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CARTA BLANCA
Columna
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Una seguiriya solemne

Frente a la polémica que habitualmente genera la academización del cante, la cantaora recibió de su maestro José de la Tomasa un consejo: “No intentes copiar cómo otros expresan la pena”.

Antes de tener una idea propia sobre los entresijos del flamenco, recuerdo cómo iba buscando opiniones de artistas que admiraba y cómo disfrutaba al encontrar discursos contrapuestos. Esto me confirmaba que en la mayoría de las cuestiones, el flamenco, como el arte general, es subjetivo.

En esos días nos conocimos, mi admirado maestro José de la Tomasa. Siempre te había visto sobre el escenario, en festivales de verano y había disfrutado a través de tus grabaciones. Aquel año el entorno cambió. Tú impartías clases en la Fundación Cristina Heeren, a la que yo acudía. Entonces pude escucharte en un cuarto pequeño, sin megafonía, alrededor de una gran mesa junto a otras personas tan deseosas de tu arte como yo.

Siempre me ha llamado la atención el debate que genera la academización del cante porque parece que olvidásemos que en cualquier caso tiene que darse el proceso de aprendizaje

Siempre me ha llamado la atención el debate que genera la academización del cante porque parece que olvidásemos que en cualquier caso tiene que darse el proceso de aprendizaje. Ningún artista nace con las melodías y los patrones rítmicos instalados en su disco duro. Dicho esto, la variable a tener en cuenta sería el contexto, algo ligado estrechamente a los tiempos que van viniendo. Con esta naturalidad lo vivo.

Recuerdo el primer día que canté delante de ti. No me he puesto tan nerviosa ni en el Teatro Real… Me sorprenden los límites que podemos llegar a ponernos por culpa de nuestros propios prejuicios. Antes de conocerte pensaba que “mi metal” no iba a gustarte, que sólo apreciarías timbres similares al tuyo. Pero no fue así…, contigo encontré un maestro único; que me invitó a conocerme y a ser yo misma.

La seguiriya es un palo solemne y trágico. Uno de esos estilos considerados “grandes” por los aficionados más puristas. A mí siempre me atrajo. Fue el estilo que más tiempo tardé en cantar y ahora es uno de los que no suelen faltar en mi repertorio.

Recuerdo que compartimos respeto por este género. Me dijiste: “Este año sales cantando por seguiriya de aquí”. Casi todos los días me preguntaba si quería cantártela, a lo que yo respondía que no con tantas ganas como miedo. Mientras tanto, escuchaba todas las versiones que iba encontrando, desde Agujetas a Mayte Martín, pasando por Tomás Pavón y Mairena.

El día que por fin me decidí, ya estaba acabando el curso. Antes de comenzar me diste el mejor consejo que nadie me ha dado: “Sé tú misma, no intentes copiar cómo otros y otras expresan la pena o la desesperación, tú la exteriorizas a tu manera. Nunca te he visto dando un portazo o dando un grito cuando te enfadas porque tus maneras son otras…, pues en el cante pasa lo mismo”.

El mensaje fue contundente; ser una misma o uno mismo, conocerse, aceptarse y mostrarse como se es.

Me gusta sentir y pensar que canto como soy, así que este consejo me sirvió tanto para el cante como para la vida. El orden es de dentro hacia fuera. Sólo buscando en nuestro interior y conectando con nuestro centro podremos llegar a los demás. Y si no sucede tan deseada conexión, al menos, siempre nos quedaremos nosotros mismos. 

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