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Columna
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'Indepes' y banqueros, ante el Presupuesto

El plan presupuestario del Gobierno se ha suavizado en el trato a las empresas

Xavier Vidal-Folch
Isidro Fainé manifestaba en Mallorca que “debemos recibir con interés y optimismo” el plan Sánchez.
Isidro Fainé manifestaba en Mallorca que “debemos recibir con interés y optimismo” el plan Sánchez.CEDE (Europa Press)

El ruido de la cuestión catalana tapa otras movidas tectónicas. Las calificaciones provisionales de Fiscalía y Abogacía exacerban los ánimos anti-Gobierno, contradictorios entre la derecha (¡traición!, proclama) y el secesionisno (¡humillación!, reniega). Así, los indepes aseguran que no apoyarán los Presupuestos de Pedro Sánchez.

Eso desmocharía la petición de uno de los presos más famosos, Jordi Sànchez (de la ANC), de que no se les use como “moneda de cambio” en un paralelismo procés/cuentas públicas, alucinante pero sostenido por mentes inmediatistas. Aunque la cosa pinta de entrada muy mal, iremos viendo las digestiones.

Más allá del partidismo está la economía. Entidades patronales, voceros mediáticos y expertos dóciles venían machacando el plan presupuestario con dureza inusitada. Decían, como la derecha: nos italianiza, tumba a España. Añadían: hachazo fiscal, varapalo a las empresas, bochorno, confusión, ahuyentador de la inversión, inductor de recesión, virtual, ilegal, electoral...

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Rompió esa dinámica el presidente de la Autoridad Fiscal Independiente, José Luis Escrivá, ante el Congreso (25-10): “El escenario” fiscal del Gobierno “es probable y factible”, certificó, aun criticando duramente algunas insuficiencias, como la inexistencia de márgenes por si hay desviaciones sobre lo previsto.

El mismo día, el factótum del grupo Caixa, Isidro Fainé, manifestaba en Mallorca que “debemos recibir con interés y optimismo” el plan Sánchez. Y la semana pasada le flanqueó el consejero delegado del Santander, José Antonio Álvarez. Sin avalar todos los “detalles” del plan, aseguró que “va en la buena senda”. Se trata del mismo banquero que a finales de julio advirtió que su entidad adoptaría “las medidas que convengan”, como cambios de sede, si se establecía un impuesto a la banca.

¿Es un intento de congraciarse con el poder? Dudoso, porque el poder político, y más hoy, es lábil. ¿Una división del trabajo, la crítica desde la patronal bancaria y la loa desde las entidades? Incierto, pues, aunque con distinto énfasis, comparten onda.

Hay una explicación más convincente. El plan presupuestario del Gobierno se ha suavizado en el trato a las empresas. Es mucho más blando que el original sobre el impuesto de sociedades (15% sobre el tipo efectivo de la base imponible y ya no sobre resultado contable). Y no contempla un impuesto directo a la banca, aunque sí un par de medidas que la gravan más. Los banqueros ya reaccionan. Pero los voceros, aún no.

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