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“No se puede iniciar un proceso de paz en Siria si no se atiende a los niños”

Fran Equiza, representante de Unicef en Siria, cuenta cómo trabajan para salvar a los menores del país, no sólo de la muerte, la enfermedad o el hambre, sino de creer que lo que han vivido es la única realidad

Fran Equiza charla con niños en el espacio seguro para la infancia en el campo de Ain Issa a 50 kilómetros de Raqa.
Fran Equiza charla con niños en el espacio seguro para la infancia en el campo de Ain Issa a 50 kilómetros de Raqa.Souleiman (Unicef)
Alejandra Agudo
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En siete años da tiempo a muchas cosas. Sacarse una carrera. Enamorarse y desenamorarse. Emprender un negocio y fracasar. O tener éxito. Tener hijos y llevarles de la mano a su primer día de colegio. Tras ese tiempo, un recién nacido en 2011 ya ha participado en una función de teatro de la escuela, se ha ido de excursión con los amigos, ha estrenado varias decenas de pares de zapatos y ha aprendido a leer. Esto sería lo normal, pero en Siria no. En los últimos siete años, la mayoría de los niños de este país solo ha vivido y experimentado las consecuencias de la guerra civil. Muchos han tenido que dejar el colegio o no han ido nunca. Si han enfermado, se han encontrado con hospitales destruidos o con falta de médicos que les atendiesen. Cientos de miles han tenido que abandonar sus casas y viven en campos de desplazados. Todavía 5,3 millones de menores necesitan de ayuda humanitaria para sobrevivir. Y otros 2,5 millones han huido con sus familias más allá de sus fronteras a los países vecinos o por peligrosas rutas tratando de llegar a Europa. O donde sea para que no les caigan bombas. Eso si no han sido reclutados por un grupo armado como soldados o simplemente asesinados.

Así describe Fran Equiza, representante de Unicef en Siria, el país, el contexto, la cotidianidad de los niños sirios. "Todavía hay un porcentaje muy alto que está viviendo en zonas en conflicto, como Idlib o Guta, y algunos mueren por bombas, tiros o explosiones", subraya. Solo en los primeros 14 días de 2018, 30 pequeños fueron asesinados en Guta oriental, según sus datos. Si bien, mientras todavía miles de ciudadanos huyen con lo puesto de sus hogares cuando la violencia se recrudece, como en Idlib, de donde 200.000 personas se han marchado en el último mes, otros retornan. "Es un acto de esperanza. Piensan que son capaces de volver a su territorio porque hay unas ciertas condiciones que se lo permiten", afirma el trabajador humanitario de visita en Madrid. Pero ¿cómo proteger a los niños de las idas y venidas? ¿De la falta de agua y comida? ¿Del frío?

Pregunta. Usted se ha preguntado si el mundo se ha hecho insensible al asesinato de niños. ¿Lo cree?

Respuesta. Me lo pregunto porque los asesinatos no cesan. Seguimos viendo que caen bombas en las escuelas. O al lado. Y están marcadas, como los centros médicos. Los ataques a colegios y centros médicos en Siria han sido constantes por todas las partes. Creo que se ha normalizado el todo vale y eso es lo que me preocupa. Quizá alguien pueda considerar la muerte de niños como un efecto colateral de lo que hacen, lo que deja claro que no se les tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones. Y no sé si la comunidad internacional es consciente. Siempre que puedo insisto en que en el Consejo de Seguridad de la ONU, en las conversaciones en Ginebra, en Sochi, en Astaná… los niños y niñas están ausentes. No se habla de ellos y siguen muriendo cada semana. No se puede llegar a un acuerdo político ni comenzar un proceso de paz en Siria si no se presta una atención particular a la infancia.

Fran Equiza durante su visita en Madrid.
Fran Equiza durante su visita en Madrid.Ana Muñoz (Unicef)

P. ¿Hace falta entonces más sensibilidad?

R. Quizá solo hace falta que se respete el derecho internacional humanitario y los derechos humanos, que están firmados.

P. Pero no se hace. ¿Cómo combatir entonces el todo vale?

R. Creo que tenemos que seguir denunciando. Un riesgo en este tipo de situaciones es el olvido. En el momento que no se habla de las cosas, las partes pueden hacer los que quieran porque no solo no tienen temor a una posible represalia internacional, ni siquiera sienten vergüenza de hacer según qué cosas. El rol de los medios en esto es muy importante.

