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Ana Cristina Herreros, la voz de los sin voz

Ana Cristina Herreros, retratada en Madrid.Vídeo: Fotografía de Lupe de la Vallina / Vídeo de Javier Villabrille

Editora, autora y narradora oral, esta leonesa ha fundado Libros de las Malas Compañías para ofrecer refugio a la memoria, la tradición y los colectivos olvidados.

MI ABUELA era gallega y analfabeta, y a mi madre, cuando se casó y se fue a vivir a León, le prohibieron hablar gallego porque era la lengua de las bestias. Vivió su identidad con vergüenza. Calló sus cuentos, aunque las primeras palabras que recuerdo suyas son gallegas: una nana. No le prohibieron cantar”, relata la filóloga Ana Cristina Herreros, de 53 años.

Este pasado familiar supuso una gran influencia. “Hice el doctorado sobre La doncella guerrera, un personaje femenino que se viste de varón para poder existir. Y en realidad ese ha sido siempre mi tema: la mujer silenciada junto con la recuperación de la memoria, de las tradiciones orales y de dar voz a quien carece de ella”.

Tras 25 años en la editorial Siruela, donde empezó como correctora y acabó dirigiendo la Biblioteca de Cuentos Populares, en 2014 decidió embarcarse en un proyecto propio, Libros de las Malas Compañías, con la aspiración de “plantear un proyecto diferente”, detalla. Su hija mayor, Anaïs, la acompaña; también Daniel Tornero, su director de arte. El equipo trabaja en red y su oficina está allí donde les llevan sus libros.

Las colecciones de la editorial son toda una declaración de intenciones: La gente también cuenta quiere visibilizar a minorías como los autistas o las personas sin hogar; Rescatados devuelve a las librerías y bibliotecas —no venden en grandes superficies— libros descatalogados; Cuentos antiguos quiere mantener vivas las voces de nuestros abuelos, y Serie Negra recupera la memoria oral en comunidades negras.

Dibujos realizados por los niños que participaron en sus talleres en Senegal.
Dibujos realizados por los niños que participaron en sus talleres en Senegal.

A Senegal se trasladaron para trabajar en El dragón que se comió el sol y otros cuentos de la Baja Casamance, el primer título de la colección, que tardó tres años en materializarse y cuyas ventas se destinan a la alfabetización de mujeres. “Nos dedicamos a recoger los cuentos que los mayores contaban a los niños. Los ilustramos con ellos, con sus tipografías y telas. Su literatura tradicional es oral y tiene tanta importancia como la escrita, pero en Occidente prima el libro, así que quisimos dar valor a su cultura, que apreciaran que sus cuentos eran tan relevantes como Cyrano de Bergerac”, explica. Y se apresura a aclarar que en Libros de las Malas Compañías no se dirigen solo al público infantil. Ella no cree en estas categorizaciones. “La literatura es o no es. De hecho, en Senegal pregunté a un bibliotecario si contaban cuentos de niños a los niños, y me respondió: ‘Si lo hiciéramos, ¿cómo van a aprender a ser adultos?”.

Herreros sigue compaginando la edición con sus facetas de escritora —entre sus títulos destacan Libro de monstruos españoles, Cuentos populares de la madre muerte o La asombrosa y verdadera historia de un ratón llamado Pérez— y narradora oral, bajo el nombre de Ana Griott, en teatros, cafés… “Griott es el narrador tradicional de África Occidental, un niño que era hijo de un muerto y sabía historias de los que no están. Yo hago lo mismo contando, editando o escribiendo: intentar mantener vivos los cuentos, la memoria, lo tradicional, y dar voz a quienes no la tienen.

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