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¿Por qué solo hay estatuas de hombres en las ciudades?

Margaret Thatcher, en el acto de presentación de su estatua de bronce  en el Parlamento británico en febrero de 2007.
Margaret Thatcher, en el acto de presentación de su estatua de bronce en el Parlamento británico en febrero de 2007.johnny Green (Getty)

Apenas hay estatuas que celebren los logros femeninos. Una ‘app’ de realidad virtual propone una solución para reparar esta injusticia histórica.

Entró en el museo y comprobó que apenas había vigilancia. Se acercó a una de ellas y la decapitó con una vara de acero. El impacto del busto de mármol sobre el pavimento despertó a un guarda de la sala contigua, que alertó a seguridad. El malhechor fue detenido por aquel acto vandálico perpetrado en la galería de arte Guildhall, una de las menos frecuentadas de Londres, pero la noticia acaparó las portadas de los tabloides en julio de 2002. La estatua era de Margaret Thatcher. Había sido esculpida por Neil Simmons por encargo de la Cámara de los Comunes y esperaba su traslado a Westminster en aquel repositorio.

La cariátide de mármol de la Dama de Hierro se sustituyó por otra de bronce de menor tamaño y se ubicó al lado de la de Clement Attlee, el primer ministro que después de la Segunda Guerra Mundial introdujo el Estado de bienestar que la premier conservadora había mermado. El monumento fue presentado en sociedad en el mismo Parlamento donde Thatcher todavía ocupaba su escaño. Entonces, declaró que le habría gustado que fuera de hierro. “Aunque el bronce está bien, así no se oxidará y esta vez espero que no pierda la cabeza”, bromeó. Un año después de su muerte, en 2013, el entonces primer ministro David Cameron anunció que se levantaría otra estatua de la mandataria en las islas Malvinas “por su papel crucial en la guerra contra Argentina” en 1982.

El pasado verano surgió de nuevo la posibilidad de emplazar otra efigie de bronce en los jardines del Parlamento británico. Pero el Gobierno y los Parques Reales, que son los que gestionan la tierra donde debía erigirse la escultura —junto a las de Winston Churchill y Abraham Lincoln—, no dieron el permiso por temor a nuevos ataques y porque “no había garantías de que la familia aprobase la idea”. Su hija, la periodista Carol Thatcher, se opuso al diseño del escultor Douglas Jennings porque “no incluía el bolso Launer” de su madre.

Un estudio sobre la estatuaria femenina firmado por Caroline Criado-Pérez, cofundadora del observatorio The Women’s Room, concluye que de las 925 estatuas públicas en Gran Bretaña, 158 corresponden a mujeres, y de estas 110 son alegóricas o mitológicas, 29 de la reina Victoria y solo 25 representan a mujeres que no pertenecen a la realeza. En EE UU, solo el 8% están dedicadas a ellas.

Para muchos hombres, las mujeres siempre han estado en pedestales, pero no por su contribución a la política, la ciencia o las artes, sino porque todavía son contempladas como musas o vírgenes. Se las venera como iconos de guerra o personificando la justicia y la libertad. El más famoso: la Estatua de la Libertad de Nueva York. Mientras no se reparan estas injusticias históricas, la tecnología propone algún apaño. La aplicación The Whole Story ayuda a visibilizar en calles y espacios públicos a mujeres relevantes por sus logros políticos y culturales. Esta app utiliza la realidad aumentada —para que las estatuas cobren vida— y la geolocalización —para que los usuarios puedan ver esos monumentos en la pantalla de su smartphone cuando se encuentran cerca—. Ya se han erigido estatuas en ciudades como Washington, Londres, Praga, Milán o Roma. En el Central Park de Nueva York hay 22 para igualar en número a las efigies masculinas: junto a Cristóbal Colón, Hans Christian Andersen o William Shakespeare conviven virtualmente mujeres como Edith Wharton, Amelia Earhart o Nina Simone. Pero habría que ser más contundentes: romper los techos de bronce sería una buena medida para hacerlas más reales. 

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