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Migrados
Coordinado por Lola Hierro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Presuntas palizas, heridas reales

Un informe de Médicos Sin Fronteras alerta de la desprotección que viven los solicitantes de asilo que esperan a entrar en territorio europeo desde la frontera serbia

Lola Hierro
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Los adverbios "presuntamente" y "supuestamente" siempre son obligatorios cuando se habla de un hecho que no ha sido al cien por cien demostrado. En un proceso judicial en el que se dirime la culpabilidad o inocencia de un delincuente, siempre son "presuntas" agresiones, "presunto" asesino, "supuesta" violación... No podemos pillarnos los dedos con según qué cosas, no podemos condenar a nadie sin saber a ciencia cierta que esa persona es culpable.

Así pues, cuando Médicos sin Fronteras envía un vídeo con unas imágenes bastante desagradables de las heridas infligidas a unos hombres jóvenes en la frontera entre Serbia y Hungría, no sorprende leer que son presuntas palizas que han ocasionado presuntas heridas a varios solicitantes de asilo que han estado atendiendo durante los últimos meses. Pero chirría, la verdad.

Cardenales, brechas en la cabeza, raspones... El vídeo de MSF, y que acompaña a este artículo, es duro y desagradable. No por ello hay que dejar de verlo. Médicos sin Fronteras acusa a las autoridades fronterizas húngaras de agredir físicamente a los refugiados que intentan cruzar la frontera, y se basan en los propios testimonios de las víctimas, que describen con bastante detalle cómo, dónde y cuándo sucedieron. El por qué, es otra historia.

No se queda MSF en la mera acusación. Ellos han elaborado un informe titulado Juegos de Violencia con el que apoyan sus afirmaciones mediante datos recabados durante los primeros seis meses de 2017. Dicen que en este periodo, el 76% de todos los menores que sus servicios de salud mental atendieron en Serbia aseguraban haber sufrido violencia por parte de cuerpos policiales y autoridades fronterizas, y de ellos, el 92% señaló a la policía de Hungría, Croacia y Bulgaria. El 8% restante de los pacientes señaló a las mafias que controlan el tráfico de personas.

Las agresiones más frecuentes, según los testimonios recogidos por la ONG durante los dos últimos años, son las mordeduras de perro, lesiones provocadas por esprays irritantes y golpes.

Además, un cuarto de todos estos menores presentaban síntomas de ansiedad, depresión y reacciones agudas provocadas por el estrés, todos ellos agravados por la precariedad en la que viven y la dureza del viaje.

A pesar de que la ruta de los Balcanes cerró hace más de un año y que el acuerdo UE-Turquía ha reducido los flujos de migrantes, Serbia continúa siendo un lugar de paso para afganos, paquistaníes, sirios e iraquíes sobre todo. De hecho, se estima que en junio de 2017 entre 8.000 y 10.000 personas permanecían en campamentos informales en estas fronteras, esperando para cruzar a la Unión Europea, la mitad menores de edad.

Los menores que pululan por las fronteras serbias han inventado un nombre para su interminable ciclo: El juego. "Es como un juego cuando vas a cruzar, pero es muy, muy duro", cuenta un adolescente en este video. Cuando son unos 15, dicen que van a echar una partida. Los traficantes cobran tres mil o cuatro mil euros; luego llevan a la gente a la frontera y les indican por dónde pasar. "La última vez estábamos cerca de la valla y, pasados diez días, nos dicen que podemos cruzar. Caminamos unas siete horas, pero no teníamos ni comida ni agua por lo que, al cabo de tres días, nos entregamos a la policía y ellos nos devolvieron aquí", relata el chico.. Imagen: Un grupo de refugiados se esconde en una zona forestal cercana a la aldea de Adasevci, Serbia, el pasado 17 de julio de 2017.Vídeo: Marko Drobnjakovic

Es muy difícil saber qué ocurre en las fronteras europeas o en los centros de refugiados. Son muchas personas y sabemos —porque lo hemos visto en fotografías, vídeos, noticias, informes y comunicados de muchas ONG— que no están en las mejores condiciones. Pero a la hora de buscar responsables, nadie ha sido. En el caso de un Gobierno o un cuerpo policial, es bastante probable que alguien salga al paso desmintiendo que aquellos refugiados de la isla griega de Lesbos viven fatal o que los que vagan por la frontera serbo húngara reciben palizas. Pero más allá de un comunicado, de unas letras sobre un papel, ¿qué más hay? ¿Cómo averiguar qué está pasando?

Yo no digo que el Gobierno del país de turno o la policía de tal frontera sean culpables de nada. Todos son presuntos, supuestos e inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Yo lo que digo es que a mi correo electrónico y a esta redacción llegan a diario imágenes y vídeos de hombres y mujeres apaleados, abandonados, ahogados y muertos de frío, de hambre, de calor, de pena... Y no hay respuesta, ni nadie se hace cargo. Pero no importa, porque lo importante, lo más importante, es que quede claro que los responsables de estos ultrajes son y serán presuntos y supuestos.

TESTIMONIOS DESDE LA FRONTERA

Testimonio de Noor Alam

Mi nombre es Noor Alam. Soy de Afganistán y tengo 24 años. Estuve fuera de mi país ocho meses, luego me entregué y me detuvieron. Me dijeron que nos iban a enviar a todos a Bulgaria. Yo quería solicitar asilo, pero después de tres meses me deportaron. Allí había muchos casos de infección por sarna, peleas y todo eso. Después de cinco partidas a “El Juego” llegué aquí, a Serbia. En Bulgaria la situación era realmente mala. No hay comida, los campamentos no son adecuados, no se puede dormir bien. Y la gente local no es nada buena; cuando salimos nos atacan con cuchillos. La policía nos quita el dinero, nos lo quita a todos. ¿A dónde podemos ir?

Testimonio de un migrante anónimo

He estado en Serbia durante 15 meses y me han deportado a Croacia en 15 ocasiones. Vivimos en el bosque, nos detienen y nos llevan a la frontera con Macedonia. La policía nos recoge y nos lleva a Presevo o a la cárcel. Sería bueno que Zagreb (Croacia) o Hungría nos dieran asilo, pero nos golpean y roban nuestras pertenencias. Me han pegado muchísimas veces y ya me han robado cinco móviles.

Testimonio de Irfanullah

Mi nombre es Irfanullah. Soy del distrito de Chaparhar, en la provincia de Nangarhar, Afganistán. Salí de allí hace 18 meses. Llevo en Serbia un año. Cuando la gente atraviesa Hungría recibe muy malos tratos de la policía: usan espray pimienta contra nosotros y nos echan a los perros para que nos muerdan. Yo lo intenté tres o cuatro veces hasta que lo conseguí. Me quedé seis meses en Hungría, pero finalmente me detuvieron y me obligaron a regresar a Bulgaria. Ahora llevo cuatro meses en el campamento de Sid (Serbia). Aquí, los problemas han aumentado para los refugiados. Las redadas policiales son cada vez más frecuentes. En la última se llevaron a 170 personas al campo de Presevo.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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