P. ¿Y poner nombre y apellidos a los niños?

R. Sí, pero me da igual que se llamen Omar o Manolo. El caso es que en todas estas poblaciones hay muchos niños y hay que considerar que están ahí cuando se toman determinadas decisiones porque ellos sufrirán las consecuencias. Pero está claro que no están siendo tenidos en cuenta. Desafortunadamente, en los siete años de crisis, las violaciones a sus derechos y los asesinatos han sido constantes. De hecho, nosotros decimos que hay una guerra contra los niños directamente. Que además están indefensos y están pagando el precio de las decisiones de los adultos.

La prioridad de las familias es la educación de los niños y, para mí, eso es una demostración de la esperanza en que el futuro será mejor y sus hijos estarán ahí

Hablo del coste psicosocial, el de interpretar que lo que pasa es lo normal. Cuando tú eres un crío, tu realidad es lo normal. Y ese crío un día, Insha'Allah [si Dios quiere], se convertirá en un adulto y será un miembro del gobierno o trabajará en una empresa, una ONG, o será un periodista o lo que quiera. Y la cosmovisión que tienen ahora es la de la violencia, la brutalidad, la del todo vale. ¿Vamos a dejar que esa sea su manera de entender el mundo en el futuro o vamos a trabajar para que sepan que lo que han vivido es anormal?

P. ¿Cómo describen los pequeños esa realidad brutal?

R. La mayoría de los críos te cuentan su experiencia con una candidez enorme. Como una niña que recuerdo bien, era pecosita y rubita, y hablaba muy bien, como una locutora. Explicaba cómo salió de noche de Raqa con su familia mientras les disparaban. Al final, llegaron al campo y tenía mucho miedo. No lo comprendía. Le pregunte: "¿Y ahora?" Ella respondió: "Ahora estoy muy contenta porque estoy aquí con otros niños y podemos jugar. Y lo que yo quiero es estudiar porque no he podido ir al colegio durante estos años". Su hermano no la dejaba porque el ISIS no permitía que las niñas fueran a la escuela. 

Las criaturas de 10, 11 o 12 años, a pesar del tremendo sufrimiento que han pasado durante el conflicto, con diferentes niveles de riesgo, mantienen una actitud positiva. Creo que la población siria es extremadamente resiliente y sigue pensando en su futuro. No cree que esto sea el fin del mundo. Sino que hoy es así, pero mañana va a ser un poco mejor. La prioridad de las familias es la educación de los niños y, para mí, eso es una demostración de la esperanza en que el futuro será mejor y sus hijos estarán ahí. 

P. ¿Cómo se le explica a un niño que solo haya vivido el conflicto cuál es la otra normalidad, la de la paz que conocen?

R.  Con los críos pequeños es más fácil porque olvidan antes. Son mucho más plásticos. Pero es más complicado con los adolescentes y los jóvenes. Con 16 años ya se cuestionan las cosas y se preguntan qué es lo normal. Por eso, estamos desarrollando programas muy intensos dirigidos a ellos con lo que llamamos habilidades para la vida. Básicamente son para que tomen conciencia de sí mismos, que crean que son capaces de hacer lo que quieran, que tengan confianza y se valoren.

P. Habla de la educación como uno de los pilares del futuro de Siria y de los niños en particular, pero muchos críos han abandonado la escuela. ¿Qué hace Unicef en este sentido?

Formamos a maestros pues se han perdido 150.000 profesores en Siria entre los que han muerto o se han marchado del país

R. La escuela es posiblemente el mecanismo más eficaz de normalidad para un niño y sobre todo en un país como Siria, donde había un porcentaje del 100% de escolarización en 2012. Así que hacemos muchas cosas para conseguir que los niños tengan ese espacio donde aprender, no solo matemáticas y lengua, sino también a convivir sin importar cuál sea su religión o de dónde vengan. Rehabilitamos colegios, arreglamos las puertas, ventanas, el tejado… en zonas donde no hay conflicto abierto ni hostilidades en el momento. También instalamos escuelas prefabricadas. Tenemos un sistema modular que fabricamos en Siria —con las clases, sala de profesores, retretes— que junto con las escuelas en una maleta que tenemos, nos permite poner en marcha una escuela para 1.000 alumnos en tres semanas. Además, formamos a maestros pues se han perdido 150.000 profesores en Siria entre los que han muerto o se han marchado del país.

