¿Curar una herida en tres días? Casi un siglo después de su nacimiento, la tirita podría estar a punto de evolucionar
La inventó en 1920 un empleado de Johnson & Johnson para curar las heridas que se hacía su mujer cuando cocinaba
No es más que un pedazo de gasa pegado a un adhesivo y aún así lleva cien años sin evolucionar. Hablamos de la tirita, que cumplirá el siglo en 2020 y prácticamente los únicos cambios que ha sufrido tienen que ver con su tamaño, si es de color carne, transparente o tiene dibujos de Mickey Mouse. Pero ahora parece que las cosas van a cambiar. Un equipo de investigadores de la Universidad de Wisconsin (EE UU) ha presentado un prototipo hecho con nanogeneradores que podría revolucionar su historia.
La que conocemos hasta ahora la inventó Earle Dickson, un empleado de Johnson & Johnson, para cubrir los cortes y quemaduras que se hacía su mujer al cocinar sin necesidad de usar un aparatoso bendaje, explica la página oficial de Band Aid, la primera marca en comercializarlas. Y a pesar de no haber sido ningún éxito de ventas en un principio, ha conseguido convertirse en un básico de cualquier botiquín.
La tirita del futuro es similar, al menos en lo que a su aspecto respecta: es una banda pequeña, flexible e igual de fácil de usar que las tradicionales. La diferencia está en que funciona aplicando energía a la herida para que se cierre más rápido. Una técnica que lleva años estudiándose.
El tiempo de recuperación pasa a ser un cuarto del habitual
La nueva banda tiene unos electrodos conectados a unos nanogeneradores que se colocan alrededor del pecho de la persona para recolectar la energía que se produce al respirar y enviarla a la banda. "Funciona de forma similar a como el cuerpo genera un campo magnético", explica Xudong Wang, uno de los miembros del equipo de la Universidad de Wisconsin.
El prototipo se ha probado en ratones heridos, que fueron divididos en dos grupos. En el primero, el de control, se usaron tiritas tradicionales; y en el segundo, las nuevas. Los resultados mostraron que la nueva tecnología es capaz de reducir el tiempo de recuperación de 12 días a tres. Algo que incluso sorprendió a los investigadores: "Pensábamos que iba a tener efecto, pero ha sido mucho más rápido del esperado", asegura Wang.
Ahora toca probarlo en humanos y después, si todo funciona igual de bien que como con los roedores, comercializarlo. Sobre su fecha de llegada a las farmacias, los científicos no se mojan. Aunque sí se atreven a decir que el precio será similar al de una tirita convencional.
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