Desde que, en 1932, un danés inventara estos bloques de plástico, todo han sido buenas palabras para el Lego, el juego cognitivo por excelencia, perfecto para crear infinitos mundos compartiendo trabajo de construcción con los amigos. Las largas tardes de juego con padres y hermanos han sido objeto de varios estudios psicológicos, que han demostrado los beneficios del juego para la socialización, especialmente para niños con autismo. Compartir el proyecto implica compartir ciertos valores. "Sin duda el más beneficioso sería el de la cooperación, que permite que el objetivo se cumpla sólo si los jugadores se apoyan y esfuerzan para perseguir el fin común", explica la psicóloga Imma Abad.
¿Podemos trasladar estos valores a Minecraft, su versión digital? Este videojuego de construcción también fomenta el trabajo en equipo, ya que puedes jugar con todos sus amigos online. Borja Templado cuenta que "es una herramienta que potencia la imaginación y la creatividad al igual que el Lego tradicional, con la ventaja de que no estás limitado por la cantidad de piezas que tengas". Y la pedagoga Leticia Garcés, coordinadora de Padres Formados, recuerda que "los juegos digitales sí que favorecen la socialización, aunque no como la conocemos".
Aunque las redes sociales tengan sus peligros, unos adolescentes sentados en un banco, cada uno con su móvil, creando su mundo particular en Minecraft, charlando y riendo, también están socializando, aunque de una manera que no entendemos porque pertenecemos a la generación "pipas", la que se sentaba en un banco con una bolsa a echar unas risas. "No concebimos una socialización diferente a la nuestra, pensamos que porque el móvil está entre ellos les impide comunicarse y queremos cambiar lo que ya es un elemento socializador en sí mismo. Lo importante es aceptar la novedad como parte de unos tiempos nuevos y rescatar las habilidades sociales para el uso de la tecnología, así como el respeto, la comunicación y la asertividad, que también deben manifestarse digitalmente", explica Garcés.
Una vez que los padres asumen que no hay nada de malo en la herramienta sino en el uso que se hace de ella, y que la educación emocional de los hijos debe reflejarse también en lo digital, si el niño ha pedido el Minecraft a Papá Noel, ¿por qué no comprárselo?