Málaga, años sesenta: estampas de un país bajo la dictadura
Hace medio siglo, el estadounidense Joel Meyerowitz, leyenda viva de la fotografía, retrató el día a día de los pueblos y gentes de Málaga. Convivió durante seis meses con gitanos y flamencos, quedó hechizado por el alma andaluza e inmortalizó las estampas de un país bajo la dictadura. Escenas que muchos aún guardan en la memoria.
LE LLAMABAN El Ojo. También Pepe. Deambulaba con su cámara por las calles de Málaga en busca de ese momento único, ese instante de revelación que brota del caos de la calle. Joel Meyerowitz llegó a España en noviembre de 1966. Durante seis meses convivió con gitanos y flamencos, escudriñando cada detalle con la pulcra mirada de un extranjero nacido en el Bronx de Nueva York en 1938. Hoy es una leyenda viva de la fotografía que no ha cesado de reinventarse a sí mismo: pionero del color, pasó del frenesí de la imagen callejera a retratar luminosos paisajes con una cámara de gran formato. Ahora dirige el foco hacia la naturaleza muerta. Más de medio siglo después de aquel viaje por España, recuerda su paso por Málaga como un momento de epifanía en su trayectoria: “España me dio cierto punto de solidez. Me hizo sentirme a gusto”, cuenta.
Su estancia en la capital de la Costa del Sol formó parte de un viaje de 18 meses en coche por Europa. Si su admirado Robert Frank había sido el europeo que mostró América a los americanos con un libro (The Americans), Meyerowitz era el estadounidense que observaba el Viejo Continente. De España sabía poco; no tenía ninguna idea preconcebida de ella pero sí de sus artistas. “Traía conmigo un gran afecto por Buñuel, Dalí y el cine surrealista”, explica. “Me enseñaron a observar con más atención la vida real; esos momentos que llevan consigo un toque surrealista”. De ahí esa mirada perspicaz y subversiva, tan tierna como irónica, de la comedia humana. Fue el hispanista Paul Hecht quien le introdujo en la intimidad familiar de cantaores y guitarristas. Pero su salvoconducto no fue su cámara, sino una grabadora que casualmente llevaba consigo. Los músicos escucharon por primera vez su arte grabado.
“El color era mi voz. No quería ver el azul del cielo ni el amarillo del chubasquero convertidos en grises”, afirma Meyerowitz, quien comenzó a fotografiar en color a contracorriente. De regreso a Nueva York vio su obra expuesta en el MOMA. Ahora parte de estas imágenes, adquiridas por la Fundació Per Amor a l’Art, se exponen bajo el título Joel Meyerowitz. Hacia la luz en su sede del edificio Bombas Gens de Valencia, acompañadas de un libro publicado en colaboración con La Fábrica. La muestra se podrá ver hasta enero de 2019. La obra añade una frescura al trabajo de W. Eugene Smith y Robert Frank, quienes retrataron España en los años cincuenta. “La fotografía en color le otorga otra dimensión, así como las grabaciones de los guitarristas y cantaores flamencos. Todo ello tiene una estética de road movie”, señala Vicente Todolí, comisario de la exposición junto con Nuria Anguita y Miguel López Remiro. “Aporta no solo a la historia de la fotografía, sino a lo que era España visto de un modo diferente”, añade Todolí. Meyerowitz vuelve su mirada hacia atrás: “Cuando observo ahora estas imágenes puedo ver en ellas mis valores, mi sentido del humor, mi cadencia, mi forma de componer. Puedo ver ahora todo lo que es característico en mí”.
Texto de Gloria Crespo McLennan
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