El dilema de cuidar de las personas desplazadas o del medioambiente
En las crisis de refugiados, las prioridades políticas chocan a menudo con la protección del ecosistema, lo que impide dar con soluciones sostenibles que garanticen el derecho a agua y saneamiento
El flujo de millones de personas que cada año son forzadas a huir de sus casas y que encuentran abrigo en alojamientos transitorios está generando una crisis al mismo tiempo humanitaria y ambiental que afecta a cada vez más países. Para encontrar soluciones a largo plazo y sostenibles y garantizar el respeto de los derechos a un medioambiente sano, al agua potable y el saneamiento, según los expertos reunidos en la Semana Mundial del Agua, celebrada en Estocolmo (Suecia) a finales de agosto, hay que involucrar a la comunidad de acogida y buscar soluciones como el reciclaje de los desechos en los campamentos. Pero a menudo las complejidades de las agendas políticas entran en conflicto con la protección del ecosistema, como demuestra el caso de Bangladés.
El país asiático da cobijo a alrededor de un millón de refugiados rohinyá que escapan de la violencia hacia su grupo étnico en Myanmar. En el asentamiento de Cox’s Bazar, que en el último año se ha convertido en uno de los más grandes del mundo, los problemas de agua y saneamiento están a la orden del día. La época de los monzones, por ejemplo, exponen sus inquilinos al peligro de inundación y deslizamientos de tierra, así como a la propagación de enfermedades.
Antonio Torres, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), explica que la construcción de diques puede ayudar a acopiar agua en las temporadas de lluvias ante la llegada de la época seca. Para mitigar el impacto en el ecosistema, se puede optar por diques temporáneos, de los que se benefician tanto las personas refugiadas como las comunidades de acogida. “Es un buen ejemplo de solución que encuentra el equilibrio entre necesidades humanas y protección del medio”, asegura.
Otra muestra, añade, es la producción de biogás a partir de desechos de inodoros. “Esta forma de producir energía sostenible tiene mucho potencial, mientras que su impacto en el medioambiente es muy bajo”. ¿Entonces por qué no se utiliza más? “El Gobierno bangladesí ha puesto restricciones para la construcción de infraestructura permanente como la que se necesita en este caso. Cuesta más, ocupa una superficie mayor y se tarda más en la construcción. Ante la emergencia y el enorme número de refugiados que atender, sin embargo, no se puede perder tiempo”.
El 36% de la población mundial vive en la actualidad en áreas donde el agua escasea
Agua y conflictos
El 36% de la población mundial vive en la actualidad en áreas donde el agua escasea, mientras que factores como la explosión demográfica y la rápida urbanización incrementan la demanda de este recurso. Las inundaciones también se multiplican, afectando a más de 100 millones de personas cada año. Estos fenómenos, exacerbados por el cambio climático, contribuyen a desencadenar la inestabilidad y a generar conflictos o desplazamientos de población. Sin embargo, el vínculo entre agua, inseguridad y conflictos es a menudo más complejo que esto.
Crear un nexo directo entre agua e inseguridad puede ser alarmista, sostiene Susanne Schmeier, investigadora del Instituto para Educación sobre Agua (IHE) de Delft. “El agua y los desafíos relacionados no necesariamente conducen a conflictos e inseguridad”, explica en Estocolmo. “Si bien existe un vínculo causal entre este recurso y las amenazas a la seguridad, otros factores determinan en última instancia cómo se desarrolla esta conexión”. Y, sobre todo, existen herramientas para evitar un desenlace violento.
Para los miembros de la plataforma Agua, Paz y Seguridad, en la que participa el IHE, la solución está en un enfoque 3D, basado en desarrollo, diplomacia y defensa. El empleo de big data y de imágenes vía satélite para generar modelos predictivos, según este esquema, puede dar una pista a la diplomacia para anticiparse a la crisis y actuar con tiempo para prevenir los conflictos. Pero, para que esta estrategia funcione, es necesario involucrar a los gobiernos de los países afectados, incluir las voces en el terreno y fomentar la transparencia y la circulación de informaciones.
“La falta de agua de por sí no lleva a conflictos, siempre hay otros factores detrás, como la ausencia de estructuras de gobierno o una administración débil, la falta de regulación sobre el uso de los recursos…”, aclara la experta en agua y diplomacia. “Si hay escasez, la cosecha se verá afectada, en consecuencia, habrá un repunte en los precios de los alimentos, se generarán protestas, las personas abandonan la campaña y se desplazarán hacia las ciudades, donde los servicios no serán suficientes para todos. Los excluidos empezarán a protestar”. Es lo que ha ocurrido en Siria, añade. “El agua ha desempeñado un papel importante en prender la mecha de la guerra, pero no es la única causa y es difícil determinar su peso real”. El lago Chad es otro ejemplo. “Es importante que la diplomacia actúe ahora, porque, a medida que se incrementa la población de la zona, el problema del agua aumentará”.
Los titulares de los grandes medios, insiste Schmeier, pueden contribuir a generar confusión. “A menudo, se evoca la palabra conflicto para atraer al lector, cuando en la realidad el agua solo es uno de los factores en juego. No siempre se refleja la realidad en todas sus facetas”.
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