_
_
_
_
_

La captura del CO no será la solución al cambio climático

Las academias europeas de ciencias advierten de la limitada utilidad de las tecnologías de emisión negativa

Vista de la contaminación en Madrid desde Paracuellos del Jarama.
Vista de la contaminación en Madrid desde Paracuellos del Jarama. VÍCTOR SAINZ

Caer en esta tentación climática es bastante fácil. “Pensar que la tecnología vendrá al rescate si no logramos mitigar [reducir los gases de efecto invernadero] lo suficiente puede ser una visión atractiva”, admite Thierry Courvoisier, presidente del Comité Científico Asesor de las Academias Europeas (Easac, sus siglas en inglés). Pero crear “unas expectativas poco realistas” sobre esas tecnologías podría tener consecuencias irreversibles “para las generaciones futuras”, escribe este astrofísico suizo en un informe de Easac.

Courvoisier se refiere a la lucha contra el cambio climático y, en concreto, a las llamadas tecnologías de emisión negativa –básicamente, capturar los gases de efecto invernadero de la atmósfera y almacenarlos para controlar el calentamiento global–.

El Acuerdo de París, el pacto internacional que debe guiar la lucha contra el cambio climático durante este siglo, se marcó como objetivo que el aumento medio de la temperatura del planeta en 2100 se quede por debajo de los dos grados y en la medida de lo posible dejarlo en el grado y medio. Para ello establece que se tendrá que alcanzar "un equilibrio entre las emisiones antropógenas" y "la absorción" de los gases de efecto invernadero a través de "sumideros" en la segunda mitad del siglo. Es decir, se abría la puerta a esas tecnologías de emisión negativas como herramienta para poder alcanzar los objetivos de París.

Pero Easac, que está formado por las academias de ciencias nacionales de los miembros de la UE, ha analizado el impacto potencial de estas tecnologías a través de un informe especial, elaborado por 12 investigadores, y rechaza que puedan desempeñar un papel fundamental: "estas tecnologías ofrecen solo una limitada posibilidad realista de retirar el dióxido de carbono de la atmósfera y no en la escala prevista en algunos escenarios climáticos".

Aunque en el informe se reconoce el papel futuro que podrían tener estas técnicas, se añade que "no en los niveles necesarios para compensar unas medidas de mitigación insuficientes". Es decir, los Gobiernos no podrán compensar con la captura de CO2 –el principal gas de efecto invernadero– los recortes de las emisiones que no hagan, fundamentalmente, en su sector energético, que supone alrededor del 80% del dióxido de carbono que expulsa la economía europea.

Cuando un Estado ratifica el Acuerdo de París, que se cerró en la capital francesa en 2015, debe presentar planes nacionales de recortes de sus emisiones. Pero los que hay sobre la mesa, que abarcan el periodo comprendido entre 2020 y 2030, no son suficientes para lograr el objetivo de los dos grados. La ONU estima que, para 2030, las emisiones mundiales tendrían que rondar las 40 gigatoneladas al año; sin embargo, al aplicar los compromisos nacionales de los firmantes del acuerdo se estima que, para esa fecha, el mundo estará rondando las 55 gigatoneladas de gases de efecto invernadero. Y el problema es que esa brecha vaya aumentando con el paso de las décadas y se agote rápidamente el denominado "presupuesto de carbono" –la cantidad de gases de efecto invernadero que la humanidad puede emitir de aquí a final de siglo si quiere cumplir la meta de los dos grados–. Ahí es donde entrarían en juego las tecnologías de emisión negativa para retirar de la atmósfera los gases que se han expulsado de más.

Easac concluye que, con el nivel de conocimiento actual, estás tecnologías no podrán salvar la papeleta. Y advierte de que la implantación de estas medidas de captura del dióxido de carbono a gran escala implicará "altos costes económicos y probablemente importantes impactos sobre los ecosistemas terrestres o marinos". Alerta el estudio además de que en los escenarios que planea el IPCC –el grupo de científicos que analizan el cambio climático bajo el paraguas de la ONU– se da un papel fundamental a las tecnologías de emisión negativa. De hecho, sostienen que en 344 de los 400 escenarios que plantea el IPCC en los que el mundo tiene posibilidades de cumplir con la meta de los dos grados se asume que la captura de CO2 a gran escala será necesaria.

El estudio de Easac, por lo tanto, concluye que los Gobiernos deben "centrarse en reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero" y revisar al alza, tal y como establece el Acuerdo de París, sus compromisos cada cinco años.

Más renovables y más eficiencia energética

Entre las técnicas de emisión negativa que analiza Easac figuran la reforestación, la bioenergía a partir de dióxido de carbono capturado o la captura directa de la atmósfera del CO2. Sin embargo, tras repasar las distintas técnicas, el informe de las academias concluye que "el potencial" de estas medidas es muy "limitado", partiendo de los conocimientos actuales.

Por eso reclama a los miembros de la Unión Europea y al resto de potencias mundiales que se esfuercen todo lo posible en "mitigar las emisiones" de gases de efecto invernadero, es decir, en recortarlas. Y ofrece los caminos a seguir: la eficiencia energética y el ahorro de energía mediante medidas técnicas y reglamentarias, el rápido despliegue de las energías renovables, la buena gestión de los usos del suelo...

El mensaje del Comité Científico Asesor de las Academias Europeas, sin embargo, llega en un momento de poco optimismo. Después de tres años seguidos en los que las emisiones mundiales de CO2 del sector energético e industrial se habían estancado, el pasado año volvieron a crecer. Las estimaciones del grupo Global Carbon Project establecen que en 2017 se incrementaron un 2% y alcanzaron un nuevo récord. Paralelamente, la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera también está en niveles inéditos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_