Medidas para evitar el gato por liebre
El fraude alimentario, un problema de muchas caras, se beneficia de la falta de coordinación y medios en la lucha para combatirlo, sobre todo en los países en desarrollo
"El fraude alimentario es un problema que existe desde hace milenios, y no lo vamos a resolver ahora. Pero estamos obligados a hacer más". El refranero tradicional español respalda las palabras de Steve Gendel, de la farmacopea estadounidense USP. Porque lo de dar gato por liebre se escucha desde hace siglos. Pero fue en 2013, cuando el escándalo recorrió la Unión Europea por la venta de carne de caballo como si fuera de vacuno, cuando el asunto volvió a hacerse un hueco en la agenda política. Esta semana expertos de todo el mundo debaten en Roma cómo enfrentarse a un problema que, en realidad, son muchos al mismo tiempo. Y que afectan a la salud de los consumidores y al negocio de los productores.
Desde falsificar la fecha de caducidad de un alimento hasta mezclar distintos tipos de aceite y venderlo como virgen extra. Machacar cáscaras de cacahuete y hacerlas pasar por especias o añadir melamina para incrementar el valor proteínico de un producto. Decir que un queso es manchego cuando no lo es o saltarse los controles sanitarios. Todos ellos son ejemplos de fraude, pero unos son más difíciles de detectar que otros.
"Tenemos que revisar toda la cadena de producción", asume Beate Kettlitz, representante de la patronal europea del sector alimentario FoodDrinkEurope. "¿De dónde vienen nuestros ingredientes? ¿cómo se procesan? ¿dónde están los puntos débiles?", pone como ejemplo. Pero, defiende, para eso es necesaria una colaboración entre lo público y lo privado. Gendel coincide: "las empresas reciben alimentos todo el tiempo, los procesan, los someten a controles de calidad... Si se pudiera poner en común toda esa información sería muy útil". Sin olvidar, insiste Kettlitz, a los pequeños y medianos productores, que tienen menos medios y capacidad para medir sus riesgos.
Esa armonización la propugna también Yves Rey, un ejecutivo del sector que ha trabajado, entre otros, para el grupo Danone y dirige la organización estadounidense IFAAO. "Muchas compañías hacen cosas, pero sin coordinación no avanzaremos. El Codex Alimentarius puede ser una plataforma para conseguirlo". Rey, como los demás, participan en la reunión anual de la comisión del Codex, un organismo de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) que elabora los estándares internacionales sobre la inocuidad de la comida.
Pero armonizar no es fácil con realidades tan distintas. Porque no es lo mismo el mercado alimentario europeo que el ghanés. La delegada de Ghana ante el Codex insistía este martes en las dificultades de su país para realizar análisis y controlar lo que se vende en su mercado interno. "Cada vez vemos más quesos o salsas de tomate que no son lo que dicen ser", denunciaba, al tiempo que pedía ayuda para avanzar en la lucha contra el fraude en los países en desarrollo.
Ver una carne roja a un precio mucho más bajo, ¿no debería hacer sonar la alarma?
Los controles, sin embargo, no son todo. O eso opinaba Nicholas Gardner, directivo de ICGMA, una federación de procesadores de alimentos. "A veces veo a mucha gente que se siente cómoda haciendo tests y analizando los resultados. Pero tenemos que empezar a tener en cuenta otros factores además de los análisis", sostenía. Si se trata de combatir actividades ilícitas, según Gardner, habría que empezar a explorar las razones y circunstancias que las rodean y favorecen. Entrando, incluso, a estudiar el problema desde el punto de vista de la criminología o la conducta humana. Ignacio Sánchez-Recarte, vicepresidente de la Federación Internacional de Vinos y Espirituosos, está de acuerdo. "Para acabar con actividades ilegales debemos tener en cuenta qué es lo que las motiva".
Porque, por ejemplo, en el caso del vino o los licores, imponer demasiados impuestos o establecer procedimientos largos y complicados para los productores legales puede favorecer la aparición del fraude. O eso cree Sánchez-Recarte: "Lo hemos visto en muchos países del mundo, que entornos fiscales más difíciles dejan un vacío o una mayor ganancia para los criminales", señalaba.
En algunos casos, los riesgos para la salud de estas actividades fraudulentas son claros (uso de productos dañinos, burla de controles, etiquetados sin las advertencias adecuadas...). Más de 600 millones de personas enferman cada año por la ingesta de alimentos contaminados, según la ONU.
En otros, el problema es más bien económico para quienes producen o distribuyen la comida. Porque alguien falsifica su producto y hace competencia desleal, o porque los consumidores dejan de comprarlo tras un escándalo. "Cuesta mucho ganarse la confianza del cliente, pero se pierde muy rápido", en palabras de Kiettlitz. La directiva de FoodDrinksEurope llama, en todo caso, a estar atentos a posibles indicios de fraude: "Ver una carne roja a un precio mucho más bajo de lo habitual, ¿no debería hacer sonar la alarma?".
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