El cartílago de tiburón no solo es inútil contra el cáncer, es algo más
Su uso se relaciona con potenciales efectos adversos y contribuye a la extinción de estos animales
“Estudio científico” no es sinónimo de “verdad científica”. Es decir, el hecho de que haya investigaciones sobre algo no significa que tales investigaciones sean concluyentes. Es cierto que resulta imprescindible realizar estudios para evaluar si una hipótesis tiene sentido, pero pronunciar altisonantes afirmaciones tales como “importante descubrimiento científico” tomando como referencia investigaciones preliminares no es otra cosa que engañar.
“El interés público en el cartílago de tiburón ha sido impulsado más por el marketing que por la ciencia”, dice Finkelstein
Aunque este artículo trata sobre la supuesta utilidad del cartílago de tiburón para combatir el cáncer, vale la pena que nos desviemos un momento del tema para entender en toda su magnitud lo que intenta transmitir el anterior párrafo. Antes de mayo de 2014, diversos estudios científicos abordaban la utilidad de utilizar un casco especial para corregir ciertos tipos de deformidad craneal que presentan algunos bebés al nacer. En muchos de tales estudios se observaba una clara mejoría…hasta que en mayo de 2014 un grupo de investigadores publicó en la revista British Medical Journal un trabajo en el que se dividió a los bebés con deformidad craneal de moderada a severa en dos grupos: uno de ellos utilizaría el casco y el otro no. Tras 24 meses de observación, el estudio llegó a dos conclusiones: que ambos grupos de bebés recuperaron la forma normal de su cráneo (por lo que la utilización del casco es innecesaria); y que utilizar el casco, además de ser muy costoso (exactamente 1.401 euros, según los autores del estudio) genera efectos adversos. Algunos pueden resultar tolerables, como la excesiva sudoración, pero otros no tanto, como la irritación de la piel o el dolor generado por el casco.
¿Qué tiene que ver lo anterior con el cartílago de tiburón para el cáncer? Mucho. Por una parte, existe un gran negocio alrededor de esta sustancia, como sucede con el casco para bebés. En Estados Unidos, según su Instituto Nacional del Cáncer, podemos escoger entre más de 40 marcas del producto. No he hallado datos fiables sobre el número de marcas que hay en España, pero encontramos un ejemplo en el supermercado DIA, que vende cartílago de tiburón. Otro paralelismo entre el casco para bebés y el cartílago de tiburón es que hay numerosos estudios sobre el tema (una búsqueda simple revela que hay cerca de 100 estudios), por lo que alguien lego en la materia puede sucumbir a la tentación de creer en la supuesta utilidad del cartílago de tiburón para el cáncer. También genera efectos adversos, como veremos más adelante. Pero en este caso debemos añadir algo más: motivos medioambientales.
Cuesta creer que todos los oncólogos del mundo y todos los organismos científicos relacionados con el cáncer estén tan obcecados como para obviar un tratamiento que podría salvar muchas vidas
Una de las principales virtudes que suele atribuirse al cartílago de tiburón es la de mejorar la salud de nuestras articulaciones. De hecho, en el ejemplo anterior, la empresa DIA acompaña al producto de la siguiente declaración de salud: “Articula tu cuerpo”. Declaración que no está aprobada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) porque ninguno de los estudios evaluados por esta entidad tiene la solidez necesaria como para establecer una relación causa-efecto. Sin embargo, esta no es la única promesa que acompaña al cartílago de tiburón. Diversas empresas venden este producto para ser administrado en forma oral o tópica, o mediante enemas o inyecciones subcutáneas. Aunque ninguna empresa ha tenido el valor de solicitar a la EFSA la aprobación de declaraciones de salud sobre el cartílago de tiburón y cáncer, es fácil leer en multitud de páginas web, noticias y libros que este producto puede prevenir o tratar el esta enfermedad. Una de las razones que aluden quienes venden cartílago de tiburón es que los tiburones no tienen cáncer. No es cierto, como puede comprobarse en estudios tan antiguos como uno publicado en 1969. En 2005, el doctor Joel B. Finkelstein publicaba un trabajo titulado Los tiburones contraen cáncer: pocas sorpresas en la investigación del cartílago, en el que leemos esta necesaria reflexión: “El interés público en el cartílago de tiburón ha sido impulsado más por el marketing que por la ciencia”.
