Simon Porte, el niño mimado de la moda
Con solo 28 años, Simon Porte ha conquistado la pasarela de París. Jacquemus, su firma, es uno de los fenómenos más interesantes que ha presenciado la industria del lujo en los últimos años. Una marca independiente, comercial y fresca que planta cara a un sector dominado por las grandes compañías.
ES EL CREADOR favorito de las estilistas. El ojito derecho de maestros del diseño como Pierre Cardin o Karl Lagerfeld, que honran sus desfiles con su cotizada presencia. En definitiva, el niño mimado de la moda francesa. La crónica de su éxito representa, además, el sueño hecho realidad de cualquier joven diseñador. Es la historia de un chico de provincias que trabaja como dependiente en una tienda y lanza su propia marca con el único respaldo de un sueldo modesto. Sin ningún título concedido por una prestigiosa escuela ni experiencia como asistente del asistente de un gran creador, debuta en la Semana de la Moda de París con solo 22 años. Comienza a vender en las tiendas más influyentes —Net-a-Porter, Mytheresa—, consigue el favor de la crítica y, a través de él, más de 100 puntos de venta en todo el mundo y una compañía que en los últimos dos años ha duplicado su tamaño.
El príncipe de este cuento posee, para más inri, un innegable atractivo físico. Es Simon Porte (Salon-de-Provence, 1990) y su firma, Jacquemus, constituye uno de los fenómenos más interesantes que ha presenciado la industria de la moda en los últimos años. La marca, independiente y sin inversores externos, surge casi como un elemento subversivo dentro de un sector —el del lujo— estructurado en forma de duopolio. A un lado del cuadrilátero, el grupo Kering, propietario de enseñas como Balenciaga, Saint Laurent y Gucci. Al otro, Louis Vuitton Moët-Hennessy, dueño de Dior, Loewe y Céline. Alrededor de ambos, orbitan corporaciones de tamaño más reducido: las italianas Tod’s (Hogan, Fay, Roger Vivier) y OTB (Diesel, Marni, Maison Margiela) o la catarí Mayhoola for Investments (Valentino, Balmain). Pocos peces pequeños logran sobrevivir por sí solos en este océano de tiburones. Y Jacquemus es uno de ellos, quizá el más exótico. “Al crecer y evolucionar nos damos cuenta de que, en parte, lo hacemos porque somos distintos. Y queremos seguir siendo así, libres. No me imagino que alguien me llame y cambie de idea”, argumenta Porte.
Pero Jacquemus no es única solamente por el improbable modelo de negocio que representa. Su propio origen habla de la especial sensibilidad con la que Porte ha conquistado a crítica y público. El francés no siempre quiso dedicarse a la moda. De hecho, cuando era niño soñaba con ser cura. La idea de diseñar surgió tras la muerte de su madre, fallecida en un accidente de tráfico a los 42 años. Porte tenía 18 y empezó a confeccionar ropa como una forma “de pensar en ella y de homenajearla”. A esa mujer “valiente y libre”, que un día iba a buscarlo al colegio con un magnífico traje de tweed, y otro, embutida en un mono de cuero. Una mujer que no dudaba en lucir por la calle un vestido creado por su hijo a partir de una sábana vieja. “Estaba tan orgulloso de ella”. Tanto que bautizó su marca con el apellido de soltera de su madre.
“No estoy haciendo una película. Diseño ropa que llevará gente real. Por eso debe tener un precio y un diseño accesible”
“No tenía nada. Solo una idea y la ambición de crear algo especial. Era joven y supernaif. No me importaba el dinero, solo deseaba hacer realidad mi sueño de una forma desesperada”, recuerda. Trabajaba como dependiente en una tienda de Comme des Garçons —la mítica firma capitaneada por la japonesa Rei Kawakubo— para pagar las telas, pero pronto sus jefes supieron ver el talento de Porte y comenzaron a vender sus diseños en Dover Street Market, la cadena de boutiques multimarca que posee la firma y que encumbra a quien vende en ellas su ropa. “Fue un empujón increíble”. El que necesitaba para debutar en la Semana de la Moda de París con solo 22 años. Era el diseñador más joven de la cita y sus prendas “ingenuas, coloristas” y comerciales recibieron duras críticas.
El minimalismo que definió estos primeros trabajos no fue elegido, sino impuesto por la falta de recursos técnicos y económicos. También el complicado equilibrio entre “comercial y especial” sobre el que siempre deambulan sus prendas: poéticas, femeninas y con cierta querencia por las siluetas arquitectónicas. “Pagué mi segunda colección con las ventas de la primera. Desde el principio tuve que vender para salir adelante y ganar más dinero. No diseño cosas que no creo que puedan tener una salida comercial y no muestro nada en el desfile que no vaya a estar en las tiendas”. Un discurso tan sincero como insólito en una industria donde muchos creadores aún presumen de ignorar los estudios de mercado.
Con una plantilla de 40 empleados, Porte puede permitirse el lujo de seguir controlando la dimensión creativa y empresarial de Jacquemus, que, en su opinión, son dos caras de una misma moneda. “No estoy haciendo una película ni tengo que luchar con el productor para poder contar la historia que quiero. Creo ropa para que la lleve gente real. Por eso mis colecciones deben ser accesibles. Primero, desde el punto de vista del diseño. Es decir, deben ser ponibles. Y segundo, desde la perspectiva del precio”. Un vestido de 560 euros o unos pantalones de 365 son, como reconoce el francés, “productos caros que no todo el mundo puede permitirse”. El concepto accesible solo cobra sentido si se pone en contexto y se compara con el resto de marcas que desfilan en París. Frente a los bolsos de 3.000 euros de Chanel o las camisetas de Dior a 700, Jacquemus representa el lujo más accesible.
