La escena se repite con singular frecuencia a lo largo de los meses de frío: está en el trabajo cerrando ese informe tan importante que el jefe ha pedido con urgencia; suena el teléfono móvil, mira la pantalla y aparece el nombre del colegio de su hijo. En ese momento, incluso antes de descolgar, es habitual entrar en pánico: "¿Y ahora qué voy a hacer yo con el niño malo?". No es sencillo salir del brete, a pesar de que se produzca a menudo y por diversas enfermedades. Por ejemplo, la gripe, que según un estudio de la Asociación Española de Pediatría, durante las épocas de epidemia, entre el 10 y el 40% de los niños sanos se infectan y el 1% son hospitalizados. Pero hay más: gastroenteritis por rotavirus, faringitis, otitis, laringitis, catarro común o bronquiolitis, de la que estamos ahora en plena epidemia. Como explica José Manuel Moreno Villares, coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría, "los virus viven mejor en el ambiente frío del invierno. Más aún si hay cambios de temperatura". Además de las correspondientes vacunas —si las hay— existen una serie de trucos que pueden ayudar a prevenir esas situaciones para madres y padres. Estos nos los han chivado algunos pediatras, pero siempre teniendo en cuenta que "el niño debe estar bajo supervisión médica", recomienda Felipe González Martínez, pediatra del Hospital General Universitario Gregorio Marañón.Eduard Estivill, experto en trastornos del sueño y director de la Clínica Estivill (Barcelona), tiene clara la relación entre la salud y el buen sueño: "Hoy en día tenemos datos que confirman que los niños que duermen las horas necesarias tienen unas defensas superiores a los niños que duermen poco o mal. Para saber cuántas horas son adecuadas según la edad, nos guiamos por lo que dicen la Asociación Americana del Sueño y la Sociedad Americana de Pediatría, es decir, alrededor de 11 horas en la franja de edad de hasta los ocho años. En los niños que duermen poco, se despiertan por la noche e interrumpen su sueño, el proceso de regeneración de sus defensas no se produce de la misma manera que los niños que tienen un sueño reparador". De este comentario se puede deducir que los niños que duermen bien, se resfriarán menos.González comenta que es muy habitual sobreabrigar a los niños. Para acertar, sugiere: "Hay que emplear el sentido común. A los niños pequeños —hasta un año— se les puede provocar febrícula o fiebre; o hacerles sudar, y quedarse luego fríos, si se les abriga demasiado. Se suele recomendar ponerles una capa más que a los adultos. Sin embargo, cuando son más mayores, que lleven la misma cantidad de ropa que llevaríamos nosotros. Hay que recordar que ellos se mueven más que nosotros, por lo que acumulan calor". En contraposición, tampoco se puede salir a la calle con la misma ropa con que se está en casa. Lo dice el doctor Moreno Villares: "Para salir a la calle, abrigarlos, pero por capas, para que les resulte sencillo conseguir la cantidad de ropa adecuada en cada ambiente". Eso sí, mejor ropa no sintética.Las infecciones respiratorias se transmiten por contacto directo o indirecto, como por ejemplo, las gotitas que soltamos cuando hablamos o tosemos. Por eso, un modo extremadamente sencillo de prevenir catarros, faringitis, laringitis o bronquiolitis entre otras es evitar el contacto con otras personas que estén pasando por alguno de esos procesos infecciosos. González Martínez lo ratifica: "No compartir utensilios como vasos, platos o cubiertos es un modo muy útil para prevenirlos". Cuando en casa hay un miembro de la familia enfermo, se aconseja aumentar las medidas de higiene y acostumbrar a los pequeños a hacerlo en los colegios. Seguimos con la higiene, en este caso, de manos: "Una de las principales medidas para evitar el contagio de infecciones es lavarse las manos (los niños, mejor con agua y jabón durante 15 segundos). Y procurar mantener las caras de los niños enfermos limpias de secreciones", concluye el pediatra del Gregorio Marañón."Si en la habitación donde pasa más tiempo el niño hay cierta humedad ambiental, favorece que no se resequen las mucosas y que se eliminen mejor las secreciones respiratorias", asegura el pediatra del Gregorio Marañón. Para ello se puede recurrir a humidificadores o al tradicional bol con agua cerca del radiador. También puede servir el clásico remedio de la abuela de colocar una cebolla abierta en la habitación: "La cebolla produce una serie de sustancias que alivian las vías respiratorias. Y la sopa de cebolla —que no les suele gustar a los niños— puede ayudar a paliar los efectos del catarro, aunque no tienen una demostración científica de peso, pero puede valer". David Moreno, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría: "Yo lo utilizo para la tos nocturna, con mi hijo. Unos inviernos me funciona; otros, no".Para que un sencillo resfriado no derive en una dolorosa y pesada otitis, hay que cuidar bien los oídos. "Es habitual que si el catarro persiste, se acumulen secreciones en los oídos. Para evitarlo, es recomendable protegerlos del frío con orejeras, bufandas o gorros. Pero también mantenerlos limpios de secreciones y cera: no se deben usar bastoncillos u otros objetos, emplee mejor difusores de agua marina para su limpieza, siempre indicados por su pediatra". Moreno Villares también apunta a la limpieza de la nariz: "Si hay mucha mucosidad, limpiar la zona con suero fisiológico para que no se acabe taponando e inflamando el oído". Si ya ha llegado la infección, es recomendable hacer uso de calor local, además del tratamiento que haya puesto el pediatra. Se puede aplicar con un trapo o pañuelo de algodón calentados con la plancha, por ejemplo. Es un remedio casero que alivia el dolor."Aunque para adquirir la infección es necesario tener contacto con un microorganismo, el consumo de agua fría puede producir irritación y dolor faríngeo, además de dolor abdominal y retraso en la digestión", comenta González. Y añade: "Sí es esencial —y está demostrado— hidratar a los niños cuando se padece un proceso infeccioso respiratorio para tener correctamente humidificada la vía aérea [de modo que puede ser un buen método preventivo]. Hay que beber una cantidad abundante de líquidos —preferentemente agua— que, según la edad de los niños, puede ser de hasta uno o dos litros en los más mayores. El agua debe estar a temperatura ambiente. De este modo ayudaremos al aparato respiratorio a expulsar secreciones y a que se cure antes el proceso catarral". En caso de que haya un problema de deshidratación por vómitos o gastroenteritis, se recomienda el suero oral hiposódico. Pero siempre bajo la supervisión de un pediatra.No todos los pediatras están de acuerdo sobre la conveniencia o no de dar probióticos a los niños cuando padecen gastroenteritis. Esta es la opinión de José Manuel Moreno Villares: "Hay estudios que dicen que si hay epidemia de gastroenteritis cerca es recomendable darles probióticos, ya que les puede ayudar a prevenirla o, al menos, disminuye el riesgo. Los hay en sobres, en cápsulas, en viales. Se les puede dar, por ejemplo, si en el entorno familiar hay un paciente con gastroenteritis aguda. Pero siempre que el pediatra lo crea conveniente". Por otro lado, David Moreno comenta que una vez el niño se ha infectado, no tiene utilidad: "No está demostrado que disminuya la diarrea en niños con esta afección".