_
_
_
_

¿Por qué triunfa el sexo sin penetración entre los jóvenes en Chile?

En el siglo XII, el catarismo ya separaba el sexo del amor. Arriba, celebración del Día Internacional de la Mujer en Australia.
En el siglo XII, el catarismo ya separaba el sexo del amor. Arriba, celebración del Día Internacional de la Mujer en Australia.Daniel Pockett (Getty)
Rafael Gumucio

ENTRE MUCHAS CARAS encapuchadas y puños en alto sobresalía un afiche en modesto en blanco y negro que decía: “PENETRACIÓN= EXPLOTACIÓN. El sexo es capitalista”. Un llamado extrañamente razonable si se piensa bien. Es difícil en el sexo heterosexual o en el homosexual entre hombres evitar que el placer no implique alguna forma de violencia, de expropiación y de apropiación. ¿Cómo conseguir entonces que el sexo no sea una invasión, una alienación, un cuerpo que recibe y otro que traspasa?

Colectivos como Famosa Feminista Local de la Universidad de Chile proclaman que el “macho muerto no viola” y que su cuerpo es “su campo de batalla” y, por tanto, les resulta difícil asumir que, aunque le carguen los hombres, “les gusta el pico”, como se llama al pene entre los jóvenes chilenos. Durante años la respuesta de la mujer heterosexual feminista radical fue separar el pene del hombre, para gozar del primero sin tener que pagar el precio de aguantar al segundo. Después, otras han decidido invertir la ecuación y aceptar al hombre y evitar su pene. Son formas de amor no penetrativas, formas de sexo desgenitalizado que propugnan largas temporadas de castidad a dos como una manera de reeducar al hombre patriarcal, lo quiera o no, para de alguna forma salvar el amor de cualquier sombra de heteronormatividad.

Durante años la respuesta de la mujer heterosexual feminista radical fue separar el pene del hombre, para gozar del primero sin tener que pagar el precio de aguantar al segundo

Amor sin sexo, o sexo sin sexo, sentimientos desatados y cuerpos que solo se rozan en el Campus Juan Gómez Milla, donde se alojan las Facultades de Artes, Filosofía y Humanidades o Comunicación de la Universidad de Chile, esta forma de amor ha ido proliferando con inesperado éxito. Son singularmente los hombres de las parejas los que suelen jactarse del número de meses que llevan de novio con su amada sin caer en los roles normativos: el de la vagina penetrable y el pene penetrador.

Quizá no lo sepan, pero con un vocabulario perfectamente radical están reviviendo no sólo las prácticas sino la argumentación con que el catarismo separó el amor del sexo en pleno siglo XII. Amor cortés por bellas intocables que era una manera de defenderse de las mentiras de un mundo material creado por el diablo. Movimientos tan distintos como el veganismo, el evangelismo radical, el fundamentalismo musulmán y cierto feminismo radical comparten con el catarismo una visión gnóstica del mundo. Ese diablo se puede llamar capitalismo, patriarcado, Occidente, cristiandad, y más y más jóvenes parecen encontrar como única respuesta a ese mal no dejar entrar comidas, ideas, cuerpos extraños. Los cátaros saben que el placer físico abre la puerta a un enemigo dispuesto a rendirnos a las mentiras del mundo. En el corazón del sistema, saben los cátaros de este siglo y de los anteriores, está justamente el sexo que nos obliga a mezclarnos con gente que muchas veces no nos gusta, que muchas veces sabemos que no nos conviene, pero que por esa diabólica magia de la atracción nos parecen urgentes. El sexo corrompe las mejores intenciones. El sexo, que tantas veces parece un mercado, una corrida de toros, una tortura, una prisión, un purgatorio, un infierno y un paraíso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_