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Migrados
Coordinado por Lola Hierro
Atrapados en Europa - I

Empeora la salud mental de los refugiados en Grecia

Médicos sin Fronteras alerta del aumento de pacientes por las pésimas condiciones de acogida en Lesbos y la violencia policial

Un grupo de refugiados y migrantes de Bangladesh y Pakistán en el campo de Moria, en la isla griega de Lesbos.
Un grupo de refugiados y migrantes de Bangladesh y Pakistán en el campo de Moria, en la isla griega de Lesbos.
Lola Hierro
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Sus llamamientos han quedado contenidos en un fajo de papeles; en algo más de una docena de folios en inglés que conforman el nuevo informe que Médicos sin Fronteras ha lanzado para denunciar una injusticia, otra más. Podría tratarse de alguna guerra africana, de alguna hambruna o vulneración de derechos en cualquier punto de Asia. Pero no, de nuevo hay que volver la vista hacia Europa, pues de nuevo llegan noticias de injusticias y abandono de personas vulnerables.

Ellos son, claro, aquellos migrantes, refugiados y solicitantes de asilo que se agolpan en las fronteras de la Unión, atrapados porque ni pueden regresar a los países de los que han escapado ni se les permite entrar en el viejo continente. Hoy toca contar que en las islas griegas de Samos y Lesbos, donde actualmente permanecen 15.000 solicitantes de asilo, la salud mental de muchas de estas personas se está deteriorando cada día más por las pésimas condiciones en las que viven, la falta de recursos para atenderlos y la violencia a la que son sometidos. Y no hay atisbo de ningún tipo de que vayan a ser trasladados a la parte continental del país.

El informe de Médicos sin Fronteras se titula Haciendo frente a la emergencia en salud mental en Samos y Lesbos y, de acuerdo, no serán más que folios, pero su lectura acerca llamadas de auxilio, miradas de decepción, ideas de suicidio, desesperanza y frustración. Los testimonios recogidos dan fe de una situación desoladora. La de Mohammad, la primera. Entona un "si lo sé no vengo", cuando relata su experiencia. Procedente de Siria, donde se pasó cinco meses encarcelado por haber participado, supuestamente, en las manifestaciones de 2012. Allí le sacaron los dientes, le cortaron con cuchillos y quemaron su piel con cigarrillos. Han pasado cinco años y, a sus 31, dice que le sigue doliendo el cuerpo por las palizas. Llegó a Lesbos hace 11 meses y vive bajo una carpa con 13 personas más. Ha sido testigo de la violencia infligida a otros refugiados por parte de la policía griega: "Nos dijeron que estaríamos seguros en Europa pero no lo siento así”, dice. La policía aquí es como la policía en Siria. Nos insultan y nos hacen desnudar para registrarnos, pero solo lo hacen para humillarnos”.

Aiful, de 25 años y de Bangladesh, prepara comida dentro de una gran tienda de campaña para refugiados. A su lado, Sail que era taxista en su país. Después de algunos problemas políticos huyó a Iraq. Debido a la guerra, no pudo quedarse allí y se marchó a Turquía, donde fue torturado. Decidió viajar a Grecia y llegó a Lesbos en julio de 2016. "Estamos realmente asustados por lo que deciden, muchos de nosotros recibimos respuestas negativas del departamento de asilo y después nos envían de regreso a Turquía, y las fuerzas turcas nos mantienen dos años en prisión. Por eso estamos volviendo voluntariamente a nuestro país, incluso si nuestra vida está en peligro", cuentan.
Aiful, de 25 años y de Bangladesh, prepara comida dentro de una gran tienda de campaña para refugiados. A su lado, Sail que era taxista en su país. Después de algunos problemas políticos huyó a Iraq. Debido a la guerra, no pudo quedarse allí y se marchó a Turquía, donde fue torturado. Decidió viajar a Grecia y llegó a Lesbos en julio de 2016. "Estamos realmente asustados por lo que deciden, muchos de nosotros recibimos respuestas negativas del departamento de asilo y después nos envían de regreso a Turquía, y las fuerzas turcas nos mantienen dos años en prisión. Por eso estamos volviendo voluntariamente a nuestro país, incluso si nuestra vida está en peligro", cuentan.MSF

Los solicitantes de asilo que se encuentran en los campos de recepción de las islas de Samos y Lesbos han experimentado acontecimientos muy traumáticos, de hecho, el 95% de los encuestados para este informe de MSF eran personas huídas de un conflicto armado. No obstante, son las precarias condiciones de vida y la violencia a la que son sometidos en Grecia las que están minando su estabilidad mental. De entre las personas atendidas en el área de psicología de la ONG, el 80% aseguró haber sufrido algún episodio violento, un 25% había sido víctima de torturas y un 19% de abusos sexuales tanto en su país de origen como en el tránsito y ya en Grecia.

El 80% de los encuestados aseguró haber sufrido algún episodio violento, un 25% había sido víctima de torturas y un 19% de abusos sexuales

Khalid permanece en un alojamiento protegido porque su estado mental es muy vulnerable, pero está muerto de miedo. Este hombre de 54 años y procedente del Kurdistán sirio sufrió torturas en su país y echa de menos a sus cuatro hijos: la mayor se suicidó y los otros tres que le quedan vivos están en Dinamarca con su exmujer. Se siente muy solo, y teme ser deportado en cualquier momento ya que su solicitud de asilo ha sido rechazada en segunda instancia, por lo que la policía podría arrestarlo en cualquier momento bajo la figura de una detención administrativa. "Lo he perdido todo. En casa no me queda nada. Además, tengo miedo del régimen”, lamenta.

