La responsabilidad ante las infraestructuras
Necesitamos más científicos y más técnicos especializados así como mayor inversión en mantenimiento avanzado
La seguridad de las infraestructuras es el concepto en el que se asienta toda la normativa de construcción. Evitar daños a personas o bienes. Por eso consideramos los colapsos como algo inaceptable. Pero es importante comunicar que no existe normativa en ningún país del mundo para evaluar estructuras de hormigón existentes ni se sabe cómo identificar las infraestructuras en hormigón que están deterioradas. Existe normativa aprobada por expertos y gobiernos para diseñar y construir estructuras nuevas, pero no están incorporados a la normativa métodos de cálculo para evaluar estructuras ya construidas, aunque hay conocimientos científicos que permiten deducirlos a los técnicos que se especializan en ello. Sin embargo cuando las estructuras de hormigón están dañadas o corroídas, como es el caso de Vigo y de Génova, su recalculo es patrimonio, y todavía muy rudimentario, de muchos menos expertos muy especializados. Esta situación de falta de los conocimientos básicos necesarios para el recalculo de hormigón dañado, es debida a que la sociedad y sus responsables políticos han puesto el énfasis en construir mucho pensando que los materiales no envejecen. Como en otros muchos temas, afortunadamente hay personas con visión a largo plazo que abordan investigaciones básicas que parecen inútiles, pero que se tornan vitales en momentos dramáticos. Como ejemplo recordemos el desastre de la presa de Aznalcollar, en el que el CSIC puso sus investigadores a disposición de la búsqueda de soluciones y gracias a ello el daño ambiental fue muy mitigado, pues se utilizaron sistemas de limpieza innovadores. Estos visionarios e investigadores suelen clamar en el desierto durante años avisando de la necesidad de más y buena investigación básica, hasta que llega un acontecimiento que pone de actualidad las carencias en conocimientos para abordar eficazmente como evitarlos en el futuro. Este es el caso de los accidentes de días pasados, en especial en el caso de Génova, puesto que sobre el de Vigo muchos simples ciudadanos llevaban tiempo alertando de los daños visibles. En Génova la situación no parece tan evidente ya que se estaba haciendo un seguimiento y mantenimiento del puente ¿por qué colapsó entonces? Porque no se supo prever la velocidad del daño ni cuándo y dónde se iba a producir una situación límite.
Más seguridad supone mayor inversión, mayor costo. En el caso de otros muchos puentes similares al de Génova ¿habría que cerrarlos ya al paso de vehículos y personas dadas las muchas incertidumbres que tenemos sobre su seguridad residual? Esta reflexión es la que estamos haciendo estos días algunos especialistas a través del correo electrónico. Como hay otros puentes similares en tipología y posiblemente tengan ya deterioro ¿en qué momento del deterioro el riesgo es inasumible? Sin duda cuando hay riesgo de daños a las personas o los bienes en segundo lugar. Pero al no conocer exactamente cuánta corrosión se ha producido y dónde puede estar desarrollándose, ante el coste elevado de tal inspección ¿cuándo dar la voz de alarma e impedir el acceso a la estructura para que empiece su reparación o demolición? ¿Debemos alertar ya a nivel internacional sobre los puentes en riesgo a las autoridades específicas?
