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Columna
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Sensatez

No sabemos muy bien cuál va a ser el papel de la Fiscalía y la Justicia en el juicio a los encausados por el 'Procés'

Enrique Gil Calvo
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, este domingo en Barcelona.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, este domingo en Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)

Inesperadamente, el presidente Sánchez ha acordado con el líder de Podemos un borrador de Presupuestos Generales del Estado que está mereciendo la credibilidad de propios y extraños. Todo un acierto, que ha sorprendido a cuantos desconfiábamos de Pedro y Pablo. El titular de La Moncloa está logrando superar casi todos los embrollos en que se embarca por osadía o imprudencia. Y en cuanto a Iglesias, se diría que la paternidad le ha hecho sentar por fin la cabeza, aprendiendo a conducirse con un sentido de la responsabilidad que hasta ahora sólo parecía propio del reprobado Errejón. Es pronto para saber si gracias a eso el Gobierno podrá completar la legislatura, pues todo dependerá del grado de insensatez que demuestren los secesionistas. Pero lo que sí parece al menos es que el poder empieza a comportarse con buen sentido.

Entre tanto, en Barcelona el clima se degrada con episodios cada vez más histriónicos y patéticos que paralizan tanto al Parlament como al Govern. El otoño caliente prometido degenera en trifulcas entre sus facciones peor avenidas, que invierten en sabotearse todo su afán. Como la aberración puigdemente de poner zancadillas al president Torrent para forzarle a desobedecer al Supremo, mientras el president Torra anuncia que desacatará cualquier sentencia condenatoria. Es la gran contradicción del soberanismo, que por un lado exige la absolución de los procesados pero a la vez manifiesta que le interesa su condena más dura, erigida como el big momentum en que la insurgencia renacerá, cargada de razones para la venganza insurreccional.

Y es tan marcado el contraste entre el optimismo gubernamental de Madrid y el insensato nihilismo de Barcelona, que se diría que el seny, la sensatez y el buen sentido han cruzado la calle, huyendo del lado independentista para refugiarse en el constitucional. Pues, en efecto, salvando los lógicos exabruptos de la oposición españolista del PP y de Ciudadanos, que fuera del Gobierno no tienen otra cosa que ofrecer más que vociferar como Vox, lo cierto es que la reciente actitud del Ejecutivo Sánchez ante la cuestión catalana está siendo fundamentalmente sensata y acertada, al combinar de forma inteligente (en el sentido del smart power) la zanahoria del diálogo y el pacto (soft power) con el palo de la amenaza penal (hard power).

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Pero aquí se plantea un dilema inquietante, pues no sabemos muy bien cuál va a ser el papel de la fiscalía y la justicia en el juicio a los encausados por el procés. ¿Jugarán sus cartas con sensatez e inte-ligencia, combinando el peso de la ley con su interpretación más prudente y moderada, que, junto a desobediencia, dictaminaría sedición en grado de tentativa? ¿O convergerán con la preferencia expresada por Torra, dictando una sentencia tan dura que justifique su big momentum insurreccional? El Tribunal Supremo tendrá la palabra.

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