La escalada de pacientes con patologías mentales es "agobiante" y empeora a marchas forzadas, asegurán desde MSF. Entre julio y agosto de 2017 atendieron a 110 afectados en Lesbos, el doble que en el mismo periodo del año anterior. Además, una media de seis personas por semana son atendidas de manera urgente por intentos de suicidio, lesiones autoinfligidas y psicosis. Y un tercio más que en el año anterior necesitarían ser trasladados a hospitales psiquiátricos, denuncian.

Condiciones de vida dentro del campo de Moria. El campamento está superpoblado y las condiciones son antihigiénicas.
Condiciones de vida dentro del campo de Moria. El campamento está superpoblado y las condiciones son antihigiénicas.MSF

“Para un hombre solo como yo no hay esperanza a menos que uno se suicide”. Así de desesperado se pronuncia Ahmad. Tiene 30 años y proviene de Raqqa, una de las ciudades sirias más castigadas por el Estado Islámico. El joven vive desde octubre de 2016 en un centro de recepción de la isla de Samos, y lleva ocho meses esperando la resolución de su solicitud de asilo. En este tiempo, asegura que está muriendo lentamente. "Solo a aquellos que se autolesionan los sacan de aquí, aunque no sabemos dónde los llevan". Ahmad duerme en la calle porque su tienda está saturada de gente. "Es horrible. No hay luz y no hay agua en el inodoro. La comida que nos dan no es ni siquiera lo suficientemente buena para los animales”, describe.

La policía, según cuenta, le ha detenido en cinco ocasiones. Tras la última volvió al campo con cuatro costillas rotas. En otra ocasión, el personal llamó a los agentes porque solicitó atención psicológica. Lo detuvieron y lo golpearon. MSF detalla en su informe que el 70% de las personas entrevistadas que habían sufrido violencia, aseguraron que esta vino por parte de las autoridades. En el campo de refugiados de Moria, solo en un día (el pasado 18 de julio) trataron a 14 con heridas abiertas, huesos rotos y órganos internos dañados, y todos acusaron a la policía. "Las encuestas revelan que la gente que llegó a Samos después del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía informaron de más agresiones que las que llegaron antes de ese pacto", cita el informe.

Lo he perdido todo. En casa no me queda nada Khalid, solicitante de asilo sirio en Grecia

También la población femenina vive circunstancias muy complicadas en los campos de Samos y Lesbos. Como Reine y Julie, amigas procedentes de la República Democrática del Congo, un país en permanente conflicto donde la violación de las mujeres se utiliza como arma de guerra. Las dos chicas, de hecho, han sido víctimas de violencia sexual y fueron obligadas a casarse. La segunda, además, quedó embarazada de ese marido no deseado, un coronel del Ejército. Las dos viajaron en avión a Turquía, donde pensaban quedarse.  "Nos dimos cuenta de que no era posible", explica Reine. "Fue muy peligroso. Pasamos días en el bosque, comiendo galletas. En las calles, los hombres nos tocaban aquí", dice señalando sus pechos antes de romper a llorar. "Un vez la policía vino a socorrerme, pero solo porque querían violarme". Un hombre sirio las "salvó" llevándoselas a su casa, donde se quedaron hasta que pudieron tomar un bote a Samos, donde ingresaron en un centro de recepción.

El sufrimiento de estas dos mujeres no se queda en sus países de origen. En Lesbos fueron atendidas 213 supervivientes de violencia sexual entre enero y septiembre de 2017, el 80% provenían de países de África subsahariana. En la mitad de los casos, la agresión había sucedido en sus países de origen, un cuarto de ellos en Turquía y el otro cuarto —21 mujeres— fueron violadas en múltiples ocasiones. Y, sin embargo, solo un tercio de todas ellas han sido identificadas como personas vulnerables por las autoridades. "Esta brecha en la identificación significa que la mayoría de pacientes no obtendrán acceso a los cuidados y protección que necesitan y que no serán transferidas al continente", indica la organización.

Retrato de Karon, 31 años de edad y procedente de Irak. Él, su esposa y sus dos mellizos están bloqueados en Lesbos desde su llegada el 2 de agosto de 2016. "NO quiero que mis hijos vean lo que yo he visto en Irak. Por eso dejamos nuestro país, allí todo está paralizado, no hay vida... Mi sueño es que mis hijos vivan en un país hermoso, sin guerra, sin derramamiento de sangre, sin nada de esto. Esto es lo único que deseo".
Retrato de Karon, 31 años de edad y procedente de Irak. Él, su esposa y sus dos mellizos están bloqueados en Lesbos desde su llegada el 2 de agosto de 2016. "NO quiero que mis hijos vean lo que yo he visto en Irak. Por eso dejamos nuestro país, allí todo está paralizado, no hay vida... Mi sueño es que mis hijos vivan en un país hermoso, sin guerra, sin derramamiento de sangre, sin nada de esto. Esto es lo único que deseo".MSF

Reine reconoce que ha sido objeto de la violencia de un trabajador social, pero aún no ha visto a un médico. Ninguna de las dos en realidad, a pesar de los dolores de cabeza, el insomnio, las hemorroides y el embarazo de Julie, que ya está de cuatro meses. “Pide manzanas. Es lo único que puede comer. Pero ellos nos dan esto”, dice y muestra un plato de plástico con pollo y arroz. “¿Por qué hicimos esto? ¿Por qué huimos? Habría sido mejor morir en casa”, solloza Julie.

Ante semejante escenario, MSF califica de "imperativo humanitario" el traslado de los solicitantes de asilo de las islas al continente griego, donde la probabilidad de que accedan a los servicios que necesitan es mayor.  "La vulnerabilidad extrema de las personas y el fallo completo de los sistemas de atención instalados en las islas no deja otra opción".

Todos los nombres de las personas que figuran en este artículo son ficticios.

Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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