Hacer mantenimiento en una estructura que se está deteriorando no es tan simple como se ha opinado en estos días. La corrosión del esqueleto metálico (armadura) que está dentro del hormigón no se ve desde fuera y aunque hay técnicas de medida para detectar esa corrosión, son muy específicas y solo interpretables por muy especialistas. Es cierto que en el caso de la tipología estructural de ese puente el riesgo de colapso era grande si se corroían los cables y por tanto, tal vez deberían haberlo cerrado hace tiempo y haber situado el riesgo en una fase muy conservadora, pero como se ha dicho, los técnicos de mantenimiento no disponen de métodos de cálculo rigurosos y no conocen con exactitud dónde está el deterioro y cuán grave es, al no usar habitualmente técnicas específicas. No vean en absoluto mis palabras como justificadoras de los hechos porque en Italia hay magníficos especialistas en cálculo de estructuras y de hecho un profesor de la Universidad de Génova ya había alertado de los riesgos. Lo que quisiera es enfatizar que toda mayor seguridad tiene un costo y es este balance el que es muy difícil de fijar en cada caso en particular. Para estructuras deterioradas además, evaluar rigurosamente el riesgo técnico-económico está solo en la capacidad de muy pocos especialistas, la mayoría investigadores. Es decir no es conocimiento público, ni esta difundido. El traspaso a la normativa de estos conocimientos debería acelerarse aprovechando la demanda social generada a partir de estos dos accidentes ocurridos.
Las dos ideas principales que quisiera verter en estas líneas, es que necesitamos más científicos y más técnicos que se especialicen y ayuden a traspasar los modelos de deterioro y métodos de cálculo a la práctica diaria. La segunda es que estructuras más seguras significa mayor inversión en mantenimiento avanzado. Mantenimiento avanzado significa inspecciones por personal especializado, el uso de técnicas avanzadas de medida, la toma de muestras y métodos de cálculo que trabajen con datos estadísticos como base de referencia y también instrumentar las estructuras críticas para tener una información en tiempo real de su situación estructural. Toda nueva estructura o edificio va a necesitar mantenimiento y tal vez habría que sacrificar algunos diseños que hacen muy costoso ese mantenimiento. Tenemos experiencia de elementos ornamentales que luego no se pueden poner a funcionar porque su costo es inasumible o vemos cantidad de suciedad en fachadas bonitas pero difíciles de limpiar o cubiertas muy difíciles de acceder, etc. La ciudadanía en su conjunto debe reflexionar porque todo lo construido va a envejecer y como vemos lo que cuesta mantener edificios de siglos pasados, los actuales habrá que mantenerlos y finalmente o serán demolidos o habrá que repararlos. En todo caso es necesario un constante y riguroso balance técnico-económico.
Hace poco una serie de convencidos de la importancia que la demanda social debe tener en el futuro, al ser la sociedad más consciente a través de las redes sociales del impacto que los avances tecnológicos tendrán en nuestro futuro, hemos creado la Asociación Española para el Avance de la Ciencia, AEAC, con el objetivo de que se pueda debatir y desarrollar más conciencia social de la necesidad de que se utilice el método científico en el análisis de la realidad sobre los beneficios/inconvenientes de tantos temas actuales que impactan nuestra actividad diaria y afectan a nuestro bienestar y seguridad.
La sociedad demanda la máxima seguridad, pero la seguridad total no existe en cualquier estructura construida. ¿Cómo optimizar los recursos disponibles? En España en la red de carreteras del Estado y en la de ferrocarriles, ha existido una política de mantenimiento aunque estos últimos años se ha degradado en exceso. No basta con decir que se haga mantenimiento. No, cuando el hormigón está deteriorado o su armadura corroída. Esa es la demanda que ahora se percibe y que debería llevar a autoridades y responsables a invertir más en mantenimiento más tecnificado, porque el mantenimiento acometido hasta ahora no parece suficiente en algunas tipologías estructurales. Más inversión también en investigación básica a largo plazo sobre los balances seguridad-economía o sobre técnicas no destructivas de inspección o sensores permanentes que envíen alertas tempranas de deterioro. Hay que aplicar los conocimientos de los investigadores a ese tipo de mantenimiento con el fin de hacerlo más técnico con modelos de deterioro incorporados e instrumentación de uso continuo ( o ininterrumpido ). Hay que investigar más sobre el balance seguridad-inversión en mantenimiento y reparación. Eso debemos demandar.
Carmen Andrade es doctora en Química Industrial y profesora visitante de CIMNE-UPC. Ha sido Presidente de la RILEM y de la UEATc y de Comités internacionales sobre vida útil del hormigón.
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