Siempre nos quedará el vals
DESDE EL SIGLO XIX, y generalmente por estas fechas, salvo cuando las revoluciones, las guerras y el nazismo lo impidieron, la ciudad de Viena se viste de gala: ellos con frac, ellas de largo, y las parejas acuden a bailar el vals al gran edificio de la Ópera Estatal. La cita comienza al caer la noche. Se retira el patio de butacas. Y el programa oficial abre con el baile de 150 parejas a los pies de los palcos, tal y como se intuye en esta imagen. Abundan las piezas de Johann Strauss hijo, como El Danubio azul. Pero, más allá del libreto, los salones y escalinatas se convierten en una fiesta de otra era que suele acabar bien entrada la madrugada; y los bailes se replican por toda la ciudad.
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