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Perderse en el bosque, la nueva moda contra el estrés

La técnica japonesa del shinrin-yoku reivindica los innumerables beneficios de internarse en la naturaleza

UNA NUEVA TENDENCIA procedente de Japón supone un retorno al paraíso del que habla el relato bíblico. Así como Adán y Eva fueron expulsados del jardín del Edén, desde las revoluciones agraria e industrial el ser humano ha sido expulsado de su hogar natural y está pagando un alto precio por ello.

Pese a que llevamos unos cuantos siglos hacinados en ciudades, se trata de un tiempo muy corto en comparación con las decenas de miles de años que nuestra especie ha vivido en los bosques. Según el doctor Mazda Adli, psiquiatra y profesor de la Universidad Humboldt de Berlín, “si la densidad y el aislamiento social van de la mano, el estrés urbano puede acabar desatando enfermedades mentales en la población de riesgo”. Esto explicaría por qué, según las estadísticas, en la ciudad la posibilidad de padecer depresión es un 40% mayor que en el campo, y las probabilidades de sufrir esquizofrenia son el doble. Una hipótesis de por qué sucede esto es que la sobrestimulación de la ciudad altera la segregación de dopamina en nuestro organismo. Un remedio contra eso se llama shinrin-yoku.

Desde las revoluciones agraria e industrial, el ser humano ha sido expulsado de su hogar natural y está pagando un alto precio por ello

En 1982 se utilizó por primera vez esta expresión —un neologismo también en japonés—, que se traduce como “baños de bosque”, en alusión al urbanita que se interna en la naturaleza para gozar de sus beneficios. Fue empleada por la Agencia Japonesa de Bosques tras obtener resultados muy positivos de varios estudios sobre los efectos curativos de acudir al bosque, aunque solo sea una vez por semana. Desde entonces, numerosas universidades japonesas han seguido investigando los beneficios del shirin-yoku con miles de voluntarios, hasta que este año se ha convertido en tendencia mundial. Hay varios libros sobre el tema en el mercado.

Según los expertos, basta con una salida por semana para gozar el resto de días de los siguientes beneficios:

—Reducción del estrés y la ansiedad.

—Aminoración del ritmo cardiaco y la presión arterial.

—Relajación muscular.

—Disminución de los pensamientos recurrentes.

—Refuerzo del sistema inmunitario.

¿Cómo es posible que un simple paseo por la naturaleza logre aumentar nuestras defensas? La respuesta la encontró ya en 1928 el biólogo ruso Boris P. Tokin cuando logró aislar en el laboratorio las sustancias que liberan las plantas para defenderse de hongos y bacterias y que repelen a posibles depredadores. Técnicamente se trata de venenos, pero el reino vegetal los expele a unas dosis tan bajas para el ser humano que consigue el llamado efecto hormético: como las vacunas, nos protegen contra la enfermedad.

Gorka Olmo

Un estudio conducido por el departamento de salud e higiene pública de la Nippon Medical School demostró que los niveles de células NK (natural killers), que combaten el cáncer, son más elevados en las personas que practican los “baños de bosque” que en las que no salen de la ciudad. Los investigadores llegaron a esta conclusión tras medir los niveles de células NK en un grupo de estudio antes y después de haber pasado tres días en las montañas de Nagano. A su regreso, el número de estas células había aumentado de forma notable.

Conocidos los beneficios de perdernos en un bosque al menos una vez por semana, veamos algunas indicaciones para lograr una verdadera experiencia de shinrin-yoku:

—Elige preferiblemente un bosque centenario. Los expertos consideran que tienen más riqueza en fiton

cidas y otras sustancias beneficiosas que las arboledas más jóvenes.

Apaga el móvil. No tiene mucho sentido darse un baño de bosque si estás pendiente del teléfono y de las redes sociales. Y aunque no haya cobertura, tampoco resulta relajante detenerse cada dos por tres a hacer fotografías con tu smartphone.

—Vacía la mente para llenarla de bosque. Además de colmar los pulmones de aire puro e inmunizarte con las fitoncidas, se trata de dejar atrás todos los problemas y preocupaciones.

—Camina sin rumbo fijo. Querer cubrir un trayecto prefijado en un tiempo determinado convierte la experiencia en una obligación estresante. Permite que sean tus pies los que dicten la ruta, haciendo todas las pausas que te pida el cuerpo.

—El shinrin-yoku nos brinda la oportunidad de recuperar el paraíso perdido, lo cual incluye nuestra salud, ya que, como afirmaba John Muir, pionero de los parques nacionales en Estados Unidos, “ir a la naturaleza es volver a casa”. 

Las parábolas de Thoreau

“El esquema que perfilarían mis caminatas no sería un círculo, sino una parábola o, mejor, como una de esas órbitas cometarias que se consideran curvas de no retorno, abriéndose en este caso hacia el oeste y en la que mi casa ocuparía el lugar del Sol. A veces doy vueltas de un lado para otro, incapaz de decidirme, durante un cuarto de hora, hasta que resuelvo, por milésima vez, caminar hacia el suroeste o el oeste (…). Me parece que el bosque que veo en el occidente se extiende sin interrupción hacia el sol poniente y que no alberga ciudades lo bastante grandes como para ­molestarme”.

Caminar (1862), de Henry David Thoreau.

Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.

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