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Columna
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Un pequeño paso

Llegan nuevos aires al Congreso para combatir los excesos de Trump

José Andrés Rojo
Simpatizantes de la candidata demócrata al Congreso de Estados Unidos por Kansas, Sharice Davids, celebran su victoria el pasado martes.
Simpatizantes de la candidata demócrata al Congreso de Estados Unidos por Kansas, Sharice Davids, celebran su victoria el pasado martes.JIM LO SCALZO (EFE)

Las elecciones legislativas de medio mandato en Estados Unidos le han permitido al Partido Demócrata conquistar el Congreso. No ha sido un triunfo rotundo, ni va a suponer un vuelco en las políticas del actual inquilino de la Casa Blanca. Digamos que es un pequeño paso, una señal de que las cosas pueden cambiar si se llega a conectar con la mayor parte del electorado. En estos tiempos en que anda cuestionándose la democracia, no está de más comprobar de nuevo que es un sistema que permite cambiar de mayorías y en el que, llegado el caso, puede apartarse al que gobierna del poder.

A Donald Trump tampoco le ha ido mal. Ha conseguido más senadores para los republicanos y, si se tiene en cuenta que esta cita electoral supone también una suerte de referéndum sobre la primera mitad de su gestión, ha superado con creces la cita con las urnas. Desde su llegada al poder han sido tantos los desmanes del presidente, tan caótica la marcha de su Ejecutivo, ha sido cuestionado tantas veces desde flancos tan diferentes, ha levantado tantas suspicacias por su manera de conducir los asuntos, generado tanta repulsa por sus actitudes xenófobas y machistas y tanta inquietud por sus políticas proteccionistas, y ha provocado tantos recelos por las ayudas fraudulentas que pudo haber recibido de los rusos para alcanzar el poder, que si se atiende a la indignación que ha generado su estilo de gobernar la lógica de las cosas apuntaba a que podía ser fulminado. No ha sido así. Los excesos de Trump no parecen hacer demasiada mella entre quienes lo apoyan. Y la economía va bien. Como se siente fortalecido con los resultados, ya ha dado señales de que no cambiará sus maneras: insultó a un periodista en la primera conferencia de prensa tras las elecciones y destituyó al fiscal general (no le convencía su manera de llevar las investigaciones sobre la injerencia del Kremlin en las elecciones de 2106).

En la introducción de su libro Para combatir esta era, en el que aborda la necesidad de robustecer el humanismo frente a los nuevos fascismos, el ensayista holandés Rob Riemen recoge unas observaciones que, ya al final de su vida, hizo Federico Fellini sobre el breve tiempo en que anduvo metido en las juventudes fascistas italianas. “El fascismo siempre surge de un espíritu provinciano, de una falta de conocimiento de los problemas reales y del rechazo de la gente —por pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia— a dar un significado más profundo a sus vidas”, apuntaba el director de cine italiano y, más adelante, observaba que “no puede ser combatido si no reconocemos que no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos y del cual debemos estar avergonzados”. Esa parte oscura está ahí, venía a decir Fellini. Y si alguna vez triunfó, puede hacerlo otra vez.

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Es verdad que si se abusa del término fascista con el tiempo ya no dice nada. Si todos son fascistas, nadie lo es. Riemen propone una definición muy amplia de fascismo. “Es el cultivo político de nuestros peores sentimientos irracionales: el resentimiento, el odio, la xenofobia, el deseo de poder y el miedo”, dice. También recuerda que Thomas Mann advirtió en una conferencia de 1940 de que “si alguna vez el fascismo llega a Estados Unidos, lo hará en nombre de la libertad”.

Más allá de las calificaciones, lo que no ha dejado de hacer Trump hasta ahora es fomentar esos “peores sentimientos irracionales”. Por eso, y aunque pueda pecarse en estos momentos de un optimismo (todavía) injustificado, la mayoría demócrata en el Congreso es una buena noticia. Llegan nuevos aires a la política estadounidense, se ha dado un pequeño paso.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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