¿Por qué el oncólogo no utiliza cartílago de tiburón como terapia “anticáncer”? Una respuesta recurrente es que existe un complot por parte de las empresas farmacéuticas para silenciar los supuestos beneficios de este producto. Respuesta totalmente ilógica: quien más interesado está en vender productos para una enfermedad tan prevalente como el cáncer es precisamente la industria farmacéutica. Cuesta creer, además, que todos los oncólogos del mundo y todos los organismos científicos relacionados con el cáncer estén tan obcecados como para obviar un tratamiento que podría salvar muchas vidas.
En realidad, el oncólogo no nos receta (y no nos debería recetar) cartílago de tiburón cuando padecemos cáncer porque no ha mostrado, en los estudios disponibles sobre el tema, pruebas de eficacia y seguridad. Aunque la EFSA, como hemos indicado, no ha evaluado la relación entre esta sustancia y el cáncer, sí lo ha hecho la FDA, la agencia del gobierno de EE UU responsable de la regulación de alimentos, medicamentos, cosméticos, aparatos médicos, productos biológicos y derivados sanguíneos. En un monográfico dedicado al tema, actualizado en octubre de 2017, la FDA reconoce que “se han llevado a cabo por lo menos una docena de estudios clínicos del cartílago como tratamiento para personas con cáncer desde principios de la década de 1970”. La evaluación de tales investigaciones revela que “no es posible recomendar el uso de cartílago (bovino [vacuno] o tiburón) como tratamiento para personas con cáncer fuera del contexto de ensayos clínicos bien diseñados”. Ensayos clínicos que, como leemos en el recién citado trabajo del doctor Finkelstein, están injustificados por la falta de pruebas que nos hagan pensar en que el cartílago de tiburón sea útil para tratar el cáncer.
Al tratarse de un complemento alimenticio, no se exige a los fabricantes pruebas de posibles efectos biológicos, como sí se exige a cualquier fármaco
En cualquier caso, en tales ensayos clínicos el paciente deberá firmar un consentimiento informado que, entre otros requisitos, deberá incluir la falta de utilidad del cartílago de tiburón o de sus extractos. Pero también deberá informar de que la “terapia del cartílago de tiburón” se puede acompañar de efectos adversos tales como:
Cólicos abdominales,
Debilidad generalizada,
Disgeusia (alteración en la percepción relacionada con el sentido del gusto),
Dispepsia,
Edema en el escroto,
Estreñimiento,
Fatiga,
Fiebre,
Hinchazón,
Hipotensión,
Hepatitis,
Hipercalcemia y
Hiperglucemia,
Inflamación en los sitios de inyección (en el caso de inyectarse de forma subcutánea),
Mareos,
Náuseas y
vómitos.
A lo dicho es preciso añadir tres consideraciones más. La primera es que al tratarse de un complemento alimenticio, no se exige a los fabricantes de cartílago de tiburón pruebas de efectos anticancerígenos u otros posibles efectos biológicos, como sí se exige a cualquier fármaco. Y la segunda es que “es posible que haya variaciones considerables de cada producto entre un lote y otro porque no hay procesos estándar de fabricación”, en palabras de la FDA. Por último, no podemos olvidar que muchas especies de tiburones están en peligro de extinción, algo que sucede incluso en aguas del Mediterráneo.
En suma, la utilización de cartílago de tiburón para el cáncer no ha probado ser útil, se relaciona con potenciales efectos adversos y contribuye a la extinción de numerosas especies de tiburones, algo que comprometerá todavía más el delicado estado del ecosistema marino.
Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) es un Dietista-Nutricionista que intenta convencer al mundo de que comer mal no se compensa con una zanahoria. También imparte conferencias, ejerce como docente en varias instituciones académicas, colabora con diferentes medios de comunicación y es autor de numerosas publicaciones científicas y divulgativas (www.juliobasulto.com).
NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.
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