P. ¿Cuál es la situación nutricional de los menores?

R. En Is Guta es grave. En noviembre llevamos un convoy. Como la ciudad está sitiada necesitábamos permiso de las partes en conflicto, los unos, los otros, el Gobierno, la artillería… Y finalmente entramos con 48 camiones con comida, material médico y también ropa de invierno. Fuimos al hospital y había casos de niños con desnutrición muy seria. Estoy hablando de las fotos que se veían en la Somalia de 2011. Según las mediciones de Unicef, el 11,9% de los niños en Is Guta sufría desnutrición. Es una cifra catastrófica, brutal. De ellos, el 2,1% tenía desnutrición aguda, lo que quiere decir que se podían morir al día siguiente. En el resto del país, los casos de desnutrición se concentran en la población desplazada.

P. ¿Qué otros retos de salud existen?

R. Hay varios. Uno es el acceso al agua potable. Otro: las vacunaciones. Y también desarrollamos programas de salud materno-infantil. Tenemos muchas clínicas móviles para atender en zonas donde los hospitales han sido destruidos o en aquellas que ahora están superpobladas y en las que los centros que hay no dan abasto. Es muy importante entender que hoy en Siria más del 65% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza porque la crisis ha generado, a parte de todos los muertos, falta de empleo. Las empresas han cerrado o han sido destruidas. Y moverse es muy caro, por lo tanto si tu hospital está muy lejos, no vas porque no tienes lo medios para ir. Así que no solo se trata de que existan hospitales, sino que puedas acudir a ellos. Por eso tenemos clínicas móviles de salud materno-infantil, para mamás embarazadas y lactantes.

P. ¿Y las vacunaciones?

Siria tenía una tasa de vacunación virtualmente del 100%. Pero durante la crisis se ha interrumpido la inmunización de rutina

R. Siria tenía una tasa de vacunación virtualmente del 100%. Pero durante la crisis se ha interrumpido la inmunización de rutina y, además, hay zonas a las que literlamente no se ha tenido acceso. Aun así, se ha conseguido mantener la vacunación sobre todo para la polio y el sarampión en tasas razonables. En polio, justo la semana pasada acabamos una campaña extra en Deir ez-Zor, Raqa y Hasaka porque ha habido 72 casos de la enfermedad en Deir Ez-Zor, donde teníamos menos acceso. No ha sido derivado de virus salvaje, sino por el de la vacuna. Pero la transmisión ha tenido mucho que ver con el hecho de que muchos niños no estaban inmunizados.

P. La transmisión de muchas enfermedades tienen que ver también con la falta de acceso a agua potable y saneamiento en crisis humanitarias.  

R. Hemos realizado numerosas acciones en este sentido. El año pasado potabilizamos agua para proveer a 14 millones de personas regularmente. Y la población siria actualmente es de 17 millones. También hemos llevado agua en camiones, una distribución de emergencia porque hay sistemas que se interrumpen, a veces porque alguien cierra el grifo en la fuente de origen. También hemos restaurado sistemas. Una de las ventajas que tiene el país respecto a otros contextos en los que trabajamos es que las infraestructuras anteriores eran notables y su reparación es más barata que la distribución en camiones y es sostenible a largo plazo.

Un dato muy interesante es que gracias a estas intervenciones, además de dar de beber a la gente, en siete años no ha habido un solo caso de cólera. La enfermedad aparece inmediatamente en cuanto el sistema de agua y saneamiento es interrumpido durante más de una semana. Y en Siria, hemos sido capaces entre todos evitarlo. Unicef, junto con otros actores, fue capaz de salvar Damasco y Alepo, donde vive el 50% de la población, de los cortes de agua que estaban en manos grupos armados que cerraban el grifo como arma de guerra.

Gracias a las intervenciones de agua y seneamiento, además de dar de beber a la gente, en siete años no ha habido un solo caso de cólera

P. ¿Las niñas tienen más riesgos de sufrir violaciones de sus derechos?

R. Ellas han sido utilizadas como mecanismo de supervivencia por las familias. Las casan por la dote, es una venta. Las violan y pasado un tiempo, el señor se divorcia. Las enlazan por días a cambio de una dote, lo que en la práctica es una prostitución forzada encubierta. Esto pasa sobre todo en las zonas bajo el dominio del ISIS. No tenemos muchas estadísticas de matrimonio infantil, como casi de nada en Siria, pero sí tenemos la evidencia. Otro tema es que la educación sexual y reproductiva, bajo el dominio de determinados grupos armados, es imposible. No existe.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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