Caballito de mar
Lo más asombroso del hipocampo no está en su físico, sino en su manera de reproducirse al ser el macho, y no la hembra, el que queda preñado
En el mercado nocturno de Hong Kong, entre ropa de marca falsificada, relojes de pulsera y baratijas, los caballitos de mar se exhiben disecados y en forma de racimo. Los chinos atribuyen propiedades curativas a este animal marino que, una vez convertido en polvo, es utilizado para despertar la pulsión sexual en el hombre con problemas.
Con todo, el acoso que sufre esta especie no es de ahora, sino que viene precedido por años de uso medicinal. El naturalista romano Plinio el Viejo, en su Historia Natural, asegura que un ungüento de caballitos de mar con otros ingredientes, cura la alopecia. Parece ser que el mismo Plinio experimentaba con dicha fórmula; lo que no sabemos a ciencia cierta es si funcionaba pues pocas noticias hay sobre ello. Plinio el Viejo moriría durante la erupción del Vesubio, intentando socorrer a las víctimas. En otro momento hablaremos de Plinio, del Vesubio y del fresco de los delfines de Pompeya que sobrevivió a la catástrofe. Ahora toca hablar del caballito de mar, un animal cuya alimentación se basa en el consumo de plancton y de pequeños crustáceos como son los camarones.
La mitología contribuye en buena forma a convertir al hipocampo en uno de los animales más curiosos que existen
Nos llama la atención su hocico, demasiado desarrollado en relación con el resto del cuerpo, pero eso mismo es lo que le hace apto para ingerir alimentos enteros ya que, al carecer de dientes, más que comerse a sus presas, los caballitos de mar las aspiran; tragándolas enteras y sin masticar. Otro detalle a tener en cuenta es que el caballito de mar dispone de una cola prensil. El citado apéndice le permite asegurarse a los tallos de la vegetación marina, enroscándose a ellos. Luego está el atributo que los hace singulares pues los caballitos de mar disponen de un relieve en sus cabezas llamado corona y que son pieza única en cada ejemplar. Por este detalle, no hay dos caballitos de mar iguales.
Científicamente, el caballito de mar es conocido como hipocampo, antigua palabra cuya etimología viene del latín hippocampus y que a su vez viene del griego hippokampos, formada por hyppo “caballo” y campe “monstruo marino”, divinidad ctónica a la que Cronos le encargó vigilar el Tártaro, donde tenía presos a los cíclopes. La mitología contribuye en buena forma a convertir al hipocampo en uno de los animales más curiosos que existen. Su aspecto reúne las características de un animal más propio de la fantasía que de la realidad. Sin embargo, lo más asombroso no está en su físico, sino en su manera de reproducirse al ser el macho, y no la hembra, el que queda preñado.
A su reproducción le antecede una danza ritual de apareamiento donde el macho provoca a la hembra con unos movimientos que vienen acompañados de chasquidos rítmicos producidos con el cráneo. Es entonces cuando, al igual que los camaleones, los hipocampos cambian de color para poder ocultarse, buscando la intimidad para el acoplamiento. Con su nuevo aspecto, los cuerpos se enroscan y es entonces cuando se origina la fecundación por parte de la hembra que deposita cientos de huevos en el torso del macho y este libera el esperma para fertilizarlos. Debido a ello, los machos se diferencian de las hembras por su zona abdominal. Mientras los machos tienen un abdomen liso y dispuesto con una bolsa incubadora para depositar los huevos, el abdomen de las hembras es puntiagudo y con asperezas al tacto.
El caos molecular que habita en las profundidades marinas no puede separarse de la vida en tierra firme. Como tampoco puede separarse de la literatura. Si se hace, se nos acabará el mundo
El paisaje marítimo está lleno de curiosidades de este tipo, detalles que nos revelan que bajo las inquietas aguas del mar, la vida es mucho más compleja y antigua que en tierra firme. Quizá sea por ello que desde que el ser humano entró en razón, se puso a buscar la fuente de la salud en el fondo de los mares. Pío Baroja, en Las inquietudes de Shanti Andía nos dice que el mar es el laboratorio de la vida. Para Borges, el mar seguía siendo un antiguo lenguaje que nunca llegó a descifrar y para el poeta Walt Whitman, el mar es un milagro continuo.
Dicho con palabras más científicas; el caos molecular que habita en las profundidades marinas no puede separarse de la vida en tierra firme. Como tampoco puede separarse de la literatura. Si se hace, se nos acabará el mundo.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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