Porte sabe que ese posicionamiento es clave en el éxito de su marca. Por eso lucha para mantenerlo sin perder por el camino el factor aspiracional, un término que se utiliza en el sector para definir lo codiciable, aquello que hace soñar. De momento, sus famosas clientas —de Beyoncé a Selena Gomez— ayudan a mantener esa aura de glamour.
Gracias a esta estrategia y solo seis años después de debutar en París, Porte consiguió conquistar esta pasarela, que le distingue con un trato privilegiado. Desde la temporada pasada, su desfile abre la cita francesa. Para que el de Porte sea el primer desfile, la pasarela comienza un día antes y esa jornada se centra en una única presentación: Jacquemus. “Al mostrar mi trabajo la misma tarde que marcas como Yves Saint Laurent la repercusión mediática se diluía. Así que propusimos hacerlo solos la jornada anterior. Era una jugada muy arriesgada porque suponía obligar a los medios a pasar una noche más en París solo para vernos. Los periodistas vienen cansados de las pasarelas de Nueva York, Milán y Londres —que termina ese mismo día por la mañana— y podrían habernos ignorado. Pero la respuesta fue increíble”. En primera fila, estaba la prueba tangible de su creciente poder de convocatoria: de Anna Wintour, directora de la edición estadounidense de Vogue, hasta Karl Lagerfeld, responsable de Chanel y Fendi. Nadie quiere perderse el desfile de Jacquemus.
“En mis colecciones hay muchos guiños a las películas de Pedro Almodóvar. Pero ‘La Bomba’ es la más almodovariana”
Los líderes de opinión comenzaron a fijar su atención en la marca hace dos años, cuando recibió el premio LVMH. Se trata de un galardón valorado en 300.000 euros que concede un conglomerado de empresas del lujo y con el que también han sido distinguidos Shayne Oliver, director creativo de Hood by Air, o el dúo Marques’Almeida. “El dinero nos lo gastamos enseguida. Pero justo en ese momento comenzamos a crecer a gran velocidad y todo el asesoramiento legal y económico que nos facilitaron de forma gratuita fue clave para nuestro desarrollo”.
Hace apenas un año, llegaría Santons, la colección que marcó un antes y un después para Jacquemus y en la que el diseñador recuperaba su obsesión infantil por el clero y su vestimenta. “La gente pudo sentir que yo ya no era un niño, sino un creador maduro, y que la mujer para la que diseñaba también había crecido. Me miraban de una forma diferente: algo había cambiado, para ellos ya no era el mismo. Lo vi en sus ojos”. Y en su cuenta de resultados. Sus sombreros de rafia y ala sobredimensionada se agotaron cuatro veces y la edición estadounidense de Vogue dedicó una página entera a hablar de estas pamelas rústicas, que se convirtieron en el complemento más deseado del verano pasado. Jacquemus estaba en boca de todos. “Nos copiaron como locos. Incluida una marca que es muy famosa en España. Pero me lo tomé como una buena señal: significa que eres relevante. Es mucho más triste cuando nadie se fija en lo que haces”.
La confirmación llego hace seis meses con La Bomba, que acaba de aterrizar en las tiendas: vestidos sensuales combinados con otros camiseros, de nuevo grandes sombreros y un aire casi tropical. Aunque el referente que articula este trabajo es español: Pedro Almodóvar. “Me encantan sus películas y en mis colecciones puedes ver muchos guiños a su trabajo. Pero lo cierto es que La Bomba es la colección más almodovariana que he hecho”, sentencia. Como tantas otras veces, Porte también se inspira en su madre y en los recuerdos de sus vacaciones juntos en Córcega, cuando la veía “tan guapa, llevando todos esos complementos típicos de cualquier isla: los sombreros, los pareos, los bolsos”.
El francés filmó el vídeo promocional de esta colección en Lanzarote y, como el diseñador millennial que es, colgó todo el proceso en sus redes sociales. Allí comparte fotos de su sobrino, selfies con el presidente Macron o vídeos de su abuela en bata leyendo en Vogue Francia una entrevista a su nieto (impagable). “Mis seguidores [450.000 en Instagram] sienten que estoy compartiendo con ellos algo especial, no simplemente imágenes de la campaña una y otra vez. Resulta estratégico pero de una forma orgánica, no de una manera clásica u obvia”. Eso queda para otras marcas.
Meses antes de presentar La Bomba, llenó su Instagram de fotos de Penélope Cruz en Jamón, jamón, lo que demuestra no solo su obsesión por España sino por su cine. “Es mi película de amor favorita y ella me parece una de las mujeres más hermosas del mundo. Sueño con conocerla. A la jamona. He oído, no sé si será verdad, que no está muy orgullosa de este trabajo”.
—No sé qué decirle. Allí conoció a su marido, Javier Bardem.
—Qué afortunado.
Cuando se realizó esta entrevista, el pasado noviembre, Porte aseguraba estar “trabajando duro” para encontrar el amor. “Al final es lo que me mueve a hacer las cosas. Todos me preguntan por qué no lanzo una línea masculina, pero no tiene sentido. Quizá si un día me enamoro, sentiré el deseo de diseñar para mi novio igual que lo hice para mi madre”. Poco después se conocía su relación con el fotógrafo y cineasta Gordon von Steiner (al que conoció a través de Instagram). En marzo anunciaba el lanzamiento de Jacquemus Hombre. Estratégico pero orgánico.
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