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Juicio al procés
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Asambleístas frente a técnicos

En la primera jornada del juicio afloró un severo pulso entre los abogados de los procesados y sus opuestos estilos

Los abogados de Dolors Bassa, Carme Forcadell, Jordi Turull y Josep Rull durante la primera jornada del juicio del 'procés'. En vídeo, resumen de los argumentos de los abogados.Foto: atlas
Xavier Vidal-Folch

Antes de empezar la conflagración defensores-acusadores, afloró ayer un severo pulso entre los abogados de los procesados y sus opuestos estilos.

Igual que no existe un bloque berroqueño de familias indepes, tampoco lo hay entre las distintas responsabilidades que se juzgan aquí, en las Salesas. En derecho penal, la responsabilidad es personalísima, no admite revoltillos ni analogías.

Por eso, y no solo por los distintos talantes personales, las estrategias difieren tantísimo. Cada uno está a defender al suyo.

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Sí, todos compartían parte del arsenal: el subrayado de toda presunta limitación o restricción a los derechos de la defensa, a un proceso equitativo, a la igualdad de armas con los rivales de la acusación. Esa acumulación de agravios para que, si no los admiten los togados, pueda darse el salto a Estrasburgo, síndrome de este proceso desde el inicio, según lo pautado.

Pero este hilo conductor y convergente no fue lo más relevante de la (tediosa, y jugosa) jornada, sino la acusada divergencia perceptible por el más ingenuo.

Hubo defensas técnicas, de considerable empaque jurídico. Como la de Javier Melero para el exconseller Joaquim Forn. Proclamó que “este es un juicio penal, nada más y nada menos que eso”. Era la inversa de la defensa política en un juicio político que pretendieron otros.

Brilló Melero en el minimalismo microcirujano. Cuando reclamó la acumulación de las causas (la absorción de las que siguen la Audiencia, el TSJC, el juzgado 13), aunque sea quizá pretensión tardía. O cuando la vinculó a una liberación provisional de los encausados.

Cuando exigió la presencia como testimonio de Juan Ignacio Zoido, el ministro del Interior que causó los destrozos del 1-O y pretendía largarse de rositas. O la del policía experto en contención, para concretar qué es o no es violencia.

Todo justificado y elegante, trufado de corteses “sus señorías”, y demás ritos convencionales que se valoran más cuando los reos imponen la corbata a la sudadera.

Dará juego el juego de Melero a las reducciones al absurdo, a la mayéutica, a la contradicción concreta, a la acerada crítica contra la “ineptitud” de los mandos intermedios del egregio Zoido. Un estilo ingenioso, juridicista, sobrio y concreto compartido por Mariano Bergés (abogado de Dolors Bassa) y Pau Molins (de Santi Vila), recién triunfante como defensor de Narcís Serra.

Frente a los técnicos pugnaron las defensas hiperpolíticas, de política asambleísta. Andreu van den Eynde (de Oriol Junqueras) casi decretó que se han violado ¡12! libertades consagradas en la Constitución

Y otros tantos artículos del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Atacó al juicio por “político”, algo que le congraciará con los votantes de Oriol y quizá hunda a este ante los magistrados. Brilló cuando se refirió a directivas y sentencias europeas. Más pausado, Jordi Pina (de Jordi Sànchez) trufó proclama con articulado.

Si uno buscase defensor optaría por el estilo técnico. Pero claro, uno no compite por el laurel de héroe.

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