hacer ediciones impresas. Nos enorgullecemos de ser 570 millones de hablantes, pero el otro día me dijo alguien de una empresa tecnológica clave que las máquinas también hablan y son más que los humanos. Hablan en el lenguaje que les dan sus creadores y crean lenguaje. Es un momento crucial y tenemos que hacer lo que hicieron nuestros antecesores del siglo XVIII: normativizar, en este caso la lengua de las máquinas y la inteligencia artificial, creando un diccionario, una gramática y una ortografía o lo van a hacer Google, Amazon, IBM o las grandes empresas. De lo contrario, esa lengua de una máquina no se va a poder entender con la de otra máquina y creará un lenguaje nuevo.
L. García Montero. Es un problema de la configuración de la sociedad contemporánea. Nos interesa el diálogo generacional y su articulación con la lengua y la literatura, un patrimonio de una experiencia histórica que se tiene que proyectar como cohesión de comunidad. Hay que tener cuidado con la superstición de que solo vale lo tecnológico. La historia sigue siendo una buena maestra. Recuerdo que Forner decía, en el siglo XVIII, que el español estaba en peligro ante la invasión de palabras francesas, pero las asumimos con naturalidad.
El País Semanal. Precisamente Giovanna Rivero, escritora boliviana y profesora asistente en la Universidad de Ithaca en Nueva York, pregunta por WhatsApp sobre lo que llama “jeroglificación” del lenguaje, la avalancha de términos tecnológicos y qué hacer frente al desprestigio al que a veces se ve sometida nuestra lengua.
L. García Montero. El académico Pedro Álvarez de Miranda dice que unas palabras se van a quedar y otras serán modas. Por ejemplo, en WhatsApp nos estamos acostumbrando solo a utilizar el signo que cierra las interrogaciones. Por mi edad y educación yo utilizo todas las palabras y signos. Pero no tengo miedo a que dentro de 20 años muchas de estas normas estén en desuso.
S. Muñoz Machado. Yo uso WhatsApp exactamente como escribo una carta o un artículo. Y me sorprendo cuando veo a grandes escritores que omiten cosas. Pero hay épocas históricas en las que las revoluciones políticas y científicas generan una revolución de las palabras. Este es un momento digital. A veces las aceptamos porque no tenemos equivalentes o porque son más sencillas y enriquecen la lengua.
L. García Montero. No hay que temer a asimilar palabras. Lo que sí me preocupa son determinadas actitudes políticas como en Estados Unidos, donde se ha intentado desprestigiar la lengua española como lengua sin importancia cultural y que la gente se avergüence de hablarla. De lo que se trata es de apoyar el español como lengua de prestigio en la tecnología y la ciencia y en su uso cotidiano.
S. Muñoz Machado. Se deben asumir políticas lingüísticas porque hay cosas que no pueden hacer ni la Academia ni el Cervantes. Mientras más fuertes sean las academias, habrá más capacidad de penetración diplomática y de convencer a los Gobiernos de la importancia de la lengua.
El País Semanal. ¿Cómo abordan el tema de la inclusión de género?
S. Muñoz Machado. En el Libro de estilo de la lengua española está cómo resolverlo. Estamos ante la tensión del grupo feminista que reclama una mayor visualización de la mujer en el lenguaje. La lengua no tiene la culpa de la desigualdad, pero refleja un predominio del hombre. Nosotros no podemos cambiar el idioma por decreto, pero en la medida en que podamos aproximarnos a resolver estas tensiones y aspiraciones inmersas en un problema de fondo y en la medida que podamos ayudar, debemos hacerlo. Sin perjuicio o cuando no perjudique una exposición razonable del pensamiento y no afecte a la economía del lenguaje; y yo siempre añado que ni a la belleza de la lengua. Se pueden usar alternativas expresivas en algunos casos.
L. García Montero. Tendría miedo a las ocurrencias que puedan poner en peligro ese patrimonio común y el diálogo de las generaciones. Tengo clara una cosa: el lenguaje responde a la sociedad y da cuenta de ella. Cuando transformemos la sociedad y acabemos con la desigualdad, el lenguaje dará signos de menos desigualdad. Una cosa es la academia y otra el ámbito político.
El País Semanal. Hay una estridencia opinativa en muchos ámbitos que tensa el lenguaje. ¿Qué palabra creen que se debería practicar más?
L. García Montero. Reivindico la palabra “verdad”. Vengo de una cultura generada en la sospecha, donde se ha vendido como verdad la legitimación de un poder económico o colonial y nos hemos acostumbrado a sospechar de todo. La irracionalidad está desprestigiando la institucionalización de la convivencia del saber, es peligroso para la democracia.
S. Muñoz Machado. Reivindico la palabra “tolerancia”. Tolerancia es el valor que nos ha hecho libres desde que ha nacido el sistema constitucional. Lo que cambió de la Edad Media a la Edad Moderna, la utilización de grandes filósofos de una teorización de la tolerancia que recuperaba valores y ha servido de apoyo para lo mejor de los seres humanos y la democracia.
L. García Montero. Y añadiría como poeta: una creencia en la verdad que no sea dogma sino tolerancia tiene como hija otra palabra que nos ayuda: el respeto que es aquello que tiene una verdad compatible con la tolerancia.
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