Tras milenios de sequías, es hora de prepararse
Un estudio analiza los planes de preparación para la escasez en el norte de África y Oriente Próximo, con países donde gran parte de la población de la agricultura y la ganadería
Hay años con poca agua y otros sin ninguna. En Egipto —y en toda la cuenca del Nilo— la escasez ya marcaba la vida de sus habitantes hace cuatro milenios. Sudán, por ejemplo, ha vivido 16 sequías graves en los últimos 45 años. En Marruecos y Túnez, los troncos de los árboles sugieren que en los últimos siglos la escasez se repite cada dos décadas, y puede durar entre dos y cuatro temporadas. Siria las ha sufrido un año de cada dos, y los primeros registros datan de la época del emperador romano Claudio (46 d.C.). De hecho, la sequía de cuatro años que se inició en 2006 abonó el terreno para el largo conflicto que ha devastado el país.
Pero aunque llueva, en esta mega región, de Mauritania y el Sahel hasta la península arábiga, pasando por la costa mediterránea de África y hasta Turquía, siempre falta agua. Casi todos los países sufren escasez hídrica (menos de 1.000 metros cúbicos per cápita al año) y varios escasez aguda (menos de 500). De hecho, en la costa norte de África —de Marruecos a Egipto— la media es de solo 274 metros cúbicos anuales por persona. En los Emiratos, Arabia Saudí o Yemen, la media cae hasta 84. Tres cuartas partes del territorio son desérticas.
Por eso, un informe de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), lamenta que los esfuerzos se centren todavía en recuperarse de la sequía en lugar de en ser menos vulnerables cuando esta llega. En Argelia, por ejemplo, no hay agencia ni organización dedicada a predecir la escasez, y en cambio sí hay otras para prepararse frente inundaciones o terremotos. En Irak, 12 de las 18 provincias no tienen ningún plan de prevención. “Anticiparse es mucho más barato que reaccionar”, en palabras de Eduardo Mansur, directivo de la agencia. Y ya no es necesario ir a controlar el nilómetro de la isla Elefantina. “Hoy hay herramientas agrometeorológicas para predecir los problemas”, señala Mansur.
Porque la mayoría de las veces, explican los autores, solo hay mecanismos a posteriori, como los subsidios para sistemas de irrigación y la excavación de pozos o el reparto directo de agua. Pero esto último, advierten, pueden dar lugar a otros problemas: distribuir agua en ciertos lugares puede hacer que los pastores nómadas cambien sus rutas y se junten en los mismos sitios, acabando con los pastos de la zona. Además de hacerlos dependientes de la ayuda.
Falta preparación: en Argelia no hay ninguna agencia para prevenir la sequía y en Irak, solo seis de las 18 provincias tienen planes de acción contra la falta de agua
La falta de oro azul en esta parte del mundo contrasta con la presencia de oro negro. La mayoría de estos estados son ricos en petróleo, que es el principal combustible de sus economías. Pero, advierten los autores, la agricultura y la ganadería (que se llevan hasta nueve de cada 10 litros) también suponen una parte importante de su PIB y en muchos casos son vitales para mantener la capacidad de alimentar a su población.
En Marruecos, la agricultura es el 15% del PIB y el 23% de las exportaciones, y emplea a la mitad de la población activa. Un mal año de lluvias (el 90% del suelo agrícola depende de las precipitaciones) puede hacer caer el PIB nacional hasta un 8%, como sucedió en 1994. En Egipto, donde la irrigación es “la única opción realista” para cultivar alimentos a gran escala, el 55% de la gente vive de cultivar alimentos.
Por eso hace falta buscar soluciones. En la península arábiga, por ejemplo, están apostando por la desalinización y la reutilización de aguas residuales. “Prepararse para la sequía no es solo almacenar agua para cuando llegue”, advierte Mansur. “Es, por ejemplo, cultivar especies que resistan la escasez”. También, señala el documento, hay métodos para mantener la humedad en los suelos y minimizar el impacto. Reservar pedazos de tierra para plantar árboles o arbustos puede servir también para amortiguar la falta de agua.
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