El cristianismo se extiende más rápidamente a través de líderes influyentes
El éxito de la expansión cristiana no está en la conversión de las bases de la sociedad
El misionero británico John Williams llevó el evangelio a muchas culturas del Pacífico Sur durante la primera mitad del siglo XIX. Cuando arribaba en una nueva isla, siempre hacía lo mismo: buscaba a la persona más poderosa y ponía a su disposición los recursos de la misión. Aunque Williams murió a manos de caníbales con 43 años, para entonces había logrado la conversión de muchas personas. Ahora, un estudio internacional publicado en Nature Human Behaviour concluye que la forma más rápida en que se puede expandir el cristianismo es captando a los líderes políticos de nuevas comunidades, tal y como hizo el misionero.
El nuevo estudio analiza datos de censos coloniales y de diarios de misioneros pertinentes a la conversión de 70 culturas austronesias entre los siglos XVI y XIX. Desmiente la hipótesis de que el cristianismo se haya extendido principalmente entre las bases sociales por su mensaje de igualdad y su capacidad de empoderar espiritualmente a los oprimidos. Si este fuera el caso, los investigadores habrían esperado encontrar una rápida difusión de la doctrina entre las culturas con mayor desigualdad social. Sin embargo, ese factor era irrelevante y, en cambio, los autores constataron que el cristianismo se adoptó más rápidamente en las sociedades jerarquizadas políticamente, es decir, las que tienen líderes con influencia sobre el resto de la población.
Un observador cínico puede concluir que los misioneros como Williams eran bien conscientes de esto y manipulaban a los jefes para llegar a todos sus súbditos por mandato. Al fin y al cabo, este siempre ha sido un modelo de transmisión ideológica muy plausible, y quienes lo defienden destacan ejemplos como la conversión del emperador romano Constantino I entre los grandes hitos de la expansión del cristianismo. Sin embargo, Joseph Watts, el autor principal de este estudio, señala que los misioneros corrían grandes riesgos al establecer contacto con sociedades extranjeras —como ilustra la historia de Williams— y hacerle la pelota al jefe podía ser una de las pocas formas de protegerse que tenían.
Watts, que no es cristiano, investiga la evolución de la cultura humana en el instituto Max Planck (Alemania) y los procesos cognitivos que la subyacen en la Universidad de Oxford (Reino Unido). Considera que hay aspectos del proceso recién descrito que no se pueden extrapolar a la transmisión de cualquier cultura. “El cristianismo tiene algunas propiedades que lo hacen una religión única: tiene un solo dios con autoridad sobre toda la gente, defiende un conocimiento o verdad exclusiva y promueve el proselitismo. Damos por hecho que estas características son comunes a cualquier religión, pero realmente son bastante únicas”, dice.
No obstante, los autores demuestran que la religión sí sigue algunos patrones generalizados de la difusión cultural, como el hecho de que su adopción sea más rápida en comunidades pequeñas que en las poblaciones más grandes. La explicación que ofrecen los científicos sociales es que una persona tiene más posibilidades de asimilar una doctrina cuanta más gente conozca que ya la haya adoptado; en una sociedad pequeña, el porcentaje de la población que conoce a los primeros cristianos es mayor.
La religión sigue patrones generales de la transmisión cultural, como la difusión rápida en comunidades pequeñas
El estudio se basa en un conjunto de archivos bastante completo, y además tiene en cuenta factores como la distancia entre las islas y sus lazos históricos, por ejemplo derivados de una genealogía común. Es curioso que casi todos pueblos austronesios, desde Madagascar hasta Hawaii, adoptaron una de las grandes religiones del mundo en los últimos siglos (cristianismo, islam o hinduismo), a pesar de tener sus propias creencias sobrenaturales desde la antigüedad. El estudio demuestra que las misiones cristianas de esta región solían tener éxito en menos de 30 años, aunque en los datos figuran pueblos que tardaron desde menos de un año en convertirse hasta 203, en el caso más extremo.
Los autores consideran a un pueblo "convertido" cuando la mitad de su población adopta la nueva doctrina, pero cabe preguntar cómo de realista o útil es esta clasificación. En realidad, el cristianismo ampara multitud de confesiones y el seguimiento de las prácticas o rituales de cada una varía incluso entre los que se consideran fieles. La especialista en evolución cultural y genética en la Universidad de Vanderbilt (EE UU) Nicole Creanza, que no participó en el estudio, sugiere añadir estos matices a investigaciones futuras, pero señala en un comentario adjunto a la publicación de Nature la utilidad de los nuevos métodos para estudiar la evolución cultural humana. “Con tan solo conocer unas pocas características de cada población, como su tamaño y organización política, mejora drásticamente nuestra capacidad de predecir exitosamente si una idea se extenderá en la sociedad”, afirma.
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